Opinión

Los cinco días que noquearon a Sánchez

La carta fake del lagrimeo fue un error. Desmadejó al partido, mosqueó a la militancia y alertó a los más leales. Sánchez vive, desde entonces, un rosario de contrariedades y desaciertos que alientan todo tipo de rumores sobre un adelanto electoral.

Diez mil personas coreaban improvisados cantitos este miércoles en la presentación del libro de Milei. "Cristina ya va presa" y "Pedro, cobarde, la concha de tu madre" fueron los más entonados. La 'presa' es Kirchner (condenada a seis años por corrupción, pendiente del recurso) y él es Sánchez, que acaba de cancelar las relaciones diplomáticas con Argentina. Ambos fueron los convidados de piedra de una efervescente velada en el Luna Park en la que danzaban Adam Smith con los Stones, recetas macro con los rugidos del león, la biblia y el calefón. Una performance tan extravagante como su protagonista que, ese mismo día, ocupaba la portada del Time y coronaba su cuarto superávit fiscal consecutivo, inédita proeza en un país que heredó en ruinas.

A esas horas, en Madrid, las cosas no brillaban en similar tono para Sánchez. Su gobierno sufría la segunda humillación parlamentaria de la semana. Tuvo que retirar su propuesta de ley del suelo bombardeada por todos los grupos de la Cámara, incluidos sus socios de coalición que pulverizaron en el Congreso el proyecto que habían aprobado en el Consejo de ministros. Ahí no acabó todo. Este jueves, además, recibió otras cinco cachetadas de su pandi Frankenstein, en mociones sobre el Sáhara, Ucrania, dictaduras iberoamericanas, Venezuela y gastos de Defensa. Todos los partidos son unos canallas en cuanto se acercan las urnas. Sumar, en avanzado estado de extinción, no iba a ser menos.

Su forzada melancolía de pordiosero espiritual, sus lamentos de baratija, sus suspiros de utillería movieron primero a la perplejidad, luego al desconcierto y, finalmente, al rechazo general, incluidos los propios

Milei aparecía triunfante y Sánchez, más bien tocado. La zapatiesta surgida de las 'sustancias' y de la 'corrupta' daba ganador al Río de la Plata. Luego de cinco meses de severísimo ajuste para encarrilar las cuentas que heredó del peronismo mafioso, la popularidad del inquilino de la Casa Rosada no ha descendido ni un punto, algo que se antoja realismo mágico o milagro criollo. Al sonámbulo del Palacio de la Moncloa las cosas le pintan peor. Un presente desgarrado de heridas y un futuro que chorrea incertidumbre.

Nada le funciona desde la jugada de la carta lastimera y la amenaza del retiro adolescente. Sánchez no es Werther. Su forzada melancolía de pordiosero espiritual, sus lamentos de baratija, sus suspiros de utillería movieron primero a la perplejidad, luego al desconcierto y, finalmente, al rechazo general, incluidos los propios. La patraña se le volvió en contra. Extramuros, lejos de conseguir la portada del Time, cosechó un rosario de primeras en toda la prensa europea con la fatídica alineación de tres palabras en sus titulares: Begoña, corrupción y dimisión. De puertas adentro, alimentó una notoria desconfianza en sus filas, luego de esas cinco jornadas en babia, ese lapso vacío de información, ignorantes de lo que pensaba el gran caudillo, despojados de cualquier migaja de indicios sobre su futuro. Muchos militantes piensan que se trató de una maniobra para decantar a los leales de los tibios, a los talibanes de los judas. El ánimo del partido resultó cuarteado. Una nube de temores y rumores se expandió por las terminales de la formación, cada vez más secta, donde se está a la espera de una inminente degollina. La vice-uno Montero tiembla en su inestable silla. Isabel Rodríguez, antaño vocera, ahora se palpa con recelo la garganta.

