Creo que Pablo Casado ha tomado una decisión de alto riesgo al sustituir a Alfonso Alonso como candidato a lendakari por Carlos Iturgaiz, pero no porque eso suponga volver en términos ideológicos al PP de José María Aznar o Jaime Mayor Oreja, sea lo que sea eso. Lo es porque transmite la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor para un PP vasco que no levanta cabeza -hoy Alonso, anteayer Borja Semper-, en busca de ese paraíso perdido que no acaba de encontrar -porque nunca existió- y que se fía todo a remontar en mes y medio unos sondeos simplemente catastróficos.
Lo que hubo hace veinticinco años en el País Vasco, hablemos claro, fue una formación democrática. El PP estaba asediado por los asesinatos de sus dirigentes a manos de ETA, y buena parte de la sociedad no nacionalista de finales de los años 90 sintonizó con él. Por afinidad ideológica, los menos, y por un mero sentido de humanidad y solidaridad, los más. Y, por qué no decirlo, porque Aznar acababa de heredar de Felipe González y el PSOE la simbología de la resistencia del Estado frente a la barbarie.
Nada es igual veinte años después, que no se engañe Pablo Casado. En La Moncloa está un tal Pedro Sánchez y el interlocutor del sempiterno PNV hoy es el PSE... ¡Ah!, y el lendakari se llama Íñigo Urkullu, un imán para el 'voto útil', como recordaba este martes en Madrid el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo; nada que ver con el dogmático Juan José Ibarretxe. Con esos bueyes tienen que arar los de la calle Génova.
Entiendo el gesto de autoridad de Casado, pero no así, a dos semanas de haberle nominado candidato a lendakari, ni ahora, cuando elegir a Carlos Iturgáiz como sustituto suena a gesto desesperado
Entiendo humanamente el gesto de autoridad de Casado con Alfonso Alonso, después de año y medio de desplantes y encontronazos... pero lo suyo suena a desesperación: no hace ni dos semanas le había nominado y ahora, por un quítame allá de alguna lista ese número dos de Ciudadanos al que nadie conoce, monta tal zapatiesta que acaba por tener que tirar de un Iturgáiz, al cual se nota desubicado contra el "fasciocomunismo" (sic).
Da la sensación de que el PP vasco sin ETA no existe... si, por duro que suene eso. Y tanto Pablo Casado como su número dos y factótum en toda la crisis, Teodoro García Egea, tienen la obligación de que exista, de gestionar el banquillo, se llame Beatriz Fanjul o como se llame. En caso contrario, tendrán muy difícil asaltar -o tardarán una década- esa Moncloa hoy propiedad de Sánchez y Pablo Iglesias.
Porque, sin una presencia normalizada del PP en la sociedad vasca, como la catalana de un PP alejado de veleidades nasty party como le ve todavía una buena parte incluso de no independentistas, la victoria popular en unas generales se pone muy cuesta arriba. Y esto que digo no significa plegarse a la agenda independentista; muy al contrario, significa no plegarse a la agenda de Vox.
Guiños a Vox
No lo tiene fácil Casado, y menos lo tendrá si Iturgaiz y él no logran consolidar en las urnas este 5 de abril un proyecto que suscite apoyo sólido de buena parte de la ciudadanía vasca. No pueden conformarse con tener una sola diputada (Bea Fanjul) de 18 que se disputan en el País Vasco y dos (de 48) en Cataluña (Cayetana Álvarez de Toledo y María de los Llanos Luna).
Semejante vacío nunca lo compensará el presidente del PP en la España vaciada, donde además le ha salido otro competidor para el reparto de escaños, además del socialismo: Vox... al que curiosamente Iturgáiz ha empezado haciéndo arrumacos.