Opinión

'Closed arms'

La Unión Europea ha vuelto a demostrar con la crisis humanitaria del barco 'Open Arms' que funciona a espasmos y con intereses contrapuestos entre sus Estados, de espaldas unos a otros  

  • Matteo Salvini, ministro del Interior italiano.

Lo del barco Open Arms (brazos abiertos) da para una novela todavía no sé de qué genero; probablemente gore. 133 seres humanos echados al mar por las mafias desde Libia, vagando quince días por el mar porque el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, necesita hacer campaña electoral con su particular lema Closed Arms (brazos cerrados) y al grito de que él es el único que vigila las fronteras de su país de la amenaza allende el Mediterraneo.

Sí, da todo mucho asco porque Salvini mejor que nadie sabe la complejidad de un problema que tiene su origen, entre otras razones, en la pelea que Italia y Francia, entre otros, por lograr el control del petróleo en ese Estado fallido que es Libia; un Estado donde el gobierno apoyado por la ONU y la UE no manda más allá de la capital, Trípoli.

Ver al lustroso Salvini así, con los brazos abiertos negando el pan y la sal a los desharrapados que están en la cubierta de ese barco es más de lo que nuestra (mala) conciencia occidental puede admitir.

Pero tengo para mí que el ministro del Interior ha calculado mal porque la externalización del problema y sus costes que pretendía le han estallado en la cara: hasta los ministros de Defensa y Transportes de su país se niegan a seguirle en la astracanada y ha tenido que aceptar "contra su voluntad" (sic) el desembarco de 28 menores ordenado por la Justicia italiana.

El episodio, con toda su carga de dramatismo, incluso con la carga de responsabilidad que pueda tener el Gobierno español y el resto por permitir que los inmigrantes sean carne de cañón en un pulso político de alto nivel, es bueno para que la UE se desperece del letargo veraniego.

El ministro recula

Porque es así, no cediendo a impulsos primarios de solidaridad, como se combate a un tipo que no duda en tomar rehenes -133 en concreto- para encaramarse en las encuestas de cara a las elecciones en su país. Gracias a la fortaleza de otros gobiernos y de los compañeros de gabinete de Salvini que el tipo ha tenido que tragarse su negativa a permitir la entrada del Open Arms en puertos italianos.

Empieza a vislumbrarse la salida del túnel después de quince días de sufrimiento e incertidumbre en cubierta por la cerrazón con miras a un futuro cartel electoral, pero ese sacrificio puede haber valido la pena para poner a los Salvini de turno frente al espejo.   

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