El líder de ERC, Oriol Junqueras, tiene claro su objetivo, es lo que antes fue Pujol, que se pasea por las Españas haciendo amigos, sumando no separando, explicando su vía de diálogo, no huyendo como Carles Puigdemont. El que hace un guiño a los andaluces desde la televisión diciéndoles que les quiere, una empatía que solo tuvo en su día el mandatario convergente y que nada mal le funcionó a juzgar por el cuarto de siglo que ostentó el poder. Ahora, gracias a esa reforma de la malversación, su alfombra roja para volver a la política activa podría estar más cerca que nunca.
Estratégicamente implacable, consigue el indulto, hace a uno de sus alumnos presidente y si todo sale como lo previsto, se podrá presentar a las elecciones. Quizás guste más o menos, pero el hecho es que pasó por la cárcel, cumplió condena hasta ser indultado y sigue en estos momentos inhabilitado, ya por poco tiempo. Cumplió con la justicia y logró suficiente apoyo ciudadano para gobernar en coalición con los ex convergentes. Cierto es que no estamos en los tiempos de la violencia y la ruptura de la Cataluña de 2017, pero no se pueden lanzar campanas al vuelo en una sociedad que está dividida a partes prácticamente iguales, según todas las encuestas que se han publicado en los últimos años, sobre el sí o no a la independencia.
Servicio público
Junqueras tiene más opción de pasar de preso a president que cualquier líder de Junts y así lo ha ido cociendo a fuego lento este partido que hace gala de ser limpio, de no tener casos de corrupción. Al final, tras todo el ruido que provoca la inédita fórmula impulsada por el Gobierno para modificar el delito de malversación, lo que debe quedar claro es que ningún político pueda la mano en la caja para sus asuntos a no ser que se ampare en el argumento del servicio público, y que así lo pueda justificar ante cualquier tribunal.
La política de este país no puede colgarse medallas con los innumerables casos de corrupción que afectan a la mayoría de partidos. Hay líneas rojas que no deben ser traspasadas en aras de lo que debe ser la gestión de lo público. Resulta obvio insistir en que más que el beneficio o lucro individual se debe pensar siempre en el colectivo, un aspecto que no todos practican. La política no puede seguir con casos que transmiten la sensación de impunidad y de que los políticos se llenan los bolsillos sin cumplir con su deber. La posibilidad de que Junqueras se pueda convertir en president da más alas a la derecha que a Sánchez por mucho que pueda gobernar gracias a los apoyos de ERC. Aunque el delito de malversación debería afectar indistintamente a todos por igual, ahora el gran beneficiado será el líder independentista para enorme disgusto de la formación de Puigdemont. A veces en política dar la cara tiene premio.
vallecas
En la escena final de Thelma&Louise , ellas sabían lo que les esperaba al ir a toda velocidad hacia al precipicio. Yo creo Dª Inma, que muchos de ustedes pensaban que iba a aparecer un puente mágico o que unas ángeles las depositarían suavemente en el suelo.
Norne Gaest
Formidable comentario, con el que estoy totalmente de acuerdo. Yo añadiría, como otra pata perversa que deforma un correcto tratamiento de los asuntos colectivos, a los nazionalistas regionales, en los cuales, además de las peculiaridades malsanas que Wesley indica en los socialistas, se podrían añadir el tribalismo identitario, la xenofobia, el supremacismo... e igualmente con presupuestos falsos, puesto que la única nación que ha existido y existe en España es la propia España.