Es tiempo de estatuas derribadas. Con la ganzúa del agravio caen desde confederados hasta navegantes. La nómina de purgados aumenta, y ya hay nuevos candidatos al derribo. Desde que Felipe González lidera una ofensiva contra Sánchez y sus socios de gobierno, se arriesga el ex presidente a que lo desalojen a pedradas del monumento de la Transición como lo hicieron en California con Fray Junípero Serra.
Los vídeos del derribo de estatuas en distintas ciudades del mundo y las intervenciones parlamentarias de los últimos plenos se parecen: comparten ese aroma de turba, y aunque Gabriel Rufián no puede subirse aún al pedestal vacío de González para hacerse un selfi, se las arregla el diputado de Esquerra Republicana para lanzar un mitin contra el político que más años mantuvo a los socialistas en el poder.
Las palabras impunidad y justicia, dichas con solemnidad de salón de fiestas que tanto caracteriza a Rufián, sirvieron al portavoz de ERC para enlodar aún más el panorama. Rufián recriminó el veto a la comisión para investigar al rey emérito y la responsabilidad de Felipe González en el terrorismo de Estado. Señaló con su índice al prócer de la Transición con la única intención de apear de su hornacina política a la única voz crítica dentro de un PSOE que ha olvidado cómo disentir.
Intentan apear a González de su hornacina política: es la única voz crítica dentro de un PSOE sometido
En respuesta a Rufián, Pedro Sánchez defendió a González, a regañadientes. Glosó la figura y el legado de Felipe González con voz queda y flojita, pero lo defendió. Ya le gustaría a Sánchez mandar al histórico al ático del PSOE, con los jarrones y los bonsáis. Las críticas de González a su gobierno le incomodan a Sánchez. El Julián Sorel de Ferraz no soporta, espejito-espejito, que le cuestionen.
No le gusta a Sánchez la voz de González, no quiere escucharla ni que los demás la escuchen y como no puede, de momento, arremeter contra él, manda a sus socios de gobierno a hacerlo. De no ser por la bastardía de Sánchez, cualquiera diría que quiere matar al padre, aunque cuesta pensar que ese líder acartonado y narcisista haya podido heredar algo de una de las figuras principales de un partido que él está empeñado en destruir.
Sanchez lo defendió, a regañadientes. Ya le gustaría a Sánchez mandar al histórico al ático del PSOE, con los jarrones y los bonsáis
Hay una lógica del derribo que se cumple en los ataques a González. Si se estudia con detenimiento los vídeos y fotografías, queda claro cómo, una vez arrancada de su pedestal, la estatua purgada sufre el martirio y el escarnio de la multitud, que decide convertir el linchamiento en fiesta. La misma suerte amenaza hoy al líder histórico del PSOE: intentan arrastrarlo hacia una muerte simbólica, una falsa catarsis de la que quieren sacar provecho los que embisten contra el Régimen del 78.
La pulsión de reescribir la Historia, de borrar lo anterior y erigirse ellos como nuevos próceres es algo tan antiguo como la existencia de los sátrapas, lo que sorprende y espanta es constatar cómo la reacción sigue siendo la misma: silencio entre quienes, pudiendo defender al purgado, prefieren mirar para otro lado. Y a juzgar por la poca alharaca que levanta, si Felipe González tuviera estatua, habría corrido ya la misma suerte que la del fraile franciscano.