Señor ministro: soy una vaca lechera, lo que significa que no soy una vaca cualquiera. Aunque poseedora de unas ubres naturales y espléndidas que para sí quisieran las socialités que aparecen en el Sálvame, tengo el carácter humilde y sencillo del que hacemos gala las vacas con buena leche. Digo esto porque también conozco a alguna vaca que destila de la mala, y no cito nombres por no dar tres cuartas al pregonero. El motivo de mi carta es afearle la conducta acerca de las cosas tan feas que ha dicho acerca de nosotras desde hace muuuuuuuuucho tiempo. Perdone, pero a veces se me escapa algo en vacuence, léase, el idioma vernáculo de las vacas. Pero a lo que voy, ¿cómo puede decir el excelentísimo señor ministro que hay que comer menos carne, que quién se deleita con esta es un machista acomplejado, que perjudicamos al medio ambiente o, la más dolorosa, que España exporta carne de mala calidad? O sea, contaminamos, somos perjudiciales para la salud y tenemos menos calidad que un programa de nochevieja de TVE.
Es indignante, ministro. Ya no por los pobrecitos ganaderos que estarán acordándose cordialmente de toda su generación y palpándose los bolsillos porque, a este paso, van a tener que montar granjas de caracoles. La indignación es por parte del colectivo vacuno, del que soy portavoz. En su oceánica ignorancia desconoce que la vaca es animal imprescindible y sin mácula, ajeno a críticas de ministros pasajeros cual hojarasca otoñal destinada a perderse en el olvido del invierno. Usted perdone el arrebato poético, pero mi bisabuela sirvió de modelo para el poema La Vaca ciega del gran poeta catalán Joan Maragall. En mi familia todos tenemos algo de artistas. Por cierto, una prima segunda mía que reside en Nueva Delhi me decía que en la India a alguien como usted ya lo habrían corrido a turbantazos de su cargo, puesto que allí, las vacas son sagradas. No como en España, donde parece que lo único que sagrado es el asno.
Excuso decirle que las vacas formamos un lobby muy importante en todo el mundo, así que prepárese porque vamos a por usted. De momento, ya me he reunido por Skype con mi madrina francesa, la Vaca que Ríe, mi ahijada suiza, la Vaca Lila de Milka, y mi compañera de internado la vaca Clara Bow, de Disney. Esta manda muuuuuuucho, perdón, otra vez se me ha escapado, y ya le advierto que el séptimo de vaquería puede invadir su despacho en cualquier momento.
¿Qué le hemos hecho a usted las vacas? Si somos simpáticas, apacibles, hermosas e incluso filosóficas. Si hasta tenemos un himno, La Vaca Lechera, obra de Don Fernando García Morillo, traducido a innumerables lenguas, incluso al latín, Lacticiariam habeo vaccam, non tantum vaccam.
Reflexione, pues, el señor ministro, déjese de decir pavadas que solo perjudican al sector ganadero, tan mermado de por sí entre unos y otros, y dedíquese a la caza del gambusino u otros menesteres que, ya que no hace bueno por la nación, al menos no la perjudique. Queda de usted afectísima su segura servidora, Carmiña.
Hasta ahí la carta. Yo que usted, ministro, espabilaría porque en una de estas no le va a pillar la vaca, no, lo que le va a pillar es el toro.