El procedimiento automático para celebrar las elecciones autonómicas catalanas, el segundo domingo de febrero, saltó como el de una alarma. La inhabilitación de Torra no trajo una nueva investidura, dejando en manos de la legalidad el procedimiento de convocatoria. Los jueces, en su interpretación de la ley, impidieron el quiebro independentista con un aplazamiento hasta mayo. La cita electoral del 14F trasciende a Cataluña, como siempre, y en este caso con el añadido de la operación política diseñada por el departamento de marketing que controla el gabinete del presidente del Gobierno. Nada ni nadie ha podido parar las elecciones. Solo un decreto nacional de alarma lo hubiera impedido, tal y como subrayaron sus señorías del Tribunal Superior de Cataluña. Los datos epidemiológicos de primeros de diciembre junto con los confinamientos ordenados en países como Alemania tampoco cambiaron el plan.
Un país de 17 taifas
La dichosa curva muestra como desde el 11 de diciembre de 2020 se inició un vertiginoso ascenso. Solo en enero, uno de los tres millones de contagiados. Casi 13.000 muertos en lo que va de año. Nunca sabremos cuántos se podrían haber evitado con un encierro corto, tal vez de un mes, dejando la celebración de la Navidad para convivientes y sin los allegados a los que el todavía ministro de Sanidad abrió la puerta a la libre circulación por España. Nuestro país ha tenido el mayor número de contagios en proporción a su población. Se batieron todos los registros mundiales de personal sanitario contagiado y en la campaña de vacunación otra vez surge la España a 17 taifas. Entre el principio de la crisis y lo que parece el comienzo del final, el Gobierno de España ha mutado, cambiando sus papeles. De protagonista a secundario para evitar salir completamente aniquilado.
Si alguien sospecha que los electores van a pasar factura al exministro de Sanidad en la crisis de la covid y, por extensión al Gobierno y a su presidente, debería abandonar cualquier especulación. Lejos de dicho correctivo, Illa obtendrá un resultado que en los cuarteles del PSC esta semana huele ya a triunfo. No debe extrañar que la posición de los socialistas sea la primera e incluso con un número de escaños parecido al de Ciudadanos en 2017. Illa y los socialistas recuperan antiguos votantes refugiados en lugares tan dispares como Ciudadanos y ERC. Por si faltaba algún empujón, los comunes de Podemos contribuirán con más electores que se meterán debajo del paraguas abierto por Illa. Si después de conocerse los resultados alguien barrunta que nos encontramos ante un hecho aislado, corre el riesgo de llevarse un chasco.
Si Sánchez sale triunfador con la operación diseñada en la Moncloa -incluido un aparcamiento del confinamiento en un enero negro y trágico- empezará a pensar en el momento más adecuado de convocar las elecciones generales
Si se mira con distancia, desde hace más de 30 años lo que ocurre en Cataluña anuncia, determina, influye e indica lo que va a suceder en el conjunto de España. Si Sánchez sale triunfador con la operación diseñada en la Moncloa -incluido un aparcamiento del confinamiento en un enero negro y trágico- empezará a pensar en el momento más adecuado de convocar las elecciones generales. Si su socio de coalición acumula otro desastre electoral y Ciudadanos se marchita con un PP enredado por el ascenso de Vox, Sánchez dejará correr el año 21 para que vacunas y fondos europeos pasen la página. Si su gestión no le pasa factura en las urnas catalanas, mucho menos dentro de quince meses cuando cierta euforia se desate en una España sin contagios y con miles de millones de euros suturando daños. Su plan fallará si el independentismo suma la mayoría absoluta. Por lo tanto, seguirá viviendo al día hasta que consiga romper el cordón sanitario que ERC ha firmado con el lápiz corto.
Cataluña fue decisiva para los gobiernos de González, Aznar y Rodríguez Zapatero. El no de Rajoy a dar más dinero a la Generalitat de Artur Mas en 2012 fue la excusa del nacionalismo para convertirse al independentismo feroz y supremacista. Desde 2017 España vive en zozobra tras el golpe a la Constitución que necesitó la intervención del Rey para ser frenado. La sentencia del Tribunal Supremo desató una ola de violencia que los libros de Historia recordarán como una insurrección callejera con todas las hechuras. El independentismo catalán se sumó con entusiasmo decisivo a la moción de censura contra Rajoy. Sin la ayuda de ERC no habría presupuestos generales. Sánchez tuvo que pasar dos veces por las urnas, abril y noviembre de 2019, al perder dicho apoyo. Ahora, con la operación Illa, trata de obtener una posición que le permita mirar desde la misma altura a ERC y pactar un precio de conveniencia con Junqueras en la prisión. Cataluña marca el camino de España. Así de sencillo. En el laboratorio del señor Redondo se ha trazado una línea recta que conduce a la reelección de Sánchez. El resultado del domingo cumplirá su papel por mucho que parezca un laberinto a primera vista. Lo que ocurra afectará al conjunto de los españoles y al futuro del sistema político del 78, una democracia plena contra la que algunos lanzan dentelladas cada mañana.