Opinión

Cuando llegan los melones hay que doblar los garzones

Nada más superfluo e indoloro en su inutilidad en el Gobierno que el Ministerio de Consumo encabezado por Alberto Garzón

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Cualquier persona en su sano juicio enfrentada a la necesidad de cuadrar su presupuesto en circunstancias adversas, es decir, todos nosotros en estas últimas semanas del verano oficial preparándonos para el otoño que nos espera, empezamos siempre por la eliminación de las partidas inútiles. Esas cuotas a clubs o gimnasios que no llegamos ni a estrenar, el transporte que puede sustituirse con un poco más de tacón, o las suscripciones a ofertas variadas que parecieron tener sentido en su día pero que, vistas desde hoy, no podemos ni explicarnos. No son grandes cantidades pero constituyen un buen principio y nos animan a afrontar seguidamente otros recortes más difíciles pero también de mayor peso y, sin duda, más necesarios.

No es de extrañar entonces que Núñez Feijoó, enfrentado a nuestro casi inabarcable déficit público, solicitara de Sánchez que aproveche la posible remodelación de su Gobierno para abordar la racionalización del gasto, eliminando algo superfluo y relativamente indoloro. Y nada más superfluo e indoloro en su inutilidad en el Gobierno que el Ministerio de Consumo encabezado por Alberto Garzón, el único ministro de este Gabinete tan progresista y tan de izquierdas cuya boda y subsiguiente viaje de novios a Nueva Zelanda (como el de cualquier otro joven de su edad) ha sido portada del Hola.


Creada para cumplir las cuotas de poder exigidas por Podemos para apoyar al Gobierno socialista, esa dirección general transformada en ministerio ha sido, un despropósito desde el primer día. Enhebrando una ideíca con otra, las llamadas “garzonadas”, los colocados por cuota en el así llamado Ministerio han confundido la gestión con el tuiteo simplón, con consejos elementales como que en verano hay que comer melones y sandías y en invierno lo suyo es darle a las naranjas. O sea, hemos tenido que esperar a que lleguen ellos para saber qué frutas y verduras son de temporada.

Los colocados por cuota en el así llamado Ministerio han confundido la gestión con el tuiteo simplón, con consejos elementales como que en verano hay que comer melones y sandías y en invierno lo suyo es darle a las naranjas

En esa indecencia esencial que consiste en no darle valor al dinero del contribuyente, el señorito Garzón también se ha dejado, por ejemplo, casi 110.000 euros en una campaña para promover una “huelga de juguetes”, con el peregrino propósito de obligar a los niños a jugar con un tractor o una muñeca, en vez de con aquello que más les guste. Y así ha ido quemando presupuesto en memeces como si el dinero brotara de los árboles y no del trabajo de usted, amable lector que sigue aquí conmigo a estas alturas de la columna.

Pues bien, la respuesta de Sánchez a la sugerencia de Feijoó sobre este Ministerio de risa ha sido la esperable. No solo no lo elimina sino que crea una subdirección general nueva más para alegría de amiguetes y cuñados de Izquierda Unida necesitados de su primera nómina y a ser posible sin estrenarse en eso tan de derechas que es trabajar.

Y ahí que vamos, aderezando a los tres pobres funcionarios de carrera que llevarán el peso del trabajo con un indeterminado número de asesorías y enchufismos varios. Y no me vuelvas a chistar, Feijoó, que te creo otra subdirección general antes de que termines la frase.

Incluso este ministerio de cuota tiene sus cosas buenas. En su vagancia congénita, Garzón lleva cinco meses sin presentar ni una sola propuesta al Consejo de Ministros. Como esos hijos de millonarios a los que sus padres prefieren pagar un sueldo por estar tirados en el sofá antes de correr el riesgo de que se pongan a trabajar y acaben con la empresa, todos los españoles deberíamos dar por buena la partida presupuestaria que le asignamos mientras lo use en no hacer nada. Porque seremos pobres, pero en nuestros lujos innecesarios mandamos nosotros.

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