Opinión

Franco rescata a Sánchez

¿Por qué no dejan en paz al Rey? Pues porque no pueden. Porque la razón de ser del sanchismo es el desgaste de los demás

  • Valle de los Caídos, eje referencial de la propaganda sanchista -

Me propongo despedir el año y entrar en el nuevo a la manera en que Zapatero encaraba su quehacer político y que tan buen recuerdo nos dejó; con buen talante. ¡Ay el talante!, qué sería de nosotros sin él. Y qué del que hoy pasa por ser el gran valedor del oso venezolano, uno de los tipos más repugnantes de este agitado mundo. Dispuesto como estoy a que Fangoman y los suyos no me amarguen el final de este año, me refugio en el burladero del humor como fórmula para sobrevivir a todo tipo de excesos, empezando por los cien actos que el Psoe tiene anunciados para conmemorar la muerte del dictador.

Ya sé que creen que están celebrando la llegada de las libertadas, pero el tiempo es cualquier cosa menos caprichoso, y en 2025 se cumplirán cincuenta años, medio siglo, de la muerte en la cama del general Franco. El deceso fue complicado, pero rodeado de toda su familia, incluso de un yerno fotógrafo, el marqués de Villaverde, que luego vendió a Interviú las imágenes de un anciano rodeado de cables y pantallas. “Dios mío, ¡cuánto cuesta morirse!”, dijo el dictador que tanto sabía de muertes. Exactamente, 15 millones de 1984, que eso es lo que le pagaron al marqués por el siniestro reportaje. Pero Franco le va bien a este Psoe sin escrúpulos históricos, más cerca de la huella que Largo Caballero que de la Julián Besteiro.

Invitación envenenada

Que el sanchismo se disponga a celebrar semejante acontecimiento es algo que debería interesar a ellos, y hasta ahí. Pero no. Para empezar, nos darán la turra desde el altavoz de medios que controlan, con la democrática televisión española que nos hemos dado a nosotros mismos, que se decía antes al hablar de la democracia. Lo peor va a ser el tostón, la matraca con Franco para arriba y Franco para abajo. Por si fuera poco, alguien en la Moncloa ha tenido la idea infame de invitar a Felipe VI a un acto que, marca de la casa socialista, parte en dos la memoria de los españoles. Una vez confirmado que, cuanta más exaltación del franquismo mejor para el socialismo, Sánchez arrasa con todo. Poco importa que sea con el monarca, el único que se ha tomado en serio su trabajo en esta España presidida por alguien al que no le afecta ningún daño colateral, sea familiar o del partido. Tragamos con una tesis plagiada que no le pasó factura, y ahora soportamos a una señora, su esposa, que debe responder de unos cuantos cargos, incluido el de ir por la vida de catedrática sin serlo. O sea, de intrusa. Ni su mujer, ni su hermano; ni las exigencias de Puigdemont, ni las alaracas a Bildu, ni su sumisa asociación el carlismo vasco y españolazo le han parado a la hora de volver con toda solemnidad a la figura salvífica de Franco.

La única institución que la gran mayoría de españoles consideramos digna de respeto tampoco les sirve. O conmigo o contra mí. Fangoman en estado puro

 

¿Qué debe hacer Felipe VI? Pues él sabrá, pero la decisión no es fácil. Si va, una buena parte de los españoles no entenderá que se someta al capricho político de un tipo que, cuando el dictador murió, tenía tres años y su mujer dos. Un puñado de ministros no habían nacido, pero qué más da, todo es bueno para el convento. No nos ha de extrañar entonces que la ministra portavoz crea que la democracia empezó con Felipe González. Si el Rey va, su imagen se desgasta; si no va, el socialismo guerracivilista asumirá el argumento de Podemos tras su mensaje navideño: este es un señor muy de derechas. ¿Por qué no dejan en paz al Rey? Pues porque no pueden. Porque la razón de ser del sanchismo es el desgaste de los demás, sin reparar en los platos rotos. Si hay que señalar al PP como derecha extrema, vamos a ello; si hay que motejar de franquistas a los jueces que no hacen la justicia de clase que precisa el gobierno progresista, pues a por ellos; si hay que destrozar las instituciones colocando a los amiguetes al frente, sin problema. Y si hay que colocar al Rey en la encrucijada, ahora que Franco vuelve a la calle, se le coloca sin rubor alguno. O Felipe VI está donde queremos que esté -y no es en Valencia precisamente-, o empezamos a cantar ¡Ay, Carmela! o Si me quieres escribir.

La única institución que la gran mayoría de españoles consideramos digna de respeto tampoco les sirve. O conmigo o contra mí. Fangoman en estado puro.

 

Quitarnos la memoria

Papa Noel ya ha cumplido conmigo. A casa llegó en forma de regalo el Koldopoly, el juego en el que cada movimiento te acerca más al poder o a prisión. Emocionante jugar con las figuras de El Uno, maestro del engaño. La captadora de fondos, especialista sin título. El comisionista, experto en contratos. Abalorios, carismático y resiliente y, por último, El grandullón, confidente leal y taimado.  Algo habrá que hacer mientras Franco vuelve a nuestras vidas, y el Koldopoli no deja de ser una alternativa. Vamos a tomarnos el año que viene con un poco de humor porque si no se nos va a atragantar enseguida.

Con humor leo a mi amigo Javier Rioyo, que cuenta una historia, una leyenda al parecer que merecería ser cierta. Pedro Muñoz Seca fue un grande del teatro popular español al que fusilaron en Paracuellos. Antes de morir tuvo tiempo de decir algo al pelotón de fusileros: “Podéis quitarme la hacienda, mi patria, mi fortuna y mi vida. Pero hay una cosa que no podéis quitarme. El miedo que tengo ahora mismo.”  

Por lo mismo, bien podremos decir que en 2025 podrán quitarnos la memoria, la reciente y la pasada; las instituciones que un día fueron de todos, y hasta una patria o nación cuya naturaleza es discutida y discutible, como dijo un día Zapatero. Pero hay algo que no nos podrán quitar: Las ganas de ir contando lo que pasa. Aunque Sánchez no lo crea, siempre quedarán espacios, éste, por ejemplo, en el que se pueda seguir denunciando el exceso y la mentira. No hay otra razón de ser para aquello que llamamos periodismo que estas tres palabras: Contra el poder.

Y que ustedes lo vean el año que está a punto de comenzar. Les deseo lo mejor.    

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