Opinión

Feijóo se la juega en 2025

Cuando el líder del PP insta a sus barones a estar preparados por si Sánchez convoca elecciones este año, invoca un deseo más que una realidad probable

  • Pedro Sánchez esquiando en Cerler. -

Alberto Núñez Feijóo ha instado a los barones del PP a estar preparados por si Pedro Sánchez se ve obligado a un "adelanto electoral en 2025" ante la imposibilidad de gobernar, una vez que Junts per Catalunya y el PNV han decidido marcar cierta distancia con el PSOE. Su problema es que casi nadie más que él y sus próximos -no muchos barones del PP- ve que vaya a heredar el poder así como así porque un alejamiento de los nacionalistas vaya a llevar de forma inexorable al suicidio político de Sánchez; que eso es lo que significaría una imprevista convocatoria electoral con Sumar en mínimos de intención de voto y Podemos canibalizando los restos de Yolanda Díaz.

Si pudiéramos aplicar a la política la teoría de conjuntos matemática, no está nada, pero nada claro, que sean suficientes las tres condiciones que se antojan necesarias para hacer realidad el adelanto electoral que pregona el líder popular: que los nacionalistas vascos y catalanes, sobre todo estos últimos, no estén jugando con la debilidad parlamentaria del PSOE para obtener más rédito y hayan decidido, efectivamente, dejar al PSOE colgado de la brocha y sin presupuestos generales del Estado esta primavera; y, una vez constatadas las dos anteriores, que Pedro Sánchez decida tirar la toalla.

La 'viga en el ojo' del PP

Si me apuran, veo más difícil la última de esas tres condiciones. Al fin y al cabo, para seguir sin convocar a las urnas, al presidente del Gobierno le basta invocar en una reedicción imaginaria de su Manual de Resistencia el precedente de su antecesor, Mariano Rajoy -tres ejercicios sin presupuesto hasta que logró uno apenas un mes antes de ser desalojado del poder por la moción de censura-, e incluso los que hoy día protagonizan las presidentas de Baleares del PP, Marga Prohens, o Extremadura, María Guardiola, sin cuentas públicas autonómicas en ambos territorios por falta de acuerdo con Vox.

Ya están preparando el terreno las fuentes del Ejecutivo recordándole al PP que mire la viga presupuestaria en ojo propio, y tiene toda la lógica... De ahí, intuyo, el aspecto aquí me las den todas, risueño, despreocupado, provocador, incluso, que lucía esta Navidad Sánchez a pie de pista de esquí con su familia en la estación de Cerler (Huesca); ni los improperios que se escuchaban en medio de la importante burbuja de seguridad preparada parecían hacerle mella.

Y es que, cuando Feijóo argumenta un adelanto electoral los próximos meses, creo que se percibe como un deseo más que como una realidad tangible. Por lo menos, yo así lo percibo. Él es el primero que sabe que se juega mucho en acertar en ese movimiento político que invoca como a un espíritu salvífico y democratizador para acabar con el sanchismo porque es consciente de que el PP comienza a impacientarse tras el fiasco que supusieron las elecciones generales de 2023 para una organización que gobierna casi toda España menos La Moncloa, Cataluña y País Vasco; en definitiva, se siente interpelado hasta por los silencios de los suyos que interpreta, acertadamente, como urgencias.

La victoria amarga de Feijóo apenas un mes después del triunfo arrollador de la sigla PP en ayuntamientos y autonomías de ninguna manera puede desembocar en una legislatura hasta 2027. Porque quienes se enfrentarán serán el presidente de la Internacional Socialista, políglota, 55 años, nueve en el poder, probablemente entonces el más veterano dirigente de la UE, frente a un candidato conservador prejubilado de 66 años que llevará cinco intentando desbancarle... Ningún margen de error para tan veterano aspirante, todo el margen del mundo para Sánchez.

Su victoria amarga en aquellos comicios, apenas un mes después del triunfo arrollador de la sigla PP en ayuntamientos y autonomías de ninguna manera puede desembocar en una legislatura a término en las Cortes hasta 2027. Porque, entonces, quienes volverán a enfrentarse en las urnas ya no serán los mismos Sánchez y Feijóo de cuatro años atrás: uno será el presidente de la Internacional Socialista, políglota, 55 años y nueve de ellos ya en el ejercicio del poder, probablemente entonces el más veterano dirigente de la UE, el otro un candidato conservador de 66 años, es decir, prejubilado, que llevará cinco intentando desbancar al primero sin éxito.

