El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha dejado por un momento la cuenta atrás de los días que faltan para alcanzar la inmunidad de grupo, los preparativos para la presentación de los planes de España 2050 señalada en la agenda del jueves y otras zarandajas varias para viajar a Ceuta, donde se ha registrado la invasión a nado de más de 6.000 marroquíes, incluidos mil quinientos menores. Por eso, al concluir el Consejo de Ministros Sánchez ha comparecido ante sí mismo, sin periodistas y sin preguntas, para hacer una declaración institucional en la que ha advertido que el Gobierno defenderá la integridad de Ceuta como parte de nuestra nación, la nación española. Ha subrayado que su seguridad y la tranquilidad de nuestros compatriotas y residentes allí están garantizadas por la acción del Gobierno de España, cualesquiera que sean las condiciones necesarias para ello y con los medios disponibles.
El presidente de la ciudad de Ceuta, Jesús Juan Vivas, que este lunes intentó sin éxito hablar con Sánchez y fue desviado hacia el connotado ministro Miquel Iceta, es quien le recibe al pie de la escalerilla como visitante inesperado. Atenderemos el programa que haya de cumplir y las muestras de afecto o de disgusto que le tributen civiles y militares. Registremos mientras que el presidente ha hablado de integridad y recordemos que el artículo octavo de la Constitución dice de qué se componen las Fuerzas Armadas, a saber, “del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire” y señala que “tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.
La cuestión a considerar es que el buenismo tiene la mecha muy corta, que la gesticulación por ejemplo cuando el Open Arms no ha llevado a parte alguna como tampoco toda la demagogia de la retirada de las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla. También que las relaciones con Marruecos han padecido por actitudes inútiles como aquel empeño de Pablo Manuel Iglesias de sumarse la cumbre hispano-marroquí que terminó causando la anulación de la cita hace unos meses.
La cuestión a considerar es que el buenismo tiene la mecha muy corta, que la gesticulación por ejemplo cuando el Open Arms no ha llevado a parte alguna como tampoco toda la demagogia de la retirada de las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla
En la memoria de los mayores está la Marcha Verde, lanzada el 6 de noviembre de 1975 por Hassan II que así, y de la mano de Henry Kissinger, se hizo con el Sáhara para cuya defensa de nada nos valieron las fuerzas militares desplegadas. Los débiles, los desarrapados, los inermes que avanzaron invulnerables hacia la raya y la franja minada y se internaron en el territorio. Eran inatacables por las armas españolas sobre las que hubiera recaído el oprobio internacional de haber sonado el primer disparo. El rey de Marruecos, Hassan II, supo elegir el momento de mayor debilidad, cuando el general Franco agonizaba y ahora su heredero Mohamed VI ha debido percibir otro momento propicio para lanzar a sus bañistas a las playas de Ceuta. Su ventaja sobre nosotros es la de disponer de un sinnúmero de gentes sin nada que perder que cuando llegan a la arena y hacen pie nada han dejado atrás, que no arrastran pertenencia alguna porque viven en la carencia.
De cualquier manera, asombra la sorpresa. Porque ¿dónde están nuestros servicios de Inteligencia que ahora, igual que hace cuarenta y seis años, siguen sin enterarse de nada, se trate de miles de bañistas para las playas de Ceuta o de miles de urnas para los referéndum de independencia ilegales en Cataluña? El anterior presidente que visitó Ceuta fue Zapatero en 2006 y hay que remontarse 25 años atrás para atisbar la visita de Adolfo Suárez en 1981 inmediatamente antes de su viaje al País Vasco. Otro día, lo contamos.