El domingo, el Govern de Puigdemont ganó la partida mediática y propagandística al Gobierno de España. La estrategia que ha llevado el Gobierno durante estos últimos meses para paralizar el referéndum, a pesar de contar con la legalidad de su parte, ha acabado con las dos imágenes que más afectan a la reputación de España y que se ajustan a los intereses de los independentistas. La primera: en Cataluña hubo un referéndum, había ciudadanos votando con tranquilidad, aunque fuera un acto ilegal y sin ninguna garantía. La segunda imagen fue la de las cargas policiales de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que ocuparon las portadas de numerosos medios internacionales.
Rajoy perdió ambos partidos de la percepción, y quizás esté pasando sus peores días como gobernante, aun con la legalidad a su favor y teniendo el Estado el derecho al uso de la fuerza. Pero ¿cuáles han sido los errores estratégicos del domingo?
Esconderse detrás de la Administración de Justicia
Optar por esta vía como principal estrategia ha demostrado ser insuficiente. Se trataba de certificar que era la Justicia la que impedía el referéndum y no el Gobierno que, de paso, se deshacía de responsabilidad (o eso creía). Sin embargo, esta estrategia de limitarse a las órdenes judiciales sólo sirvió para perder la batalla de la percepción (en estos casos más importante que la realidad) y ha terminado convirtiendo a Rajoy en el mayor responsable de lo ocurrido el domingo.
No anticiparse a la pasividad de los Mossos
La desconfianza hacia la cúpula de los Mossos se demostró justificada a la vista de su falta de decisión y de su equidistancia. Al no haberlo previsto se perdió la iniciativa de decidir, por ejemplo, cómo blindar desde la noche anterior al menos los muchos colegios que no estaban previamente ocupados por padres y niños. Como consecuencia, la policía tuvo que esperar a que actuasen los Mossos y cuando vio que no lo hacían, ya era tarde y todo estaba lleno de gente.
Descoordinación de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que se sumó al acuartelamiento de miles de policías (tantos que muchos no llegaron ni a actuar), lo que transmitía una imagen de “ocupación militar” que era justamente la que buscaban los independentistas para alimentar el discurso hacia el exterior de que España es un Estado opresor.
No haber encontrado las urnas a tiempo
Era la prioridad máxima para la Guardia Civil y la Policía Nacional, sin embargo, después de días de éxitos policiales indudables retirando papeletas, carteles y sobres y bloqueando los sistemas informáticos ilegales, el remate final no se consiguió y el emblema de cualquier votación, que son las urnas, se escapó en favor de los independentistas que lo celebraron haciéndose todo tipo de fotos con ellas.
Posiblemente el traslado logístico de las urnas en vehículos particulares desde el Sur de Francia haya sido el mayor éxito logístico de los independentistas, que provocaron las escenas que se querían evitar por parte del Gobierno, con policías llevándose las urnas por la fuerza.
Ceder la iniciativa frente a los medios de comunicación
El Gobierno debería haber trabajado la comunicación estrechamente con los medios internacionales desde el principio de la jornada con una presencia continua de portavoces y admitiendo preguntas en sus comparecencias. Era un día en el que se ponía el foco sobre España y tenía una oportunidad de no estar a merced de los acontecimientos. Se evidenció la falta de un relato frente al independentismo. El Gobierno de España sin duda tenía la razón jurídica y democrática de su lado, pero carecía de un relato que contar al mundo frente al independentismo, persuasivo en sus formas y mensajes simples y, como pasa siempre, si no tienes nada que decir y no haces pedagogía, otros toman la palabra por ti.
No contraprogramar los pasos del referéndum ilegal
Los independentistas tenían programado al detalle su plan para escenificar la concatenación de hitos que corresponden a una jornada electoral, incluyendo la infraestructura para atender a la prensa internacional. Toda votación tiene unos momentos pautados. Algunos pasos eran perfectamente previsibles aunque otros, como el censo universal (que significa que no había censo) eran más “imaginativos”, pero todo el día se mantuvo la sensación de que el Gobierno de España no tenía más plan que el uso de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por mucho que hubiera transmitido en las jornadas anteriores que sí que lo había.
Negar la existencia del problema
Hasta tres veces salió el Gobierno (Enric Millo, Soraya Sáez de Santamaría y Mariano Rajoy) obsesionado por transmitir que no había existido el referéndum. Por supuesto que era un acto ilegal y sin garantías, pero lo relevante y lo cierto era que la gente estaba votando y que lo siguió haciendo durante todo el día. Mensajes confusos que alimentaban la sensación de descontrol e incongruencias entre el mensaje y los hechos: mientras el Gobierno se presentaba como ejemplo para el mundo había decenas de portadas internacionales que estaban diciendo todo lo contrario.
Por resumir, la estrategia de dejar que los problemas sigan su curso parece que no ha funcionado en esta ocasión y hubiera sido mucho mejor adelantarse de los acontecimientos para defender al Estado de Derecho y la democracia. Sus seis errores han dejado la posteridad las dos fotos que el Gobierno no quería: la de gente votando con normalidad y la de las cargas policiales.