Opinión

La fulgurante ascensión de Kamala Harris

De ser una de las vicepresidentas peor valoradas de la historia a convertirse en la única esperanza para que su partido retenga la presidencia.

Todos conocemos a Kamala Harris, pero al mismo tiempo todos la desconocemos. Hasta hace cuatro años casi nadie más allá de California había oído hablar de ella en su vida. En aquel entonces era senadora por ese Estado, pero no desde mucho tiempo antes, desde que en 2017 ganase las elecciones a la candidata republicana, Loreta Sánchez con mucha autoridad, nada menos que 13 puntos. Pero eso en California no significa nada. Allí los demócratas ganan por defecto, es uno de los feudos del partido y los dos senadores que envía el Estado son desde hace décadas siempre demócratas.

Kamala Harris es una mujer cautelosa, poco amiga de correr riesgos innecesarios. Se presentó al Senado, pero sabiendo de antemano que iba a ganar. Su siguiente aventura política fue presentarse a las primarias para las presidenciales de 2020. Anunció su candidatura en enero de 2019 y llegó incluso a participar en un debate frente a Biden y otros candidatos. Aquel día fue muy crítica con Biden, pero se desinfló pronto. Las primarias propiamente dichas daban comienzo en enero en Iowa, pero no llegó tan lejos. En diciembre anunció que retiraba su candidatura porque estaba muy abajo en las encuestas. Eso sí, espero tres meses, hasta marzo, para dar su apoyo a Biden. No sólo no quiso enfrentarse a una derrota segura, sino que esperó tres meses para decantarse por Biden cuando ya estaba claro que iba a imponerse en las primarias.

Biden premió el gesto escogiéndola como compañera de fórmula. Era un buen complemento ya que a Biden le acusaban de ser un hombre blanco de la costa este demasiado mayor. Harris era lo contrario, una mujer de mediana edad, de color y de la costa oeste. Ya convertida en vicepresidenta la precaución en la toma de cualquier decisión, grande o pequeña, se convirtió en su sello personal. Quería pasar desapercibida y que nadie se fijase en ella: ni para lo bueno ni para lo malo. No quería cometer errores que luego complicasen su carrera. Esa es la razón por la que ha sido prácticamente invisible durante cuatro años. No ha querido hacerse ver, seguramente por miedo a equivocarse.

Pues bien, ahora Harris es algo así la como la salvadora del Partido Demócrata y no sabemos bien ni lo que piensa realmente, ni lo que hará en caso de ser elegida. No podemos agarrarnos a un pasado político que es casi inexistente. Alcanzó la cima pronto y sin hacer ruido. La cúpula del partido demócrata hizo poco para promocionarla a pesar de que la edad de Biden y su estado físico y mental obligaba a ir buscando un heredero cuanto antes. Los demócratas quitaban importancia a esto o directamente acusaban a quienes lo señalaban de ser unos desalmados. Todo eso saltó por los aires en el debate en la CNN del 28 de junio. Ahí se vio que el rey (el presidente para el caso) estaba desnudo y era imposible negarlo. Así es como Kamala Harris pasó de ser una de las vicepresidentas peor valoradas de la historia a convertirse en la única esperanza para que su partido retenga la presidencia.

Le beneficia haber sido la gran ignorada. Todo lo más que se pensaba era que, si ganaba Biden, ocuparía otros cuatro años la vicepresidencia. Tras ello vendría una una jubilación dorada como asesora de grandes empresas y conferenciante de a millón por palabra. El resto del mundo se olvidaría de ella. Así es como veían el futuro de Harris prácticamente todos los demócratas. Hoy tienen que verla como presidenta. Por eso han empezado a recuperar algunos momentos de su vicepresidencia, fotos y discursos de sus viajes al extranjero, que hizo muchísimos. Visitó una veintena de países en 17 viajes oficiales, algunos de alto perfil como la visita a Múnich para asistir a la conferencia de seguridad o la cumbre climática de Dubai. Pero siempre como representante de Biden, por lo que no se movía ni un milímetro de las instrucciones que le habían dado antes de salir de Washington.

Harris viajó a México y Guatemala para disuadir a los inmigrantes de viajar hacia la frontera de Estados Unidos. “No vengan”, les dijo a la cara. Se armó un gran escándalo y llegaron a compararla en la prensa de izquierdas con Donald Trump

También realizó varios viajes a Hispanoamérica ya que uno de los cometidos que le encargó el presidente fue el de la frontera sur. De hecho, su primer viaje fue a los Estados fronterizos. El tema era delicado porque sobre él había cabalgado Trump durante todo su mandato. No era algo que le gustase y eso los republicanos lo descubrieron pronto, por eso la motejaban de forma despectiva "reina de la frontera”. No le gustaba porque es un asunto espinoso que se juega en el campo del adversario en el que es fácil ganar muchos enemigos y perder a todos los amigos. El primer viaje al extranjero también tuvo que ver con la inmigración. Harris viajó a México y Guatemala para disuadir a los inmigrantes de viajar hacia la frontera de Estados Unidos. “No vengan”, les dijo a la cara. Se armó un gran escándalo y llegaron a compararla en la prensa de izquierdas con Donald Trump.

