Opinión

Denuncia admitida a trámite por Fallarás

Este viernes una mujer ha denunciado haber sido violada en un polideportivo en Guipúzcoa. Otra en Málaga. Y aquí estamos, hablando de una panda de cretinos

  • Iñigo Errejón

En unos tiempos en los que las denuncias se presentan en Instagram o en la red social de Elon Musk y son admitidas a trámite por Cristina Fallarás, Ana Pardo de Vera o Irene Montero, resulta muy cómico ver a las feministas quejarse de las burlas y los chistecitos sobre estas denuncias e incluso clamar indignadas: “Estoy leyendo comentarios burlones y despectivos... Y luego preguntáis por qué no se denuncia”. Pues señoras, yo se lo explico, que parece que no se quieren enterar: preguntamos por qué no se denuncia donde debe ser y nos reímos de gente que cuenta sus miserias en una red social esperando un juicio público, pero luego se queja porque no le gusta el resultado.

Con todo este circo bochornoso de Iñigo Errejón, estamos aprendiendo unas lecciones de vida muy importantes. Una de las que más me llama la atención es que las feministas se protegen entre ellas, porque ahora resulta que todas sabían o dicen saber que el diputado era un acosador, que se avisan entre ellas para mantenerse a salvo, pero a las demás que nos pillen confesadas. Si no estás en el círculo apropiado feministoide, lo siento mucho, amiga, pero no te avisamos de que tenemos en la izquierda lobos vestidos con piel de cordero. Tampoco los denunciamos, sino que los intentamos tapar porque así es esto del feminismo. Sororidad, hermana, excepto cuando se trata de un diputado de izquierdas.

Y para lección la que nos quieren dar los hombres de izquierdas. Vaya por Dios, que ahora nos cuentan desde sus sillones de despacho que todos los hombres llevan un Errejón dentro y es por culpa del patriarcado. No se preocupen, yo les traduzco, que el lenguaje político zurdo se me da de maravilla: decimos que somos feministas, aunque somos conscientes de que somos unos machistas recalcitrantes y nos consolamos pensando que no es culpa nuestra y que todos los hombres son igual de abominables que nosotros.

Malas noticias para los aliados: no todos los hombres son machistas, no todos los hombres son acosadores o violadores y, si ustedes sienten que lo son, lo que deben hacer es dejar de predicar memeces en las que no creen, abandonar sus cargos en política e ir a terapia. Pero por favor, dejen de justificarse y de tratar de convencernos de que el hombre de izquierdas machista no es malo, que parecen ustedes una mala imitación de la película animada de Roger Rabbit, en la que su exuberante esposa confesaba lastimera: “Yo no soy mala, es que me han dibujado así”. Si alguien ha dibujado su personaje, son ustedes mismos.

Después de que ese señor me volviera a manosear en su casa sin mi consentimiento, estuve varios meses riéndole las gracias en Twitter, hasta que me di cuenta de que pasaba ampliamente de mí y de que ya no era de su interés

Pero déjenme que rompa una lanza en favor de la única supuesta víctima de Errejón que ha dado la cara, con nombres y apellidos, y ha sido capaz de ir a Comisaría a poner una denuncia, cinco minutos antes de publicarlo en sus redes sociales y tres años después de que sucedieran los hechos. Se está arremetiendo contra ella públicamente, cuando ha sido la única que ha denunciado ante las autoridades. He tenido ocasión de leer su relato y tengo que pedirles que se pongan en su situación. Toda mujer ha sufrido algo tan traumático, o casi, alguna vez en su vida.

Yo misma, recuerdo que una vez salí con unas amigas a una fiesta y un señor, con el que había intercambiado unas miradas de coqueteo, me tocó el trasero y me empezó a manosear. Como ustedes comprenderán, no tuve más remedio que contarles a mis amigas lo que me había pasado, que estaba en shock, me sentía muy violentada y que me iba a ir en un taxi con ese señor a su casa para que acabara todo cuanto antes. No saben ustedes lo que habría dado por haber encontrado un punto violeta en el ascensor. Pero por aquellos entonces estábamos tan desprotegidas... Mis amigas me abrazaron, nos despedimos entre lágrimas y me dirigí a mi calvario. Después de que ese señor me volviera a manosear en su casa sin mi consentimiento, estuve varios meses riéndole las gracias en Twitter, hasta que me di cuenta de que pasaba ampliamente de mí y de que ya no era de su interés. Ahora, 15 años más tarde, estoy valorando si denunciarlo para que otras víctimas como yo se animen a denunciar, y que este señor no vuelva a hacer algo similar a otras mujeres, o pedirle a Fallarás que escriba un libro contando mi vida.

Enormes bofetadas

Y qué decir del señor Errejón, al que se le ha acusado y juzgado públicamente no solo de acoso sino incluso de violación. Nos pasamos la presunción de inocencia por el arco del triunfo cuando conviene. No tengo duda alguna de que sea un machista que no sabe respetar a las mujeres ni darnos el sitio que nos corresponde, pero no me ha hecho falta quedar con él a tomar unos vinos para saberlo, al igual que no me hace falta quedar con Iglesias o con Monedero para entender que tenían un proyecto cuyo objetivo era pasarse por la piedra a universitarios y universitarias varios y variadas, que se les fue de las manos. No me cabe duda de que Iñigo no es capaz de intimar sexualmente con una mujer de manera satisfactoria para ambas partes, que trata a las mujeres como objetos y que todos los endiosamientos traen bofetadas enormes cuando te das de bruces con la realidad. En 2016 él mismo decía: “No hace falta una violación espectacular para que nos indignemos”. No sé qué entiende este señor por “violación espectacular” ni lo quiero saber, pero, por una vez, me gustaría que llamemos a las cosas por su nombre, especialmente, por respeto a las víctimas de violación y de agresiones sexuales. Hace tan solo un día que una mujer ha denunciado haber sido violada en un polideportivo en Guipúzcoa. Otra en Málaga, a las puertas de una discoteca. Y aquí estamos todos, hablando de una panda de cretinos y de necias, que no saben vivir, pero lo hacen a nuestra costa, y nos quieren enseñar a todos cómo tenemos que hacerlo.

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