Opinión

Decepción, depresión, reacción, presión

Fue notoria por indisimulable la decepción de Núñez Feijóo y sus colegas en la dirección del PP la noche electoral. Ve

  • Alberto Núñez Feijóo, Cuca Gamarra e Isabel Díaz Ayuso en el balcón de Génova celebrando los resultados del 23-J -

Fue notoria por indisimulable la decepción de Núñez Feijóo y sus colegas en la dirección del PP la noche electoral. Ver frustrada la expectativa de poder gobernar siendo además como era algo que se daba por seguro les resultó decepcionante y no era para menos. El balcón de Génova destilaba tristeza y ni los gestos y palabras, forzados ambos, pudieron disfrazar el estado de ánimo colectivo que se percibía claramente hundido. Más aún al compararlo con lo que veía en los aledaños de Ferraz donde un eufórico Sánchez y una saltimbanqui MJ Montero celebraban anticipadamente que la abstención de los colegas de un prófugo de la Justicia fuera a prolongar su estancia en el poder.

Pasada la noche de autos, la decepción inicial dio paso a una inevitable depresión, alimentada aún más por la prontitud con la que el PNV se avino a avisar con inusitada prontitud que esta vez el arrendamiento de sus votos miraría a la siniestra lo que, de manera indubitable, ha venido a devaluar la lógica y legítima aspiración del líder del PP en orden a recibir y ejecutar el encargo de intentar su investidura en el Congreso de los Diputados. Y sí, sin duda, deprimidos es como se encuentran los dirigentes populares, también sus electores.

Como buena nueva el arrebato al PSOE del último escaño por Madrid merced al voto de los residentes en el extranjero, hecho que modifica el tablero de juego y no de forma baladí

Pero la depresión es una situación que no pueden permitirse los líderes políticos, menos aún si son los que dirigen un partido con experiencia y vocación de gobierno. De ahí que sea necesario y urgente que pasen a la reacción y, asumiendo la realidad determinada por las urnas, reinicien el combate con las nuevas coordenadas y en el nuevo escenario en el que les toca combatir. Para facilitar que reaccionen han recibido como buena nueva el arrebato al PSOE del último escaño por Madrid merced al voto de los residentes en el extranjero, hecho que modifica el tablero de juego y no de forma baladí.

Para empezar, la probable futura investidura de Sánchez requiere ahora el voto favorable de los diputados liderados por el prófugo Puigdemont. Quizás esto no suponga una elevación del precio a pagar por aquél, pero desde luego viene a estropear el previsible relato -ya preparado- del PSOE en el que se rebajaría la relevancia del acuerdo por el que hubieran alcanzado el Gobierno con el apoyo de los de Junts. No votaron a favor en la investidura sería su mantra, como lo ha sido en esta legislatura para intentar relativizar que Sánchez fue presidente en 2019 gracias a los de Bildu a los que les bastó con abstenerse para regalarle la investidura. Pero no es esa la única dificultad generada al PSOE por el cambio de escaño que ha provocado el voto CERA. En tan solo unos días se constituyen las nuevas Cortes Generales y para entonces, si el PSOE no ha llegado ya a un principio de acuerdo con el huido de la Justicia, asume como riesgo que la presidencia del Congreso recaiga en un diputado del PP.

O se contenta rápidamente a Puigdemont de forma visible y explícita o el próximo presidente del Congreso puede ser un diputado del PP

Lo descrito emborrona la táctica explicitada por el PSOE de implementar una negociación lenta, con sordina, llevada a cabo por Bolaños -el "ministro que tiene que subir"- y MJ Montero -la ministra saltimbanqui- con pretendida discreción. Pues parece que no, ni lentitud, ni sordina, ni discreción. O se contenta rápidamente a Puigdemont de forma visible y explícita o el próximo presidente del Congreso puede ser un pepero. Este premio de consolación, sea la reseñada presidencia o sea ver el derrumbe de la pretendida táctica socialista, debiera ser el punto de inflexión para la reacción de Núñez Feijóo. Lamidas ya las heridas, toca llamar a arrebato a sus fieles y empezar a jugar el nuevo partido en el escenario determinado el 23-J. No hay otra.

Y consumada la obligada reacción, y de lograr Sánchez su anhelada prórroga en La Moncloa como es previsible, la única opción razonable para el equipo azul es decretar un pressing por todo el terreno de juego, presionando en todo momento a todos los jugadores rojos tengan o no el balón. Deben presionar cada vez que se adopte una decisión impuesta por cualquiera de los variopintos socios de investidura que va a tener Sánchez. Deben presionar, como no han hecho hasta ahora, cada vez que se haga público cualquier dato económico trufado por la magia estadística de la insulsa Calviño. Deben presionar ante cualquiera de las muchas medidas que adoptará Sánchez que comprometa el futuro de las pensiones públicas. Deben presionar ante cualquier proyecto de Ley que siga pretendiendo dividir a la sociedad española en buenos y malos. Deben presionar ante cualquier nuevo despilfarro de los recursos públicos. Deben presionar ante cualquier nuevo intento de seguir aumentando el expolio fiscal al contribuyente español. Deben presionar frente a los continuos desaires y ninguneos que se dedican al Jefe del Estado. Deben presionar contra el abuso de las políticas asistencialistas que dificultan que la economía española sea productiva y competitiva. Deben presionar contra los ataques generalizados o individualizados a los empresarios. Deben presionar...

Una oferta política

Presión, presión y más presión. Sin titubeos ni complejos. Existe en la sociedad española una mayoría no socialista que quiere, desea y anhela el fin de los anticuados y obsoletos remedios socialdemócratas. Solo hace falta que a esa mayoría se le prometa una oferta política no amedrentada que lidere la salida del actual túnel en el que estamos metidos.

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