Opinión

Euskera y catalán, dos gotas en el océano de las seis mil lenguas

Debemos saber, y eso es algo que rara vez se tiene en cuenta, que existen dos tipos de hablantes, los monolingües y los ambilingües. Son los primeros propietarios de una sola lengua (inglés, español, francés, ruso…), los ambilingües

  • Manifestación para defender la lengua en castellano -

Debemos saber, y eso es algo que rara vez se tiene en cuenta, que existen dos tipos de hablantes, los monolingües y los ambilingües. Son los primeros propietarios de una sola lengua (inglés, español, francés, ruso…), los ambilingües necesitan dos, ambas necesarias en su vida diaria: galés-inglés, catalán-español, bretón-francés, tártaro-ruso... Visto así, tendremos que dar por hecho que el respeto no se dirige a las lenguas en sí mismas, que eso es cosa de lingüistas, sino a los hablantes como personas, pues se trata de sus señas de identidad. Y las señas de identidad de un vascófono o de un catalanófono en lo que a lenguas se refiere, son indiscutibles: español-euskera y español-catalán.

Si es el hablante quien merece reconocimiento, y no las lenguas, el ambilingüismo debe ser reconocido en su doble realidad, una y otra lengua en su conjunto, pues tan propietarios son del bretón como del francés, del siciliano como del italiano, del irlandés como del inglés.

De las cuatro lenguas oficiales de Suiza, tres son independientes (alemán, francés e italiano) porque sus hablantes son monolingües. Y una dependiente, el romanche, porque la lengua no cubre todo, necesita el alemán para completar la comunicación. El romanche es reconocido y respetado como lengua, pero todo el mundo sabe que sus hablantes son germanófonos y como tales se les considera, pues es su segunda lengua nativa, tan propia y útil como la primera, el romanche.

No hay lenguas que dependan del irlandés, o del siciliano o del vasco por eso estos hablantes son necesariamente ambilingües

El español cubre todas las necesidades de comunicación. El resto de las lenguas de España, no. Sus hablantes, tengámoslo claro, dependen también del español, y lo hablan con la misma destreza que los monolingües.

Hasta bien entrado el siglo XX había gallegos, vascos y catalanes que solo hablaban gallego, vasco o catalán. Hoy eso no sucede. Sus lenguas propias son dos porque se han integrado en la importante y majestuosa comunidad hispanohablante como locutores de pleno derecho por su condición de españoles. Eso mismo sucede con las lenguas que dependen del francés (bretón, alsaciano, catalán, vasco, provenzal…) o del italiano (siciliano, napolitano…), o del ruso… No hay lenguas que dependan del irlandés, o del siciliano o del vasco por eso estos hablantes son necesariamente ambilingües.

A unos gerundenses que hablaban catalán en una cafetería de Nueva York les dijo el camarero: “Sois españoles, ¿verdad?” Y como viera que los catalanes se quedaban perplejos, añadió: “Si hablarais en español probablemente no habría adivinado vuestro origen porque aquí todo el mundo habla español”.

El tamazight es una lengua bereber utilizada por unos 3,6 millones de marroquíes. Sus hablantes fueron monolingües hasta el siglo VII, en que empezaron a añadir el árabe a su lengua nativa porque facilitaba una vida social y comercial más abierta. El tamazight es hoy lengua esencialmente familiar. Sus hablantes hacen vida social en árabe y cultural en francés. El árabe marroquí no sirve para el desarrollo cultural. El hablante de tamazight que accede a la cultura tiene tres lenguas propias. Eso mismo sucede con miles de lenguas africanas, y con algunas europeas como el aranés, que necesita al catalán y al español.

Todos los hablantes tienen derecho a identificarse con las lenguas por las que se sienten interesados por su utilidad, pero nadie les hablaría a sus amigos en babilonio porque ha dedicado varios años a estudiar aquella interesante lengua.

Es necesario facilitar que todo ciudadano se exprese en la lengua minoritaria que le parezca conveniente sin interferir a quien prefiere la generalizada, pero eso también provoca dudas sin solución

¿Tendría que conceder el gobierno de Camerún el rango de oficial a su largo centenar de lenguas y abrir colegios para la enseñanza, y redactar en ellas documentos públicos? ¿Habría que invertir en igualdad lingüística antes que otras necesidades? ¿Qué tipo de ayuda debe recibir el kabilé de Argelia, el gascón de Francia o el siciliano de Italia? ¿Habría que traducir los escritos de la Unión Europea al lombardo, napolitano, siciliano, piamontés, veneciano, ligur, sardo y friulano que son lenguas habladas, cada una de ellas, por más italianos que españoles saben expresarse en vasco? ¿Habría que fundar universidades en turco para los millones de hablantes alemanes o en árabe para los cinco millones de magrebíes franceses? Es necesario facilitar que todo ciudadano se exprese en la lengua minoritaria que le parezca conveniente sin interferir a quien prefiere la generalizada, pero eso también provoca dudas sin solución o con soluciones tan complejas que no parecen viables.

Nadie, sin embargo, puede poner en duda el artículo 8 de la Declaración universal de los derechos lingüísticos que dice que las comunidades de hablantes tienen derecho a utilizar su lengua en todas las funciones comunicativas. Es excelente que nos protejamos con principio tan selectamente enunciado, pero también es algo romántico, ingenuo, teorizante.

Es sencillamente imposible enseñar y promover las seis mil lenguas del mundo, incluso en el caso improbable de que una particular bonanza económica permitiera dotarlas de sistema de escritura, de diccionarios y de miles de traducciones. Quedaría siempre pendiente saber a qué lenguas conviene promocionar y, lo que es peor, para qué, con qué fin y qué ventajas comunicativas se obtendrían con la administración natural o artificial de remedios y brebajes que la mantengan vivas. Y todavía hay algo más: ¿durante cuánto tiempo habría que prolongar el tratamiento? Las mismas dudas plantean las vidas humanas que, estando activas, ya no lo están tanto. A lo mejor las democracias occidentales tenemos que plantearnos si no sería mejor dejar a cada individuo la libertad de elegir su lengua, que es lo que más ha contribuido desde siempre al desarrollo de los pueblos.

Caprichos secesionistas

La manera en que se facilita la comunicación en el mundo entero es el ambilingüismo, el conocimiento y manejo de dos lenguas, y ese es el privilegio del que gozan los españoles que tuvieron como primera lengua al gallego, catalán o vasco.

El Parlamento se va a parecer muy poco a un foro de debate. Todos sabemos que no se trata de promocionar las lenguas autonómicas, sino de satisfacer los caprichos secesionistas. No hay ninguna razón para privilegiar en comunidades de lengua común el uso de la lengua menos útil para la comunicación.

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