He vivido toda la parte formativa de mi vida, la infancia y primera juventud, entre un pueblo de Huesca, Binéfar, y la capital de provincia más cercana, Lérida. Las dos poblaciones, situadas a 35 kms de distancia, lo tenían todo en común hasta que el nacionalismo tóxico que se apropió de Cataluña vino a separarlas afectivamente cuando curiosamente más cerca están gracias a la nueva autovía. Apenas da tiempo a disfrutar del precioso campo que se abre a ambos lados de la carretera cuando ya has llegado de un sitio o a otro. Pero lo que ambos lugares siguen compartiendo es el mismo horizonte majestuoso.
De camino a Binéfar desde Lérida, los Pirineos se alzan como si fueran un Himalaya doméstico. En las escasas tardes de invierno en que la niebla da paso al sol, los picos nevados se iluminan y en el crepúsculo las cumbres dejan de ser blancas y se tiñen de rosa y malva. Están ahí siempre, casi al alcance de la mano, como una pared gitantesca cayendo a plomo sobre los frutales y los campos de alfalfa o maíz. Una vez envié a mi amigo Luis Marquina, antiguo director y alma del parque de Ordesa, una foto tomada en una de esas tardes desde el campo de Binéfar. Me contestó con un mensaje de extraordinaria belleza que les transcribo a continuación: “ De derecha a Izquierda: —Cotiella, Posets, Peña Montañesa, Punta Suelza, Portañús, Puntas Verdes, Las Tres Marías ( justo sobresaliendo muy poco sobre las ramas), Collado de Añisclo, Punta de las Olas y Pico de Añisclo o Soum de Ramond (primera de las tres Sorores) por el Este”. A este mensaje tan evocador, con esa enumeración de los hermosos y solemnes nombres de las montañas que nos rodean, le siguió otro menos literario. “Si hubieras abierto un poco más el foco, el siguiente pico por la izquierda era Monte Perdido”. Monte Perdido es, quizás, el nombre más precioso dado nunca a una montaña. Vivir bajo su sombra protectora es un privilegio que, como todo lo que no se gana y se disfruta a diario, no acabamos de valorar, pero hay algo en esas montañas que cambia la vida de los que viven contemplándolas. Quizás la voluntad de salir de nuestra pequeñez cotidiana para ser, como ellas, grandes y dignos. En mi familia se decía que nosotros no limitamos con los Pirineos, sino que los imitamos. Más un deseo transmitido de generación en generación que la realidad, pero un deseo que nos ha mejorado siempre.
Escuchamos cómo otros esquiadores que se encuentran con él lo increpan gravemente a causa de su frustración con la gestión más corrupta de la historia de nuestra democracia
Esa cercanía con la montaña también ha tenido su parte lúdica. Los de la zona hemos esquiado siempre, desde muy pequeños, y no vemos en ello un lujo excesivo que no pueda ser costeado, al menos durante unos pocos días por una familia de clase media. Esquiar cuesta dinero pero en sí mismo no es un deporte clasista. Hay muchas formas de vivir la nieve y no todas son necesariamente propias de la alta burguesía. Ni siquiera todas las estaciones son iguales. No es lo mismo esquiar en Baqueira que en Formigal, en La Molina que en Astún. Hay estaciones en las que el après ski es más caro y sofisticado y otras de tabernas populares con el suelo mojado por la nieve derretida pisada por las botas de los montañeros. Los remontes varían de calidad de unas a otras, y las pistas están más o menos preparadas. Por ello no me ha escandalizado en lo más mínimo la escapada a Benasque del presidente del Gobierno junto a su familia. Pasar unos días en una estación de esquí familiar como Cerler entra dentro de las posibilidades normales de un profesional de su edad, mucho más ostentado en cargo que él ostenta. Otra cosa es que se hubiera ido a Suiza, en la estratosfera de todo lo costeable incluso por el estrato más rico de la sociedad española. No es por tanto el hecho de que los Sánchez Gómez se vayan a esquiar lo que más me ha interesado, sino otros detalles muy reveladores del carácter del personaje que podemos apreciar en el video que se ha viralizado y en el que escuchamos cómo otros esquiadores que se encuentran con él lo increpan gravemente a causa de su frustración con la gestión más corrupta de la historia de nuestra democracia.
Lo que como esquiadora de toda la vida me ha llamado la atención es que Pedro Sánchez, ya cincuentón y que entiendo debe tener cierto control sobre las tablas aunque no sea buen esquiador, haya decidido pasarse a estas alturas de la película al snowboard. En vez de asumir su madurez y esquiar tranquilamente para disfrutar del paisaje sin nada que demostrar ni que demostrarse, Sánchez quiere volver a ser un adolescente malote de los que se te echan encima adelantándote violentamente y cortándote el viraje. El aprendizaje es pesado y aunque el video es muy corto, da para ver una par de caídas del aspirante a chulo pistas. Ni siquiera en sus días de asueto, porque hacer el mal veinticuatro horas al día también cansa, deja este pobre hombre su ego a un lado. Mirad cómo molo, que moderno soy, qué peligro tengo. Es agotador.
