Están las feministas amazónicas y las que blanden su derecho a volver a casa solas y borrachas, o las que regresan también solas, pero además agotadas después de trabajar. Existen ministras que se están legislando encima, que apenas pueden contenerse, y redactan anteproyectos de ley como camisetas: algo que llevar puesto a la marcha del domingo 8 de marzo. Pero ojo… ¡que corra el aire! No tan juntos ese día. No hay mascarillas para todos y puede que, en el futuro, rozarse en el metro sea un delito.
Al tiempo que escribo estas líneas se registra en España el caso número 233 de Coronavirus —perdón llegó ya a 234—, y en Milán quizá una patrulla de historiadores del arte con trajes aislantes esté a punto de desinfectar todos los Mantegna expuestos en la ciudad. ¿Convendría hacer lo mismo con Las Meninas? Hasta la semana pasada el número de mujeres asesinadas a manos de su pareja llegó a trece. Después del Covid-19 el dato ya no parece tan a la mano.
Hay feministas amazónicas, pero también ministras que se están 'legislando encima' y redactan anteproyectos de ley como camisetas que puedan lucir el 8 de marzo
¿No le ocurre a usted, también? ¿No siente que le hablan a gritos? ¿Incluso que oye un soniquete permanente de manifestación? He probado a bajar el volumen de la tele, pero la sensación no remite. Pasan demasiadas cosas a la vez, y todas parecen igual de definitivas. Los datos indican que estamos a las puertas de una desaceleración, pero terminaremos por adelantarla cuando ni las cañas queramos tomarnos con los paisanos en el bar. Por cierto, ¿está bien lavado ese vaso? ¿Sigue en pie el bautizo? ¿Y las conferencias de la semana que viene también las cancelan?
Ayer una mujer estaba pensándose mejor lo de ir a misa. Convendría no acudir en estos días, ya sabes, por las aglomeraciones. Además, a la parroquia van muchos ancianos a los que les da por toser. La teoría aplicaría a todo, desde el cine hasta el fútbol, con o sin gente mayor que estornude. Mi padre, que tiene 82, traga grueso y se mosquea al escuchar que las víctimas mortales del coronavirus pertenecen a su quinta. Mal asunto, murmura.
¿Ser escéptico con el coronavirus es como negar el cambio climático? ¿No acudir a la marcha del 8-M por temor al contagio supone apoyar al patriarcado?
A estas alturas de La Polaroid no sé si ser escéptico con el coronavirus es como negar el cambio climático, o si pensarse lo de acudir a la manifestación, por aquello del contagio, supone apoyar al patriarcado. Que lo de la calma me parece importante, por eso me he metido a Twitter para ver memes de gatos, pero si os contara la que se ha montado en el TL desde que Pablo Iglesias se declaró reformista, ¡machote!, y Cayetana Álvarez de Toledo clamó por el cierre de La Sexta, apenas unos días después de que el líder de Podemos pidiera cárcel para los periodistas de "las cloacas". De paso viene Begoña Villacís con la idea de montar la noria más grande del mundo en Madrid. Éramos diez y parió la abuela…
El dilema de San Agustín y el niño de la playa se me antoja muy de este tiempo. Me resulta imposible descifrar cómo se mantienen a la vez la calma y la audiencia, cómo encajar ese océano de datos en el mejillón del sentido común. Voy acortando, no sea que en la próxima coma, suba el contador de casos de gripe o alguien venga a por mi biblioteca para llevarse todos los ejemplares que incumplan las sugerencias del lenguaje inclusivo. Una peste recorre a toda prisa la ciudad, la política, las cubiertas de los diarios y las listas de las noticias más leídas. Y aunque hago lo posible, siento que aún me hablan a gritos. ¿Le pasa a usted lo mismo?