Fango, lodo, bulos

Superadas las europeas, el prodigioso narciso acometerá dos medidas en su eterna huida hacia adelante. Poner en marcha su 'plan de regeneración democrática' y proceder a una remodelación de su gabinete. La regeneración, ya es sabido, consiste en ahogar a los medios independientes (los que van quedando) y acogotar a los jueces que permanecen indomables. Su comparecencia parlamentaria del miércoles fue el estruendoso anuncio de estas dos iniciativas. Tanto fango, lodo y bulos son el burdo libreto en el que se basará esta acometida contra la libertad de información y el estado de Derecho. "¿Me quieren quebrar? Van listos". Cuando el jefe de Gobierno de la cuarta economía de la UE utiliza en el Hemiciclo los mismos términos que, cabe suponer, prodiga con sus amigos entre chanzas y gintonics, quiere decir que está desesperado y dispuesto a todo. Una mirada colérica y tiránica acompañaban sus palabras. Luego le ordenó a Armengol que amordazara a Feijóo. Ganas tenía, también, de ordenarle que despejara la bancada del PP y prohibiera a sus diputados la vuelta a la sala. Todo se andará.

Resulta difícil confiar en un abrupto desenlace. Puigdemont, petimetre imprevisible, tiene el poder de la moción. Nadie imagina que vaya a dar el paso, al menos hasta asegurarse la amnistía, con recursos y contrarrecursos, lo que lleva meses

La cartita fue una atropellada pifia, ahora lo sabe. Ese renegrido secretismo ha inundado de sospechas a su servil ejército de estómagos agradecidos -cuadros y cuadras- que se preguntan si lo volverá a hacer. Si decidirá tomar el portante sin aviso previo ni dejar ordenada las filas de la cochiquera del progreso. Sabe que patinó, que le salió mal la añagaza y, por eso, se prodigó luego por las emisoras para cantar su voluntad de continuidad, para despejar el chamullo de la renuncia y el relevo. "Hasta el 27 y más allá", cacareó con desespero.

Seguir o no, sólo de él depende. Sólo él puede disolver las Cortes y convocar elecciones. ¿Ocurrirá algo sorpresivo el día 29 del presente como atisba el PP? No cabe esperar un abrupto desenlace. Puigdemont, petimetre imprevisible, tiene el poder de la moción. Nadie imagina que vaya a dar el paso, al menos hasta asegurarse la amnistía, con recursos y contrarrecursos, lo que lleva meses. Cabe tan sólo la posibilidad del hastío, la fatiga emocional, el insufrible desánimo del presidente. ¿Sánchez tiene sentimientos?, se preguntaba uno de sus diputados esta semana en la cafetería del Congreso.

Un cerco se cierne sobre su futuro en tres frentes, todos ellos judiciales. Caso Begoña, caso Koldo y el tenebroso abismo del espionaje del Pegasus. Todos ellos parecen fuera de su control. La instrucción del juez Peinado sobre los business de Begoña avanza. La de la trama Koldo, también. Las escuchas de los móviles se desentrañan a buen ritmo en la UCO. Se mira de reojo a Jerusalén. ¿La disparatada movida sanchista del Estado de Palestina, con los criminales coros de algunos compañeros de la causa, es quizás el antídoto ante una posible venganza de Natanyahu?

Adelantar elecciones

Un Gobierno que no gobierna, un presidente que tan sólo pretende permanecer en el poder y un país atascado, sin más objetivos que escapar del precipicio, es la realidad de una legislatura malherida que arrancó apenas hace unos meses. Sin presupuestos ni mayoría parlamentaria, a Sánchez no le queda más política que la exterior. Ayer, Argentina; hoy Palestina, mañana...¿a qué embajador llamará a consultas? ¿Con qué otro país encabronará? ¿Qué nueva hipócrita medida dispondrá en su enfebrecida escapada? Luego de su retiro fake, de sus cinco días de llanto, ofrece ahora la imagen de un tipo resquebrajado e histriónico, embozado en el rencor y atrincherado en el odio. Nadie le quiere ya. Por eso ni siquiera puede pensar en hacerse un Sunak y adelantar elecciones. Aunque vaya usted a saber.

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