Opinión

Las causas internacionales de la desaceleración

El aumento de los precios del petróleo, el Brexit, la política comercial de EEUU y el cambio en la política monetaria del Banco Central Europeo son las grandes amenazas de la economía española

  • Mario Draghi, presidente del BCE.

La pasada semana realizamos en clase un ejercicio de Coyuntura. Les pedí a mis alumnos que en el tiempo que construyeran un indicador adelantado para la economía española (y la andaluza por extensión). Un indicador adelantado no es una previsión, es un indicador sintético que resume la evolución de indicadores que de alguna manera “adelantan” la actividad productiva, como es el caso de, por ejemplo, las expectativas de los empresarios o de los consumidores. El resultado, realizado por el alumno Pablo Marti García, es el que se muestra a continuación.

Gráfico desaleración.

En este gráfico pueden ver claramente la existencia en los últimos meses de una corrección del indicador, lo que nos hace prever que el debilitamiento de la economía española se va a mantener en el cambio del año. No obstante, como he tratado de explicar varias veces, aún no hay indicios de una inminente recesión, a pesar de que los vientos que llegan desde fuera son relativamente fríos y no debemos bajar la guardia pensando que no hay nada que temer.

Así, según el informe de octubre del Fondo Monetario Internacional, el crecimiento de la economía mundial será unas dos décimas menor que el estimado en el informe de abril. La institución dejaba así en el 3,7% el aumento del PIB mundial para 2018, cifra idéntica para 2019. Dicha corrección es el resultado de contabilizar una serie de tendencias que pasaré a explicar.

Las expectativas apuntan a que en menos de un año asistamos, al menos, a tres subidas de tipos por parte de la Reserva Federal

En primer lugar, y en referencia a los Estados Unidos, aunque los efectos de los estímulos fiscales son aún palpables, el crecimiento de la economía norteamericana fue inferior en el tercer trimestre al estimado en los tres meses anteriores (3,5% frente al 4,2%). Esta desaceleración se une a varios factores que elevan la incertidumbre sobre el crecimiento futuro. Entre estos factores podemos contabilizar el déficit público que la política fiscal expansiva provoca, un mercado de trabajo que ya podría estar generando tensiones alimentando las expectativas de inflación, la propia incertidumbre política dentro del país, así como las políticas comerciales anunciadas. A todo ello debemos sumar las expectativas de que en menos de un año asistamos, al menos, a tres subidas de tipos por parte de la Reserva Federal.

Los emergentes resisten

Respecto a China, el crecimiento sigue reduciéndose gradualmente. En el tercer trimestre de 2018, el crecimiento de la economía asiática fue del 6,5%, ligeramente inferior al del segundo trimestre (6,7%). Entre otras causas que explican este debilitamiento se encuentran las políticas comerciales proteccionistas aplicadas por los Estados Unidos y que podrían estar generando efectos negativos en su dinámica económica. Frente a esto, habrá que estar atentos a las políticas que el gobierno chino propone para compensar este suave aterrizaje.

En cuanto al resto de las economías emergentes, su evolución estará muy condicionada a las políticas fiscales y comerciales implementadas por los EE.UU. En todo caso, excepto algunas economías como Argentina y Turquía, y a las que se le puede unir Brasil por la incertidumbre de la política económica del nuevo gobierno, el comportamiento del conjunto de estas economías sigue siendo positivo. El propio Fondo Monetario Internacional espera, no obstante, un menor crecimiento de estas economías para el segundo semestre de 2018; concretamente un 4,3%, frente al 5,3% de la estimación anterior de abril.

Por lo que respecta a la Eurozona, los riesgos exportados desde los Estados Unidos y de algunos países emergentes, en particular Latinoamérica y Turquía, a los que habría que sumar otros internos, como son el Brexit e Italia, explicarían la rápida desaceleración ya observada en algunos países. Por ello se espera que en 2018 el crecimiento de la Eurozona se quede en el 2%, dos décimas inferior a la estimación previa y, para 2019, cayendo al 1,8%.

Aún no hay indicios de una inminente recesión, a pesar de que los vientos que llegan desde fuera son relativamente fríos y no parece sensato bajar la guardia

En consecuencia, para la economía española dichas incertidumbres externas, así como aquellas que se gestan en su interior, imponen una reducción de las previsiones de crecimiento. Así, el crecimiento para el tercer trimestre ha sido algo inferior a lo esperado (0,6% intertrimestral cuando se esperaba un 0,7%). Las explicaciones, asociado a todo lo anterior, pasan por un menor aporte del sector exterior y por la subida de los precios del petróleo. También, el relativo mal comportamiento del turismo en los meses centrales del año explicaría parte de la desaceleración observada hasta la fecha. De nuevo, entre los riesgos que tiene nuestra economía, y que pueden intensificarse en los próximos trimestres, se pueden destacar un probable aumento de los precios del petróleo, la resolución del Brexit, la política comercial de EEUU, el cambio en la política monetaria del Banco Central Europeo, la desaceleración de la economía europea, así como las incertidumbres políticas (Cataluña, gobierno en minoría) y económicas (límite de gasto y el proyecto de presupuesto para 2019). A pesar de ello, como se ha comentado, esta desaceleración es lenta, no siendo descartable, a corto plazo, alguna corrección leve al alza. En todo caso, como siempre hay que decir, estas previsiones son las que son hasta que algo cambie.

En resumen, el panorama interno y externo ha seguido desacelerando el crecimiento de la economía española a medida que ha ido avanzado 2018. Aunque no es de esperar una recesión en el corto plazo, nuestra economía se enfrenta a una menor intensidad del crecimiento con claros problemas en sus alforjas: una elevada tasa de paro, sin que se observe un cambio significativo en las razones que lo determinan, y los aún significativos déficits y elevada deuda pública, a pesar de los cuatro años de recuperación. Todo ello limitaría notablemente la capacidad de las políticas anticíclicas ante una eventual complicación económica.

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