Que más dará decir ahora blanco, luego negro y después colorado si el fin justifica los medios. El socialismo sabe muy bien que tiene a un número de votantes que le va a seguir otorgando la confianza aunque mañana se sepa que Sánchez es el Doctor Maligno o que tras la Chiqui ministra se esconde Cruella de Vil. Que no digo yo que no. Ellos saben que contra mayor sea la mentira, mejores serán los réditos porque en este país nadie se ocupa en serio de verificar las enormidades que salen de la boca del que quizás sea el gobierno más embustero de toda la historia en nuestra democracia.
Illa miente en campaña, nos miente ahora y nos mentiría si llegase a presidente de la Generalidad. ¿Acaso no se pasó toda la pandemia engañando con todas sus fuerzas a los españoles acerca de su salud y del maldito virus, asunto infinitamente mucho más importante que el Gobierno de esta pequeña y provinciana región? Illa no nos dirá jamás la verdad, como tampoco –seamos justos– nos la dirán Aragonés y su partido, Esquerra, que a lo único que aspiran es a enterrar políticamente el cadáver de la exconvergencia y quedarse con el negoci de la autonomía. No esperen que estos personajes suelten ni una sola sílaba que no esté tintada de embustes interesados, porque ni va con su manera de ser, ni con su estilo, ni va, si a eso vamos, con su nivel intelectual.
El cacareado procés ha terminado por enseñarnos su auténtica cara de Teletienda, y ahora lo que cuenta son els calers, los dineros
El socialismo siempre ha pretendido decirnos que el mundo se divide en dos: ellos y el resto. Y todo lo que no sea “ellos” es facha, es malo, es aborrecible. Los separatistas, tres cuartas partes de lo mismo. De ahí que esa joint venture que propone el exministro de insanidad pandémica tampoco sea una barbaridad. Entre ellos se entienden y bailan solos. Que eso no solventaría en lo más mínimo el problema en mi tierra es más que evidente. Véase el fracaso de los tripartitos que agudizó todavía más la brecha social en Cataluña. Ahora bien, llegados a este punto, si queremos entender lo que está pasando hemos de ver este barrizal como lo que en realidad es: un negocio puro y duro del que viven muchos. Muchísimos. El cacareado procés ha terminado por enseñarnos su auténtica cara de Teletienda, y ahora lo que cuenta son els calers, los dineros.
Todos los políticos separatistas se han acostumbrado a extender la mano y recibir a cambio de su odio, su incompetencia y su estupidez un buen fajo de billetes al mes. Los sociatas, ídem. Por colaborar con el nacional separatismo, callar la boca cuando pintaban bastos y servir de muleta al proceso, hala, a cobrar lo que no está en los escritos. Comprendan ustedes que al lado de todo lo que se llevan al mes estos partidos, que Puigdemont haga carnés a diez pavinis la pieza es pura pichincha comparado con lo que se llevan las entidades pro independencia o pro izquierda cañí.
Que pacte Illa con quien quiera o con quien pueda. Lo mismo da que da lo mismo. Como si se pone un florero en la cabeza. Lo de Cataluña no tiene arreglo
Así que, pacte o no pacte, tampoco va a pasar nada nuevo. Todo seguirá igual, los allegados, en sus cómodos enchufes; las entidades de papel celofán, sin representar a nadie pero hablando en nombre de todos; los cargos de confianza, en su imbatible lucha por tener un par de casitas con piscina –una en Cadaqués y otra en la Cerdaña–; los presupuestos públicos, sirviendo solo para engordar la administración improductiva sin atender a la sanidad pública, a los proyectos de investigación, a las becas, a la vivienda social, a nada que no sea lo de siempre.
Esta es la perdiz que marean los sociatas desde tiempo inmemorial. Ahora somos federalistas, ahora estamos por el indulto; ahora somos de izquierdas, ahora pactamos con Puigdemont. No tan solo son unos perfectos embusteros. Además, son insensibles al dolor de la gente. Quiero recordar que, mientras en Madrid se apoya a la hostelería, salvando así una parte imprescindible de la economía madrileña, en Barcelona, gobernada por comunistas y socialistas, se ha dejado morir a sangre fría al sector que, mucho nos tememos, no va a reponerse en décadas del mazazo que ha supuesto la suma de os desastres, a saber, pandemia y este desgobierno de “piececitos” Colau.
Que pacte Illa con quien quiera o con quien pueda. Lo mismo da que da lo mismo. Como si se pone un florero en la cabeza. Lo de Cataluña no tiene arreglo.