En su crónica para El Mundo del acto de Cambo-les-Bains, Leyre Iglesias subrayaba la belleza del lugar, en lo que asemejaba una metáfora de la ceremonia de blanqueo (o mejor pseudohomenaje -no, no es ésa la fastuosa automamada con la que delira mi amigo Montano-) a la que estaba asistiendo. Se trataba de una observación del todo pertinente: como es sabido, el escenario de una buena parte de los tiros en la nuca no fueron sino marcos incomparables en perpetua rivalidad. ¡Ay, estos chicos, con lo bonito que es esto y lo bien que se come!
Y ojo, que aquí sufrir hemos sufrido todos. Que cada uno tiene sus razones y si no las respetas te vuelves a tu pueblo, pues. Siempre me pregunté si no habría sido más eficaz, en la lucha contra el terrorismo, que en el Bulevar se hubieran vendido postales de txakurras despanzurrados. Y quien dice el Bulevar dice las Ramblas, la Puerta del Sol o el parque de María Luisa. Desde Euskadi con amor.
Al igual que Cambo-les-Bains, el escenario de una buena parte de los tiros en la nuca no fueron sino marcos incomparables en perpetua rivalidad
El fotógrafo y surfero Willy Uribe, por encargo mío y de Arcadi Espada, fue fotografiando ‘crime scenes’ en el mismo día y a la hora exacta del ‘crime’. Al poco de que las fotos empezaran a publicarse, y como quiera que la manada atinó a identificar una pauta, empezaron a esperarle en los siguientes meeting points. Un insulto, un abucheo, un amago. Click. No he dejado de pensar en la posibilidad de que aquellos borrokas consultaran un regio almanaque. Con muertos en lugar de ligas, copas y uefas.
En San Sebastián se perpetraron 94 asesinatos: qué mejor ruta de la memoria que cinco, seis, siete días visitando cunetas; las de la democracia. Aun podría compaginarse el recorrido con un circuito gastronómico y fundir ambos itinerarios: “Han llegado ustedes al bar ‘La Cepa’. Degusten sus especialidades, todas ellas excelentes (oh, la brocheta de solomillo); en la primera mesa del comedorcito, pasados los servicios, Valentín Lasarte mató a Gregorio Ordóñez”. No he vuelto por allí ni creo que lo haga. Una cuestión más física que moral, y vuelvo a Montano: el estremecimiento de saber que uno va cruzándose, e incluso rozándose, con una ingente cantidad de hijos de puta. ¿Relato? La historia la escriben los vencedores, sí, pero hay que enseñarla.