El quiero y no puedo
En la sociología delicadísima del esquí esas demostraciones a ciertas edades solo son muestra de inseguridad en uno mismo y, para alguien tan presumido, como Sánchez, de algo mucho peor: No haber subido a pistas lo suficiente durante su vida. Los esquiadores de verdad, a los cincuenta y tantos, ya han hecho todos los numeritos del mundo. Ya han saltado, esquiado fuera de pista, incluso ligado, cuando tocaba. Ahora, en la madurez, se esquía de otra manera, aparentemente con más suavidad, aunque como esos coches de alta gama que no se pasan nunca de revoluciones, resulten muy difíciles de seguir. Parece que van lentos, pero es muy fácil perderlos en la bajada. Sin esfuerzo visible ni postureo forzado, sin darse importancia, justo todo lo contrario del quiero y no puedo del marido de Begoña la recauda fondos.
En mi juventud ya lejana, los locales nos empeñábamos en ir a esquiar con ropa muy corriente, aunque cuidáramos mucho la calidad de botas y tablas. Era nuestra manera de demostrar que estábamos por encima de los turistas sobrequipados que llegaban en fechas señaladas a las pistas que durante los fines de semana normales eran solo nuestras. Era una especie de prestigio al revés, en el que el exceso de cuidado en la indumentaria te traicionaba como recién llegado y la sencillez extrema te identificaba como buen esquiador. Una presunción que solo puede permitirse en la juventud. Hoy todos aquellos que buscábamos atención hemos dejado las pistas más difíciles para hacer bajadas tranquilas y vestimos igual que los demás, aunque probablemente en tonos más oscuros y sobrios. No será fácil ver a alguien de Lérida de nuestra edad que esquíe de azul claro o verde y amarillo. Eso se lo dejamos a los Sánchez, tan necesitados de casito y tan parvenus. Como lo del snowboard a destiempo.
Si no puedes asumir la vida en sociedad, si el roce con los conciudadanos a los que maltratas te da miedo por si te dicen a la cara unas cuantas verdades incómodas, no salgas de la Moncloa
Al margen de estas frivolidades, lo único que de verdad no tiene perdón de Dios es que estos sujetos ensoberbecidos movilicen en sus salidas un verdadero ejército de escoltas y asesores, que bloqueen los parkings de pistas perjudicando a todos los demás esquiadores que no encuentran lugar donde dejar su coche, y que actúen en todo momento como si la estación y el pueblo fueran suyos. No se puede reservar ni en restaurantes ni en hoteles porque están bloqueados para Su Persona, que solo concibe el disfrute en soledad. Si no puedes asumir la vida en sociedad, si el roce con los conciudadanos a los que maltratas te da miedo por si te dicen a la cara unas cuantas verdades incómodas, no salgas de la Moncloa. A este paso pronto le pondrán al personaje aldeas Potemkin a ambos lados de las carreteras, esos pueblos de cartón piedra que el príncipe del mismo nombre montó en el camino a Crimea para que su amante Catalina La Grande viajara engañada y no tuviera que enfrentarse a la realidad y a la miseria de su pueblo.
Y dejemos a Sánchez aquí porque no quiero acabar esta columna sin desearles a todos ustedes, queridos amigos, una Nochevieja muy feliz, con la esperanza, tan sólida como esos Pirineos que veo todos los días, de que el 2025 sea mejor para todos. Hasta el próximo martes, si Dios quiere.
raimundo
31/12/2024 08:30
Feliz Año Ignacia. Mis horizontes perdidos son las mismas vistas desde Barbastro. Cuando esquiaba en los Pirineos, lo hacía en Cerler, incluso cuando la estación agonizaba, antes de que tomara control Aramón. Lástima que los pichones ensombrezcan uno de los valles más bonitos del Pirineo español. Abandonado a su suerte, como tantos rincones del desvertebrado Aragón, el arreglo reciente de la N-260 que accede al valle de Benasque, sólo compensa en parte los 50 kilómetros pendientes del eje pirenaico, todos en Aragón. Por cierto, el Gobierno central acaba de firmar un convenio con la Generalitat para inyectar 260 millones de euros en los tramos catalanes del Eje Pirenaico, todos construidos en el siglo pasado. Vaya vecindad insaciable.
Ernesto Tagliavini
Ni el bien hace ruido ni el ruido hace bien.
Bluesman
31/12/2024 08:59
Ah, ¡qué recuerdos de mi infancia! Vienen a la pantalla de mi mente las calles sucias, tan peligrosas de aquella ciudad industrial donde crecí. Llegar sano a casa por las tardes eran milagros diarios por los que jamás daré suficientes gracias. Gracias, también, debo dar por la invisibilidad y las hábiles piernas. Fueron, sin duda, lo que me protegió de los diarios asaltos, robos, navajazos que se sucedían a lo largo del camino al, y del, cole, mientras cruzaba en autobús, y parte andando, la tierra de nadie que eran los guetos quemados donde residían la flor y nata de los maleantes, chaperos, camellos, yonquis (de varias clases sociales), criminales, miles y miles de inmigrantes ilegales y otros despojos de la sociedad de principio de los 70. No era España, por supuesto, pero, a este ritmo, lo será.
Auraz
Pues empiezo a darle la razón. Es trágico ver como prospera la peor gentuza.
alexmazallas
31/12/2024 09:28
Feliz Año a todos, menos a la banda que nos gobierna y les apoya
dededavi
31/12/2024 17:14
¡Jo, macho, me está describiendo Barcelona!