Confieso que cuando Ángel Gabilondo se presentó como un candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid “soso, serio y formal” me pareció una estrategia razonable, en contra de la opinión de no pocos politólogos y colegas periodistas. Para políticos alfa, brillantes en la fricción como los cometas, ya tenemos a Isabel Díaz Ayuso y a Pablo Iglesias, me dije.
Incluso su temeraria e irreal afirmación de que no va a pactar “con este Iglesias” la achaqué a esa sobreactuación inevitable en quien está obligado a distanciarse de la bronca, que tanto daño puede hacer al PSOE en las elecciones del próximo 4 de mayo... A las últimas encuestas me remito: Dejan a Gabilondo en el 23% de voto, lejos de ese 27,35% con el que ganó hace dos años en las urnas, y pronostican una bajada de los actuales 37 escaños del PSM en la Asamblea de Madrid a sólo 33-34.
La tendencia socialista a perder apoyos en favor de Más Madrid y su candidata, Mónica García, brillante en su oposición parlamentaria a Ayuso en contraste con el desaparecido profesor de metafísica es ya indisimulable, dicen los que saben de esto de la demoscopia. Todo un desastre para el viejo partido de la izquierda española que no toca pelo desde hace 32 años en la capital y 26 en la Comunidad de Madrid.
“Están desesperados”, repiten en la sede del PP en Génova y en la Puerta del Sol. No sé si es verdad, pero da igual porque lo parece; y, en política, lo que parece es
Y la peor noticia -para el PSOE, ojo, no para Gabilondo, que estaba de salida rumbo al Defensor del Pueblo- es que esa tendencia a la baja se está consolidando desde que Pedro Sánchez se ha empeñado en robarle el micrófono a su candidato y en convertir estos comicios en una especie de Duelo al Sol entre él mismo y la presidenta madrileña. “Están desesperados”, repiten en la sede del PP en Génova y en la Puerta del Sol. No sé si es verdad o propaganda, pero da igual porque lo parece; y, en política, lo que parece es.
¿No habíamos quedado en que al PSM, a su candidato y a La Moncloa les interesaba una campaña de perfil bajo para -uno- salirse del relato bronco Comunismo o Libertad que tanto favorece a Ayuso e Iglesias, y -dos- para no reactivar ese antisanchismo militante que anida en buena parte de la sociedad madrileña?”.
Simón ‘desautoriza’ al presidente
Llámenme ingenuo: cuando vi al presidente del Gobierno entrar en aquel primer mitin como elefante en cacharrería ante un cariacontecido Gabilondo todavía pensé: “bueno, esto es el defensa que sale como una moto y a la primera entrada salvaje el árbitro saca tarjeta amarilla”. Gajes de un oficio que te obliga a hablar por teléfono con Ángela Merkel un sábado por la mañana para, media hora después, poner a escurrir a Ayuso a cuenta de sus tratos con Vladimir Putin a vueltas con la Sputnik, que tiene nombre de cohete o de cometa.
Y en esto va Sánchez y la vuelve a liar parda dos días más tarde en un off the récord con los periodistas que le acompañaban en el avión presidencial, durante un viaje de Angola a Senegal, insinuando que la Comunidad de Madrid miente en los datos de infectados. Ayuso salió en tromba con aquello de “cree el ladrón...” y hasta el portavoz pandémico, Fernando Simón, ha tenido que salir al paso para reconocer que no hay pruebas de lo que dice el presidente sobre las mentiras madrileñas en contagios por COVID-19 a catorce días.
¿Nadie en La Moncloa, cuyo director de gabinete es el mismo Iván Redondo que pilota la campaña del candidato socialista, pudo avisarle de la subida de impuestos para no dejarle en el más absoluto de los rídículos?
Pero, sin duda, lo que ha acabado por descolocar a propios y extraños, lo que deja absolutamente perplejo, es el anuncio de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, de que el plan de reformas que se va a enviar a Bruselas el próximo 30 de abril, es decir, cuatro días antes de las elecciones madrileñas, incluirá una subida generalizada de impuestos y la tan temida armonización de Patrimonio, Sucesiones y Donaciones para acabar con el paraíso fiscal que, dicen Gabriel Rufián y los barones del PSOE, que es Madrid.
Y me pregunto yo: ¿Nadie en La Moncloa, cuyo director de gabinete es el mismo Iván Redondo que pilota la campaña del candidato socialista, pudo avisarle de la subida de impuestos para no dejarle en el más absoluto de los rídículos? ¿Hay alguien a los mandos? ¿A quien van a creer los habitantes de los barrios ricos del norte de la capital y de las ciudades del noroeste, votantes en su inmensa mayoría de Ciudadanos en 2019, a los que iba dirigida esa congelación de impuestos? ¿A Gabilondo o a Ayuso?
Mucho me temo que el esfuerzo de Gabilondo este mismo martes por desmarcarse del anuncio de la ministra Montero caerá en saco roto, para regocijo de su rival por el Gobierno madrileño que horas antes le dedicaba esta caricia tras escuchar a la ministra de Hacienda:
Un último apunte: ¿De verdad cree Pedro Sánchez que así va salvar al soldado Gabilondo? Es más, ¿No estará intentando a la desesperada salvarse a sí mismo en la playa de Normandía en que, parece, se está convirtiendo este 4M? Algunos en el Estado mayor socialista son conscientes -me consta- de que ésta estrategia de polarizar, de convertir las elecciones madrileñas en una suerte de primarias de las próximas elecciones generales, puede salirles muy caro.
Y es que no dan crédito a lo que han vivido en estos dos meses. El líder del PSOE inauguraba el año eufórico, políticamente hablando. Razones no le faltaban al presidente: tenía/tiene presupuestos, ninguna necesidad de disolver las Cortes hasta 2023, y su íntimo enemigo, Iglesias, estaba en el despacho de al lado; conspirando, sí, pero al lado...
Ahora, tras el fiasco de las mociones de censura en Murcia y Castilla y León, si la derrota de la izquierda en general y del PSM, en particular, es inapelable, Sánchez tendrá a un Iglesias desocupado y con todo el tiempo del mundo para conspirar contra su gobierno, digan lo que digan cara a la galería, y enfrente a un Pablo Casado al que la aceleración de la muerte de Ciudadanos vuelve a darle opciones de gobernar tras las próximas elecciones... menudo jugadón polÍtico de quien se le haya ocurrido en Moncloa/Ferraz semejante escenario.