Toda la presión estará entonces sobre Alberto Núñez Feijóo, ningún margen de error para tan veterano aspirante, mientras que Pedro Sánchez El Breve tendría todo el margen de error posible desde el punto en que lo peor que le podrá pasar es verse obligado a dejar el poder tras casi una década... Yo firmo en blanco esas condiciones de enfrentamiento electoral si fuera Sánchez.

En el bien entendido, además, de que en unas elecciones a término, normales digámoslo así, no sólo importa el factor humano y la mercadotecnia; Es sí mismo, concluir la legislatura supone una prueba irrefutable de una cosa igual o más preocupante si cabe que la diferencia de edad o saber inglés: a saber, sería prueba de la falta de punch de una oposición que habría tenido a su disposición los tres años anteriores nada menos que las andanzas de los Abalos, Koldo, Aldama, Begoña Gómez, Fiscal General, para noquearle.

La hipérbole en la denuncia de los desmanes del 'sanchismo' no basta si no viene acompañada de hechos y proyecto; se requiere cuajo, por ejemplo, para decirle a Carlos Mazón que su tiempo pasó con más pena que gloria en esa Comunidad Valenciana todavía en shock por la DANA; y no porque la izquierda pida su dimisión, sino porque es de todo punto inadmisible para muchos votantes el cariz retador del mandatario valenciano en muchas de sus apariciones intentando bracear para ver si se salva en el congreso que el PP regional va a celebrar allá por junio.

Sí, Feijóo se la juega en 2025 más que ningún otro dirigente político de este país llamado España. Llegó en febrero de 2022 a lomos de una insólita crisis interna provocada por su antecesor, Pablo Casado, en un movimiento de autodestrucción política derivado de su pelea con su otrora amiga Isabel Díaz Ayuso que se estudiará en las Facultades de Ciencia Política como ejemplo de lo que no hay que hacer -tal que el de Albert Rivera y Ciudadanos, por cierto-, y ha empezado a entrar en una siempre peligrosa rutina por previsible para alguien que ejerce la oposición.

La hipérbole en la denuncia de los desmanes del sanchismo ya no basta si no viene acompañada de hechos y proyecto; se requiere cuajo, por ejemplo, para decirle a Carlos Mazón que su tiempo pasó con más pena que gloria en esa Comunidad Valenciana todavía en shock por la DANA; Y no porque la izquierda pida su dimisión, sino porque es de todo punto inadmisible para muchos votantes de toda laya el cariz retador del mandatario en muchas de sus apariciones intentando bracear políticamente para ver si salva la cabeza en el congreso que el PP regional va a celebrar allá por junio y vuelve al minuto A.V (Antes de la comida en El Ventorro) de esta era política local.

Hacerse 'un Rajoy'

Si a muchos valencianos las dudas, idas y venidas de Feijóo y su equipo respecto a Mazón les genera la lógica irá de quien sufre y va a sufrir por muchos años las secuelas del desastre, y las encuestas así lo reflejan, no les cuento la estupefacción en el resto de España cuando, a la primera ocasión que tiene de dar ejemplo de lo que sería su ejecutoria en La Moncloa, de marcar autoridad forzando la dimisión del barón valenciano tras un evidente desastre de gestión, decide hacerse un Rajoy; un dejar que el tiempo pase a la espera de que escampe no vaya a ser que Vox nos ponga difícil el recambio y me cree un tercer agujero negro de voto para el PP -los otros dos son Cataluña y País Vasco- que arruine la Operación Moncloa pese a lo que dicen hoy los sondeos, siempre estupefacientes.

Veremos si esa estrategia gallega que tan buen resultado le dio durante sus cuatro mayorías absolutas en la Xunta ofrece resultados tangibles al PP y a su líder. De momento, lo único que se aprecia es el bodegón que ilustra esta crónica y resume en estado de situación del 2025 que hoy empieza: Pedro Sánchez enfilando su séptimo año de mandato sonriente y retador a pie de pista de esquí con su familia mientras, a lo lejos, muy a lo lejos, escucha el murmullo de la protesta.

 

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