Opinión

Demasiado para Sánchez

Otra semana de contratiempos. La visita de inspección de la UE, los fiascos de Calviño, los ceses por la chapuza de los túneles... Sánchez, en su desesperación, hasta veta la agenda exterior de Feijóo

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la sesión de control del Senado

Pocos títulos periodísticos tan recurridos, salvo el infaltable Crónica de una muerte anunciada, como el que encabeza estas líneas. Un homenaje al Gálvez de Jorge Martínez Reverte, novela negra pionera y castiza que incluía un pasaje inolvidable en la cola de una ventanilla bancaria. Demasiado para Sánchez es la conclusión racional a la que arriban expertos, analistas y algún politólogo de provincias cuando dan en analizar el prontuario presidencial de Pedro Sánchez y, sobre todo, su futuro. "De esta no sale". "Imposible que sobreviva". "Está finiquitado". Así sucesivamente. A lo largo de estos cinco años se le ha dado por muerto más veces que a Tom Jones. Y ahí siguen.

Cierto que el de aquí lo tiene peor. Todo el mundo conoce su fecha de caducidad. De noviembre no pasa. Quizás ni concluya junio. Justo lo contrario que el cantante británico que, a sus 82 años, emprende ahora una gira de dos meses por EEUU y este verano recalará en Marbella del bracete de su fiel amante Delilah. Al tigre de Gales le acompaña la suerte y el éxito. Al líder socialista le persiguen los desastres. "No pasa un día en que no estemos un rato en el infierno", comenta un veterano fontanero de presidencia. "A cada gol que metemos, nos marcan tres". Se ha convertido en un ser desdeñado y hasta se le ha puesto cara de perdedor. Su rebaño de fieles encoge, sus esperanzas de victoria, decaen. Se desenvuelve en una especie de inquietud culpable. Bracea sin tino consciente de que, como su suerte y su magia, también su tiempo se acaba.

Convoca de urgencia a Albares para que le explique, con profusión de agendas y detalles, cuál y cuándo es su próximo viaje. Vive más fuera que dentro

Apenas se fía de los suyos. La mitad del Gobierno, color morado, lo apedrea y la otra mitad se tapa. Se desayuna cada mañana con un guantazo de Belarra, o Irene, o un Echenique compadrito y faltón. Después de pasear al perro, entre gruñidos (de ambos) convoca de urgencia a Albares para que le explique, con profusión de agendas y detalles, cuándo y adónde es su próximo viaje. Vive más fuera que dentro. En su casa solo tiene problemas, peleas ruidosas, cifras que no cuadran, gente que le silba, un ambiente dañino y hostil. Ni el glamur le respeta. Le chiflaron hasta en la Pasarela Cibeles donde todo es evanescente y ornamental.

Esta semana se han percibido claros motivos para su desesperación. La grata noticia de los 6.000 millones de fondos de ayuda remitidos por su admiradora Ursula Von der Leyen quedó relegada por la visita de Monika Hohlmeier al frente de un grupo de incómodos europarlamentarios, ansiosos por conocer los detalles de las trampas de Nadia Calviño y la rebaja del delito de malversación. Los 2.500 millones de dádivas para becas se vieron empañados por la sombra de otra visita molesta, también europea, las llamadas 'damas de negro' interesadas en conocer los detalles de la ley Trans de Irene Montero. Una contrariedad tras otra, un rosario de reveses que corta el aliento en el despacho principal de la Moncloa.

Ni siquiera encuentra consuelo en el refugio del 'pan y circo' porque el uno (a cesta de la compra) está por las nubes y el otro (el fútbol) es ahora una escandalera

Mientras silba en su escaño o esgrime nerviosas sonrisas, Sánchez se asoma a un panorama desolador. Todo fluye en su contra. La escalada de las hipotecas, el retorno del antipático precio de la gasolina, los impuestazos sin mesura. Ni siquiera encuentra consuelo en el refugio del 'pan y circo' porque el uno (la cesta de la compra) está por las nubes y el otro (el fútbol) es ahora una escandalera mafiosa de árbitros y chorizos. Topar y topar, es la alternativa que le ofrece Yolanda Díaz, peronizada y furiosa, ansiosa por tomar al asalto Mercadona y El Corte Inglés.

Se muestra renuente a repetir una crisis de Gobierno. Primero, por evitar una estampa de debilidad. Segundo, porque carece de banquillo. La última vez que cambió ministros resultó un desastre. Fichó a un grupo de alcaldesas provincianas incapaces de sortear un problema o aportar una solución. Se arrepiente también de haber situado a Eme Jota Montero al frente de Ferraz, luego de confirmar lo que tantos le advertían: nada inteligente puede albergar esa cabeza desbordada de truenos e incoherencias.

Perdido en una inverosímil ficción de empresarios avarientos, banqueros con puro, cenáculos golpistas y el fantasmal espectro de la derecha mediática, judicial y política, Sánchez no acierta en dar con la respuesta. "España está cansada de usted", le espetó Feijóo este martes en el combate desparejo del Senado. Unas horas antes, el Ministerio de Defensa había vedado al líder de la oposición cumplir una visita a las tropas españolas en Letonia. Margarita Robles, la titular del departamento, aventó unas ridículas excusas sobre la coincidencia de no se sabe bien qué maniobras con la OTAN. Así de desharrapada anda la moral de la tropa del progreso, poniendo zancadillas de adolescente al jefe del PP.

Una situación sin salida, un cul de sac sin retorno. Incluso entre los propios late una coincidencia unánime sobre esta profecía casi autocumplida: Todo cuanto acurre es demasiado para Sánchez.

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