Opinión

Euforia y realidad del empleo

En plena y justificada euforia por el empleo creado en diciembre, por lo que hay que felicitar a los agraciados –no al gobierno, que nada ha hecho por favorecerlo, salvo

  • Un grupo de personas espera a la entrada de una oficina del INEM.

En plena y justificada euforia por el empleo creado en diciembre, por lo que hay que felicitar a los agraciados –no al gobierno, que nada ha hecho por favorecerlo, salvo aumentar el empleo público a costa del contribuyente–, no podemos olvidar a los más de tres millones de desempleados que nos siguen situando como líderes europeos, más que doblando la media de los demás.

Sigue siendo pertinente, por tanto, plantearse y con más motivo en un ciclo de crecimiento, la superación de nuestras dificultades históricas para dejar de ser –para siempre– un país estrafalario en tan crucial ámbito económico-social, respondiendo a la pregunta: ¿Qué habría que hacer para que España deje de estar en la cola de la tasa de empleo: un 47% frente a más del 60% de los países más ricos?

La respuesta no puede ser otra que aplicar aquí las buenas prácticas de aquellos países en los que consistentemente apenas hay desempleo, menos gasto público para subvencionarlo, mayores ingresos fiscales y sobre todo menos personas están al margen de la dignidad del trabajo. Como veremos a continuación, no pueden ser máss claras y sencillas de entender y aplicar, amén de lógicas para quienes no estén influidos por ideologías políticas periclitadas insensibles al vergonzoso drama del desempleo:

  • Libertad sindical: el privilegiado duopolio sindical actual debe ser abolido. Todos los sindicatos deben tener los mismos derechos y oportunidades de actuar, mientras que el peso político de sus influencias debe estar asociado al número de sus asociados que paguen libremente cuotas de afiliación. Las subvenciones tienen que desaparecer -junto con las de las organizaciones empresariales- mientras que las cuotas pagadas al sindicato han de ser objeto de deducción fiscal en el IRPF.
  • Voto secreto: frente a la mano alzada propia de las asambleas incivilizadas tan del gusto del progresismo sindical, cualquier votación laboral en el seno de las empresas debe ser secreta, para garantizar el ejercicio del libre albedrío de los trabajadores. Obama se vio obligado a rechazar -por su impopularidad– financiación sindical de su primera campaña presidencial a cambio de suprimir el voto secreto, que desde siempre ha regido y sigue vigente en EEUU.
  • Salario mínimo: su cuantía debe estar asociada a la renta per cápita y su posible incremento solo debería plantearse a partir de un determinado nivel de tasa de empleo. Antes de la última subida, España ya era el país con mayor salario mínimo de Europa como % de la renta per cápita y con la menor tasa de empleo.
  • Subvención al desempleo: condicionada a la búsqueda activa –demostrada– de empleo, la aceptación de ofertas de trabajo y asistencia a cursos de formación en oficios con posibilidades de empleo. La actual incondicionalidad -inexistente en los países con mayores tasas de empleo- conlleva el agotamiento del periodo de subvención, algo inaudito en los países de referencia.
  • Coste de despido: incluso tras su rebaja con la reforma de Rajoy, sigue siendo el más alto de nuestro entorno competitivo, amén de sometido a criterios judiciales carentes de comprensión de la economía de mercado y de la función empresarial.
  • Convenios sectoriales: procedentes de las “ordenanzas laborales” de Franco, deben estar prohibidos, pues cartelizan -lo que es ilegal en los demás mercados- las condiciones y remuneración de trabajo, estableciendo barreras a la innovación empresarial y la renovación de los tejidos productivos que revitalizan el crecimiento económico y del empleo. En EEUU, el empleo lo crean las nuevas empresas y el desempleo las viejas. En España los sectores máss competitivos y exportadores -Automóvil, Agroalimentación, etc- no tienen convenios sectoriales.
  • Trabajo a tiempo parcial: debe estar sometido a la libre voluntad de las partes sujeta al derecho civil, como en Holanda, el país con mayor tasa de empleo de la UE donde alcanza casi la mitad del total; en Alemania supera el tercio y en España no llega al 15% y se descalifica como “precario”, dando así lecciones de rancio señoritismo a los países máss ricos del mundo.
  • Costes de la seguridad social: las empresas españolas pagan un % sobre los salarios un 35% más elevado que la media de la UE y un 77% que la OCDE, lo que resta competitividad y creación de empleo.
  • La “mochila austriaca”: es un fondo de capitalización personalizado financiado por las empresas que las libera de indemnización por despido y que cada trabajador lleva consigo allá donde trabaje. El Banco de España ha propuesto, para resolver su viabilidad financiera, utilizar 8 millardos de euros de los fondos europeos. De este modo se estimularía el cambio de trabajo, se reduciría sensiblemente la temporalidad y se complementaría la pensión de jubilación.
  • La educación: principal habilitadora del trabajo mejor remunerado, cosecha malos resultados año tras año, debido a las políticas socialistas que recurrentemente la han envilecido, generando así cada vez más jóvenes que o bien abandonan los estudios -en lo que somos campeones- o bien carecen de conocimientos asociados a las ofertas de empleo. Mientras que todos los ingenieros, matemáticos, físicos y en general egresados en carreras técnicas suelen estar empleados y bien remunerados, las nuevas matrículas en estos centros educativos disminuyen en tanto aumentan en carreras tan fáciles como inútiles para encontrar trabajo.
  • El orden moral: que conduce a tener iniciativa, luchar individualmente para buscarse la vida, el esfuerzo, la laboriosidad, la constancia, la perseverancia, el comenzar de nuevo, no darse nunca por vencido y tantos valores que han constituido el alma del progreso humano y económico a lo largo de la historia, llevan tiempo de vacaciones en España, donde los socialistas –de todos los partidos- a cambio de los votos “democráticos” hacen cada vez más dependientes del Estado a los ciudadanos, a cambio de una creciente y cada vez más generalizada pérdida de la responsabilidad, la dignidad y la libertad personal.

Tras todo lo dicho, resulta evidente que seguimos teniendo tanto desempleo como remedios para evitarlo. ¿No sería el momento de sentar la cabeza y hacer nuestros deberes, para que la euforia de ahora se proyectara al futuro? ¿O, cual “sísifos”, estaremos eternamente condenados a volver a comenzar siempre de nuevo?

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