Opinión

El desempleo no es un designio del destino

Nada tiene que ver el paro ni con el destino, en efecto, ni con el clima, la geografía, el carácter de los españoles o ninguna otra causa esotérica o insalvable.

  • Cola del paro.

Nada tiene que ver el paro ni con el destino, en efecto, ni con el clima, la geografía, el carácter de los españoles o ninguna otra causa esotérica o insalvable. Es cierto que el peso de sectores como el turismo o la construcción, o la menguante participación de la industria en nuestro PIB, crean unas condiciones de temporalidad y de ajustes al ciclo económico que requieren de una atención especial.

Todo esto es bien sabido, y por ello resulta exasperante comprobar cómo cada vez que un gobierno “progresista" llega al poder, se cometen los mismos errores, siempre con el mismo resultado.

Envalentonados con el crecimiento económico y del empleo, en ambos casos por debajo de los demás países europeos, el Gobierno y sus sindicatos, no atreviéndose a cumplir el programa de máximos socialista que extinguiría la función empresarial, prosiguen en su incansable afán de obstaculizarla para seguir mermando así nuestro progreso económico y social.

Vaya por delante que el socialismo del siglo XXI con sus políticas en contra de la empresa, el ahorro y la inversión está consiguiendo que España se aleje cada vez más de la UE, algo inédito desde hace más de medio siglo y sin embargo poco conocido y en todo caso menospreciado por los electores. Zapatero y Sánchez pasarán a la historia por tres hazañas sin par: ni un solo año de gobierno de ambos -y ya van por la docena- España dejó de alejarse de la renta per cápita media de la UE, amén de duplicar la tasa de desempleo de la UE y elevar la deuda pública mucho más que los países de referencia.

Que España sea campeón mundial -entre los países ricos- del desempleo no es fruto de la casualidad, sino que tiene causas muy claras que lejos de ser abolidas se pretenden ampliar

En estas estábamos cuando el Gobierno y sus sindicatos, no solo quieren dejar sin efectos la modesta -pero muy efectiva en resultados- reforma laboral de Rajoy, sino que pretenden además someter ilegítimamente a las PYME al control sindical, para evitar que desplieguen todo su potencial de creación de riqueza y empleo. Que España sea campeón mundial -entre los países ricos- del desempleo no es fruto de la casualidad, sino que tiene causas muy claras que lejos de ser abolidas se pretenden ampliar.

He aquí, un conjunto -descriptivo, no exhaustivo- de solo media docena de anomalías que explican el drama español del desempleo:

  • El coste del despido, uno de los más elevados del mundo, es una importante causa –ampliamente compartida por los economistas– del retraimiento de la contratación. Hay que añadir que solo un país del G-20, España y una treintena de países subdesarrollados tienen asumido el artículo 4 del Convenio 158 de la Organización Internacional del Trabajo que establece el “despido objetivo” que ha de decidir un juez -sin experiencia empresarial alguna- frente a la decisión del empresario. ¿Alguien sabe de algún empresario que no se sienta feliz cuando contrata y fracasado cuando despide?
  • La flexibilidad de adaptación de las empresas, vía salarios o nivel de empleo, a las coyunturas económicas es fundamental para capear con éxito las crisis. En la crisis anterior Alemania optó –mediante el voto secreto en las empresas, que los sindicatos españoles rehúsan– por reducir los salarios y mantener el empleo, mientras que Zapatero optó por lo contrario. Alemania tardó un año en salir de la crisis y España seis. Los convenios colectivos sectoriales –una cartelización en toda regla, que debiera estar prohibida– en contra de la libre decisión de cada empresa de acuerdo con sus trabajadores, imposibilitan su adaptación a circunstancias de mercado cambiantes.
  • Los sindicatos españoles, a diferencia de los de los países desarrollados, deben su protagonismo a una inaudita decisión política que creó un duopolio subvencionado. Por tanto carecen de incentivos para buscarse la vida atrayendo a afiliados que con sus cuotas sufraguen los gastos del sindicato y le doten de legitimidad representativa. Las subvenciones públicas, cada vez más generosas y descontroladas, representan junto con la liberación de trabajar a cargo de la empresa, excentricidades inexplicables. La escasísima afiliación sindical está concentrada en las grandes empresas y la función pública, mientras que los trabajadores poco cualificados, los jóvenes y los de la inmensa mayoría de pequeñas y medianas empresas está alejados de los sindicatos. En vez de interesarse por la suerte de estos colectivos y atraerlos como afiliados, los sindicatos están tratando, sin legitimidad representativa alguna, de someterlos a sus dominios por decreto ley. De este modo, uno de los clásicos y graves problemas de la economía española, el pequeño tamaño empresarial, se agravará mucho más.
  • La subvención del desempleo, presenta otra incomprensible anomalía: su incondicionalidad. En los países más civilizados, con Dinamarca, Suecia, etc... a la cabeza, todo desempleado está obligado a buscar activamente un nuevo trabajo y dar cuenta de sus pesquisas, además de asistir a cursos de formación establecidos por el gobierno para los oficios con más posibilidades de empleo. Si se incumplen dichas condiciones se pierde la subvención. En estos países los parados tardan poco tiempo en volver a trabajar, mientras que en España suelen agotar el periodo de la subvención antes de buscar un nuevo trabajo.
  • El trabajo a tiempo parcial, debido a una rígida regulación impuesta por los sindicatos -que carecen de afiliados entre estos trabajadores–, representa en España un porcentaje muy bajo de la población ocupada: la mitad que en Alemania y un tercio de Holanda. No es extraño que la liberalización de este mercado genere pleno empleo en los países serios mientras que aquí se infrautiliza –por “precariedad”- esta modalidad de relación laboral.
  • La educación ha empeorado en España como consecuencia de sucesivas legislaciones socialistas orientadas a la supresión o debilitación de valores esenciales para buscarse la vida como: el esfuerzo, el rigor académico, los exámenes, el mérito, el afán de superación, la jerarquía del saber, la autoridad del maestro, etc,... habiéndose llegado, como colofón, a la titulación académica con suspensos. La precaria educación socialista resta posibilidades de trabajar y también de obtener mejores salarios. Los estudios con mejores perspectivas de trabajo –lógicamente más exigentes- tienen poca demanda mientras que otros –más fáciles e inútiles para trabajar- están mucho más solicitados.

Después de todo lo dicho, que cabría ampliar aún más, resulta evidente que el dramático y vergonzoso nivel de desempleo español –el doble que la UE– tiene causas evitables, que sin embargo sus responsables –los sindicatos y el gobierno- no quieren entrar a considerar, no sea que podamos acabar con él y tengan que abandonar la tan extraña, como cada vez más arraigada afición, que les caracteriza.

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