Opinión

En defensa del bipartidismo imperfecto (I)

El fracaso de un Parlamento fraccionado en muchos partidos ha generado una conciencia de desorden y de impotencia para gobernar

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al inicio este miércoles del pleno del Congreso.

Pertenezco a una generación que se empapó de discusiones sobre la estructura y la coyuntura. Influenciados por el estructuralismo y el marxismo, creíamos que el futuro estaba determinado, y esa idea no era sino un anhelo de salir de la dictadura franquista, durante la cual se había desarrollado toda nuestra existencia. Evidentemente, nuestra esperanza o anhelo era una idea completamente contradictoria con los fundamentos lógicos de los determinismos científicos que entonces nos parecían verdades irrebatibles. 

Después llegó la democracia política en España, comprobamos que discursos locoides -como los que ganaron el Brexit- podían alterar el rumbo histórico de un país, leímos a Karl Popper y a Isaiah Berlin, y nos dimos cuenta de que la vida humana y su sociedad mejoraban o empeoraban dependiendo de muchos factores; en fin, que realmente no estaba determinado el futuro del individuo y de la humanidad. 

Yuval Noah Harari, un afamado historiador y ensayista israelí, sostiene que la humanidad está sometida a las leyes físicas de la termodinámica, como cualquier otra materia, y por lo tanto tiende al desorden, o a aquello que se denomina entropía. Pues bien, Harari explica que la entropía social, la tendencia al desorden hasta la aniquilación, se frena cuando se busca el orden con el Estado y el Derecho. (A los independentistas catalanes que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo habría que recordarles que el orden del Derecho está por encima de las votaciones democráticas, que efectuadas contra el Derecho generan desorden e incluso violencia; y ya lo planteó Hobbes hace siglos). Todo esto me sirve para enmarcar mi análisis sobre los partidos políticos enfrentados en estas próximas elecciones.

El bipartidismo imperfecto se corresponde con el sistema político, pero sus beneficiarios, por ansias de poder, pueden perfectamente alterarlo o, incluso, destruirlo

Parto de un hecho claro y distinto: el fracaso de un Parlamento fraccionado en muchos partidos ha creado conciencia de desorden, y de impotencia  para gobernar, y por eso la tendencia electoral de las próximas votaciones será a favor de que se vaya reconstruyendo el modelo del bipartidismo imperfecto, un modelo que es acorde con nuestro sistema político constitucional, y que es el gran deseo no confesado de todos los partidos, pues todos quisieran ser uno de los dos partidos hegemónicos.

Esa tendencia al bipartidismo, dejando aparte otras muchas consideraciones (por ejemplo, hay menos pluralismo intelectual cuanto más esté dividido el Parlamento en partidos), en España se comprueba porque las coaliciones gubernamentales nunca se han dado en el actual sistema político nacional.

El bipartidismo imperfecto se corresponde con el sistema político, pero sus beneficiarios, por ansias de poder, pueden perfectamente alterarlo, o incluso, destruirlo. Algo de eso sucedió hace más de veinte años en España. El PP de Aznar intentó romper el electorado socialista cuando promocionó a Anguita y su IU mediante la famosa “pinza” (enero de 1995). Después el socialismo catalán contraatacó con el pacto del Tinell (14 de diciembre de 2003), por el cual las izquierdas catalanas excluían al PP de cualquier relación política o acuerdo de gobierno.

Esas maniobras no dieron mucho de sí, pero cuando estalló la crisis económica, el Gobierno de Zapatero se encontró con el movimiento del 15-M de 2011, surgido en plena campaña de las elecciones municipales y autonómicas de aquel año. Uno de los eslóganes del 15-M fue “No nos representan. No les votes”, que contribuyó al fuerte retroceso del voto socialista, mientras el resultado electoral del PP fue magnífico, anunciando el triunfo posterior de Mariano Rajoy y la derrota de Alfredo Pérez Rubalcaba en las elecciones nacionales de noviembre de 2011. 

Todo apunta a que la tendencia electoral de las próximas votaciones señalará el camino de la reconstrucción del bipartidismo imperfecto

El Gobierno de Rajoy de aquella legislatura perdió dramáticamente sus apoyos electorales, desde su mayoría absoluta en ambas Cámaras, como consecuencia del tremendo efecto de los recortes del Estado de Bienestar, combinado con los escándalos de corrupción de su propio partido. Sin embargo, el PSOE no pudo ser la alternancia al PP de Rajoy, pues parte de su electorado prefirió votar a Podemos, un partido fundado en 2014, y que aparecía como la expresión organizada del 15-M. Después de unos grandes éxitos en las elecciones europeas de 2014, y las municipales y autonómicas de 2015, Podemos se presentaba a las elecciones generales de diciembre de 2015, con el objetivo de sustituir al PSOE como partido hegemónico de la izquierda. En ese crecimiento electoral, los líderes de Podemos contaron con grandes apoyos en diversos medios de comunicación, de muy variada adscripción ideológica y empresarial, y Pablo Iglesias se constituyó en el líder más mediático en el espacio de la izquierda.

En el acto del día de la Constitución de 2015, poco antes de las elecciones, el presidente Rajoy se acercó espectacularmente a Pablo Iglesias para decirle, en alta voz y amistosamente, una frase elocuente: “¡Vais muy bien!”. Inmediatamente después, Pablo Iglesias repitió la frase de Rajoy en La Sexta, la emisora televisiva que mayoritariamente veían los electores de centro izquierda, y que entonces no ocultaba su preferencia  por el líder y el programa de Podemos.

Fueron en aquellas elecciones de 2015 cuando pareció que el bipartidismo desaparecería, al menos en el espacio político del centro izquierda, pero esa historia continuará en otro artículo.  

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