“Sucede en ocasiones en la historia de los países que un gran acontecimiento imprime un giro brusco en el rumbo de las sociedades. Pero otras veces, como es el caso, una gran calamidad como esta pandemia no cambia el rumbo de las naciones pero sí acelera ese rumbo. Esto es lo que ha sucedido en esta ocasión con la gran pandemia del Covid-19”. Son palabras textuales del inicio del discurso que el presidente del Gobierno encasquetó este lunes a los españoles a la vuelta de sus vacaciones en Lanzarote y Doñana. Y lo que ha sucedido en esta ocasión con la gran pandemia de la covid-19 lo saben los españoles, aunque nunca lo oirán en labios de Sánchez: cerca de 50.000 muertos, cientos de miles de infectados y un sin número de afectados que han superado la enfermedad pero han quedado con graves secuelas físicas. Eso en la parte sanitaria, porque la derivada económica la conocen también: una crisis de dimensión histórica que ya se ha hecho presente, pero de cuyas consecuencias todavía no somos conscientes.
Lo del presidente fanfarrón y su “Conferencia España puede” fue un insulto a la inteligencia del español medio. Un sermón de lleno de tópicos de todo a cien, propio de tienda de chinos. Puro bullshit. El político que deliberadamente ha divido a la sociedad española en dos bloques irreconciliables como nunca antes lo había estado, reclamando cien veces unidad, no se sabe bien para qué aunque se adivina, para caminar tras sus botas cual ratoncitos persiguiendo miguitas, que no para acabar con la pandemia y su destrozo económico, cosa que no parece importar mucho a quien ha tenido los santos bemoles, en el peor momento imaginable, de irse tres o cuatro semanas de vacaciones. Tan moreno, tan pintón, tan repeinado ha vuelto el gachó, tan campante, mientras el país entero asiste, el corazón en un puño, al torrente de los rebrotes y a una crisis a la que no sabe cómo hacer frente, porque a su imperial majestad solo le importa reinar aunque sea sobre un montón de escombros, eso sí, con los gloriosos empresarios del Ibex por testigos, ¿pero qué hacen ahí esos mamones?, postrados a sus pies, que alguno solo le ha faltado la genuflexión.
¡Una de propaganda, marchando! Un prodigio de talento y resiliencia (la palabra que le tiene encandilado) para lo suyo, exclusivamente para lo suyo. El sujeto tapa su inanidad intelectual y política con sobredosis de supuesta actividad, reuniones y convocatorias, citas y conferencias, ruido, mucho ruido, ruido silente y vacío. Una interminable campaña de marketing destinada a gestionar su imagen, porque es lo único que sobradamente ha demostrado saber hacer con la ayuda de los Media y la televisión por fiel infantería. Sermón absurdamente triunfalista, capaz de avergonzar a cualquier cabeza decentemente amueblada, sobre esta pobre España postrada en la UCI de los países sin futuro. Ni asomo de autocrítica en este narciso pagado de sí mismo.
El Sánchez “sobrao” en la desgracia ajena ha terminado su sermón recordando a la gran mayoría de españoles que no le votó, 120 diputados os contemplan, que la legislatura va a ser “larga y estable”
Sánchez pide el apoyo de Casado a unos Presupuestos que nadie conoce. A falta de ese encuentro previsto para el miércoles, Su Señoría no ha hecho ningún acercamiento, ni banal ni serio, ninguna oferta o propuesta, ni siquiera sondeo o consulta, para ver de lograr el apoyo del PP a los Presupuestos, cosa que seguramente resultaría reconfortante para millones de españoles. El que no se cansa de pedir “unidad” ya ha dicho que jamás pactará nada con la derecha. Y para que no quepan dudas, se lleva del brazo a su conferencia, a esa hortera convención american style, a los señores marqueses de Galapagar, para dejar claro a Casado que nuestros Ceaucescu no van a salir del Gobierno mientras yo les necesite, como tampoco esos amigos de la felicidad y el progreso de los españoles que son los separatistas catalanes y los nacionalistas y bildutarras vascos.
Particular asombro producen esos empresarios de cuerpo presente reunidos tras la incuria que nos gobierna, arropándolo, haciéndose cómplices de su no-gobierno, alineándose con la mentira después de haber acabado con ese ejemplo de dignidad política que es, que fue, Albert Rivera. El presidente los utiliza como un clínex de usar y tirar. Botín, Isla, Fainé, Pallete, Galán o Garamendi. A él solo le importa el marketing, la propaganda. Ellos lo saben y por eso les abochorna comparecer acabado el acto para valorar lo escuchado. La desvergüenza de Pedro y la falta de vergüenza del Ibex. Todos hacen mutis por el foro lo más rápidamente posibles, sabiéndose en el fondo humillados tras haber tomado parte en este teatro de marionetas en el que nadie cree.
El Sánchez “sobrao” en la desgracia ajena ha terminado su sermón recordando a la gran mayoría de españoles que no le votó, 120 diputados os contemplan, que la legislatura va a ser “larga y estable” (“Tenemos por delante 40 meses decisivos”). Larga y estable, ha repetidos dos veces en hispánico trágala, o lo que es lo mismo, no me queréis, lo sé, pero me vais a tener que soportar durante 40 meses y lo que venga. De modo que a los españoles senior no nos va a quedar más remedio que jodernos y aguantarnos; a los jóvenes bien formados y con ganas de labrarse un futuro les queda la alternativa de salir corriendo de este país condenado a la irrelevancia y a la miseria. Mientras España se desliza por la cuesta abajo, una nueva sesión de propaganda. Eso ha sido todo. Y mañana será otro día.