¿Alguno de los actores políticos que se presentan a las elecciones, los mismos que en las anteriores de hace solo seis meses y los dos nuevos de Mas País y la CUP, van a ofrecer alguna solución para el conflicto en Cataluña más allá de la aplicación de mano dura como el tan famoso 155 o el seguimiento a pies juntillas del orden constitucional? Mucho me temo que Cataluña va a ser muy utilizada para, al final, no ofrecer ningún tipo de solución que no sea otra convocatoria electoral, la catalana. Será en esa convocatoria donde claramente se podrá intentar salir del atolladero en el que estamos o en el que algunos nos han metido de manera totalmente irresponsable teniendo el control de las administraciones en sus manos. Estos días que vienen, Cataluña se va a subastar y tristemente se va a convertir en un kleenex de usar y tirar como muchos otros problemas de este país.
Lejos, demasiado lejos se ha llegado con presos en las cárceles, con sentencias que nada solucionan, con violencia en las calles que nada ayudan. Esto no va solo de escuchar y dialogar, o de desembarcar el ejército para que se cumpla la ley. Faltan dosis excepcionales de compromiso y responsabilidad política por parte de la mayoría de actores políticos para resolver un desaguisado que hace que partidos como Vox se froten las manos. A Cataluña se la van a subastar en los debates electorales, va a ser el arma arrojadiza para ganar votos –o por lo menos no perderlos- y una vez pasado el 10-N volveremos al mismo punto de partida. A una sociedad con ciudadanos frustrados: los que quieren la independencia y ven que no la consiguen -pese a hacer cero autocrítica con respecto a los líderes políticos que llevan esta bandera como causa- y los que conciben Cataluña como parte de España y no ven, en ningún partido de los que ahora se vienen llamados constitucionalistas, la solución.
La victoria absoluta no la tendrá Sánchez y por lo tanto nos situamos en el mismo escenario del 28-A: el de los pactos que nunca llegan
Seguiremos en el mismo punto o peor si nadie intenta que esas dos mitades puedan convivir encontrando una salida digna a ambas pretensiones. Las elecciones del 10-N no van de ningún programa, no hace falta, nos conocemos todos (recuerden que solo ha pasado medio año desde que nos presentaron sus proyectos) y llega un punto de hartazgo en ver tanto programa que queda en papel mojado. Las elecciones van de desbloquear España; van de avanzar; van de ofrecer estabilidad política y por consiguiente económica; van de tener en cuenta a los pensionistas; de mejorar el sistema público sanitario; de conseguir una educación puntera en Europa; de avanzar en investigación y desarrollo; de conseguir una sociedad más justa e igualitaria, por ejemplo, con la gestión de los movimientos migratorios; van de todo menos del egocentrismo de los actores políticos por copar el poder; van de que no mueran mujeres a manos de sus parejas; van de aportar soluciones. Y por lo menos van de salir del bloqueo, aprobar presupuestos y ponerse a trabajar en el Congreso.
Ahora bien, a juzgar por la foto ofrecida por Tezanos con el último CIS no descarten tampoco unas terceras elecciones dado que ya apunta que la izquierda volverá a ganar y si esto pasa la victoria absoluta no la tendrá Sánchez y por lo tanto nos situamos en el mismo escenario del 28-A: el de los pactos que nunca llegan, porque si algo ha demostrado que le cuesta a la izquierda es pactar. Nos lo dejaron claro desde el PSOE y desde Unidas Podemos. Veremos cómo acaba en este caso la película y quien será el nuevo matrimonio para los próximos cuatro años.