Opinión

Los etarras que devinieron en abogados

No irán a la cárcel, no se encontrarán con todos aquellos a los que no les permitían ni un respiro y los tenían en guerra constante con la autoridad

  • Los 47 acusados de integrar el frente de cárceles de ETA en la Audiencia Nacional.

Frente de makos. Así es como ETA denominaba las acciones que llevaban a cabo los abogados a su servicio. No al servicio de los presos que supuestamente defendían sino al servicio estricto de la banda, ejerciendo de comisarios y, por supuesto, castigando la menor disidencia.

Después de muchos años de acompañar, togados, a los etarras en sus juicios y asegurarse en primera fila de que ninguno de ellos se apartaba un ápice de las consignas de la banda, que, como era obligado, renegaba de la legitimidad de los tribunales y que de ninguna manera se avenía a ningún tipo de acuerdo que le beneficiase penalmente, ahora les ha tocado a ellos y ellas sentarse en el banquillo.

Ha sido el último “macrojuicio” al entorno de ETA. Iba a durar meses pero han bastado 30 minutos para que uno tras otro, los 47 acusados hayan ido reconociendo que no actuaron en defensa de sus clientes sino que estaban al servicio de ETA. Han afirmado, como todo el mundo sabía, que transmitían las órdenes de la banda en las cárceles, que el objetivo era garantizar la cohesión del colectivo de presos, a los que engañaban con inminentes y gloriosas amnistías, y que estaban allí para mantener informada a ETA cuando algún preso tenía tentaciones de acogerse al más leve beneficio penitenciario.

Esos comisarios inflexibles, vigilantes de que el sufrimiento de los presos de ETA no decayese y punta de lanza de otras organizaciones que se ocupaban de atender a las familias de los encarcelados y también de expulsar de su seno con ignominia a las que pretendían que su hijo o familiar se acogiese a algún beneficio carcelario, por menor que este fuese; esos mismos, han negociado, acordado, confesado, reconocido y aceptado en media hora escasa lo que obligaron a soportar a cientos de etarras que se comieron uno tras otro los años que les correspondían por sus atentados y sus asesinatos (incluso se ha dicho que en algunos casos por asesinatos cometidos por otros miembros de la banda que ETA necesitaba en libertad).

Cara a cara con sus víctimas

No irán a la cárcel, claro, por eso ha sido tanto acuerdo y tanto reconocimiento instantáneo, para no ir. Para no encontrarse cara a cara con sus víctimas, a las que no permitieron el menor respiro mientras las mantenían enfrentadas al sistema penitenciario a cualquier precio. El mismo precio que valió para otros pero que ellos y ellas no van a pagar de ninguna manera.

Hay que decir que no son los primeros en seguir la senda de negociación que a tanto otros negaron con fervor. En 2016, los dirigentes de la izquierda abertzale más significados hicieron también lo mismo que estos de anteayer, al grito de “es tiempo de vaciar las cárceles” empezando -claro está- por no entrar ellos. Se conoce que en Euskadi también reza el refrán castellano de “la caridad bien entendida empieza por uno mismo”.

"...Cuando vean a quienes eran su contacto, a quienes les exigían todos los sacrificios dentro de la cárcel, cómo salen de rositas"

Y todo eso ha pasado ante la misma Audiencia Nacional, que hasta hace nada asimilaban al Tribunal de Orden Público de una dictadura bananera y represiva y que, en base a la Ley, le ha condenado estrictamente a las penas que corresponden para quienes se avienen a colaborar con la justicia democrática.

Es de imaginar la sensación que tendrán muchos presos, encerrados durante una vida prácticamente entera que ha quedado vacía, sin sentido alguno, salvo el de causar dolor, que a lo más que pueden aspirar es a volver, ya viejos, a una Euskadi que no reconocerán, cuando vean a quienes eran su contacto, a los que creían suyos, a quienes les exigían todos los sacrificios dentro de la cárcel, cómo salen de rositas haciendo justamente todo aquello que a ellos les prohibían en nombre de “la causa”.

Parecía que a la historia de ETA no le quedaba ya indignidad alguna pero no. Aún le quedaba la de su propia felonía interna. Media hora ha bastado para hacerse realidad.

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