Opinión

El show de Olona

A diferencia del protagonista de ‘El show de Truman’, que descubrió el engaño a medida que se hizo mayor, la abogada del Estado y ex portavoz de Vox sabía donde se metía cuando aceptó la oferta de Abascal

Definitivamente, Macarena Olona no se asemeja en nada al inolvidable protagonista de El show de Truman, interpretado por el igualmente histriónico y gesticulante Jim Carrey, ni veo en Santiago Abascal a su inquietante creador, como sí lo es de Truman ese Christo encarnado magistralmente por un Ed Harris con gorra en su papel de realizador/manipulador de una vida programada para ser televisada desde el nacimiento hasta la muerte.

Por mucho que la ex candidata de Vox a la Presidencia de la Junta de Andalucía hace menos de un año quiera ahora poner tierra de por medio de la que ha sido su vida política los últimos siete años, presentándose nueva y liberada, una Truman femenina y supuestamente engañada por los suyos que, de la mano de Jordi Évole ante todo un país un domingo por la noche, abre su particular puerta del horizonte, como en la famosa escena final de la película, no cuela.

Lo único que une ambos shows, uno distópico cuando se rodó (1998) -ya no tanto al paso que van los realities-, vital y enternecedor, el otro político y un obsceno por la incoherencia de quien lo protagoniza, es que ambos van dirigidos a un horario de máxima audiencia para un público ávido de emociones y miserias varias. Esa audiencia televisiva es lo que más parece importarle a esta Agustina de Aragón o Macarena de Graná, que yo ya me pierdo, en su cruzada contra los ex de su partido que la abdujeron hasta que, por lo visto, se dio cuenta que solo buscan -ella no- ”hacer negocio con la bandera de España” (sic):

A diferencia del desgraciado Truman, ignorante hasta que empieza a sospechar del reality que estaba protagonizando ante unos enfermos Estados Unidos extasiados por el espectáculo del bebé catódico, Olona supo en todo momento donde y para qué se metía donde se metía cuando dejó la Abogacía del Estado a 7.850 euros/mes; ha revelado ella sin que nadie se lo pidiera.

Y no solo eso: como portavoz adjunta que fue del que hoy es el tercer partido de España después de PSOE y PP, diseñó y ejecutó con sus compañeros ”nazis” (sic) la misma estrategia ”xenófoba” y ”machista” que ahora denuncia también en su vertiente “corrupta” -en todo relato que se precie no podía faltar el maldito parné- con el objetivo indisimulado de hacerse hueco otra vez en la política... Las cartas, boca arriba.

Insisto, no cuela. La ex portavoz adjunta de Vox no fue llevada arrastras a la tribuna de oradores y a la sala de prensa del Congreso a soltar improperios contra todo lo que se meneaba. Se empleó con denuedo, como puede comprobarse en cualquiera de los vídeos que pululan por YouTube, recreándose teatralmente en el desprecio a Pedro Sánchez o a cualquiera que no comulgase con sus ideas, llegando al insulto, como la poli mala que le tocó ejercer; mucho más, si cabe, que el propio Abascal o el titular del grupo parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros.

La candidata cumplió hasta alcanzar cotas de histrionismo insuperables su papel de azote de Juan Manuel Moreno Bonilla en las elecciones andaluzas -lo que pasa es que le salió mal- y ahora pretende hacernos creer que era una mandada

Todavía resuenan en las paredes del viejo Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo ese “fea” dirigido desde su escaño a la “ministra comunista” de Trabajo y vicepresidenta, Yolanda Díaz, o sus insistentes discursos hilando delincuencia e inmigración: “En Vox no hay racismo porque la raza no tiene que ver con la inseguridad, tiene que ver con el origen”, decía hasta hace no tanto la hoy moderada por conveniencia Olona.

Ella, que se había empleado desde la tribuna del Congreso a conciencia contra cualquiera que no fuera de Vox, máxime si era de su rival directo, el PP, alcanzó en junio del año pasado cotas de histrionismo insuperables en su papel de azote con bata de cola de Juan Manuel Moreno Bonilla durante las elecciones andaluzas. Solo hay que recordarla faltona y sin respetar los turnos en aquellos dos debates televisados que acabaron por hundir unas expectativas a todas luces excesivas.

Y como le salió mal, ahora Macarena Olona pretende hacernos creer, con la inestimable ayuda de ese rival ideológico que es Jordi Évole -la ha entrevistado para dejar en evidencia a Vox, pero puede haber conseguido el efecto contrario, ese todos contra la traidora tan español- que era una mandada e interpretaba un papel guionizado por otros; Es decir, lo de ahora no es otro personaje… Permítame dudar de su palabra, letrada.

¿Cuál de todos esos personajes es Vd.? ¿La afable abogada del Estado que, tal me contó un compañero periodista, trabajó activamente en una empresa pública supervisada por la Subdelegación del Gobierno en Vizcaya comandada por los socialistas hasta poco antes de emerger como tronante portavoz de Vox, para asombro de todos ellos? ¿La posterior Agustina de Aragón del Congreso, azote de comunistas y feas? ¿La histriónica Macarena de Graná que dio la mayoría absoluta a Moreno Bonilla en las elecciones andaluzas de junio? ¿La peregrina más televisada del Camino de Santiago?… ¿Cuál, señora Olona?

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