Para ella eso fue especialmente doloroso. Se había tenido que mojar y eso era precisamente lo que quería evitar. Le había tocado además mojarse en un tema que le caía muy cerca, el de la inmigración. Ella, hija de dos inmigrantes (su madre era india y su padre jamaicano) llegados a EEUU en los años 60 pidiendo a los futuros inmigrantes que se quedasen en casa. Eso el ala izquierdista del partido no se lo perdonaría. A partir de ahí bajó el perfil migratorio hasta hacerse prácticamente invisible. Cambió la estrategia y en lugar de pedir a los guatemaltecos y a los hondureños que no viajasen a la frontera puso en marcha un proyecto para que empresarios estadounidenses invirtiesen en Centroamérica y creasen empleo allí. Eso, según ella, disuadiría a los inmigrantes de convertirse en tales. Naturalmente, no funcionó. En Honduras o Guatemala no falta empleo, lo que falta es empleo bien remunerado, seguridad física y jurídica y, sobre todo, expectativas de futuro. Justo lo que Estados Unidos da a toda esa gente.

Después del revolcón migratorio se centró en temas más genuinamente demócratas como el aborto. Ahí acudió en su auxilio la polémica resolución del Tribunal Supremo de revocar el fallo Roe vs Wade del 73. Eso le dio alas porque el del aborto es uno de sus temas estrella desde que era senadora. Era (y sigue siendo) uno de sus reclamos favoritos. Harris lamentó la decisión del Supremo y se colocó al frente de quienes la criticaban. Demostró que lo hacía de forma muy contundente y efectiva. El equipo de Biden tomó nota. Parecía que se lo tenía preparado. De hecho, antes de que se conociera la decisión de Supremo ya había comenzado a reunirse con organizaciones favorables al aborto, congresistas y expertos. Intuía que lo iban a revocar y quería estar preparada.

Biden, por su parte, creyó que haber retenido el Senado se debía a lo bien que lo estaba haciendo él. Fue entonces cuando empezó a plantearse en serio lo de ir a por un segundo mandato

Unos meses más tarde, en noviembre, se celebraron las elecciones de medio mandato. Las encuestas señalaban que la economía era el tema principal y ahí los demócratas de poco podían presumir porque la inflación interanual en octubre de 2022 era de casi el 8%. A Harris eso le dio igual, siguió haciendo campaña por el derecho al aborto y sus esfuerzos parecieron dar frutos. En noviembre, los demócratas salvaron los muebles en lo que se preveía una catástrofe. Los republicanos recuperaron la Cámara, pero el Senado se mantuvo bajo control demócrata. Harris supuso que el electorado demócrata se había movilizado gracias a la radicalización. Biden, por su parte, creyó que haber retenido el Senado se debía a lo bien que lo estaba haciendo él. Fue entonces cuando empezó a plantearse en serio lo de ir a por un segundo mandato.

No tardó mucho en decidirse. En abril de 2023, anunció que se presentaría a la reelección con Harris como compañera de fórmula. No parecía una idea muy estimulante para los votantes demócratas que, de forma insistente en las encuestas, confesaban que Biden estaba muy mayor y tenía las facultades mermadas. Pero, a pesar de todo, iba con ventaja en las encuestas, al menos hasta diciembre del año pasado cuando empezó a ceder ante Trump. En las primarias nadie le hizo sombra salvo tres aventureros sin posibilidad alguna de ganar. Se veía ya de nuevo presidente hasta que tuvo la caída del debate. Fue entonces cuando por fin los líderes del partido se atrevieron a decir en público lo que decían en privado desde hacía meses.

Demasiado tarde para improvisar

Harris se apresuró a salir por televisión para defender al presidente. No se quedó ahí. Biden era, según ella, un presidente de fortaleza encomiable que superaría aquel traspiés, pero el problema no era ese, sino Donald Trump, a quien había que detener de forma ejemplar en noviembre. Hizo lo que se esperaba que hiciese Biden en el debate. Su candidatura ya estaba en marcha, pero no todos lo tenían claro. No habían preparado su candidatura y era demasiado tarde para inventarse un candidato. El 21 de julio ya no quedó otro remedio que improvisar. Biden anunció que se retiraba al tiempo que “nominaba” a Harris como candidata, es decir, que la señalaba como su sucesora.

En ese punto no estaba todo dicho, pero casi. No había tiempo para buscar un sustituto, no había tiempo para unas primarias, ni siquiera unas primarias exprés creadas al efecto. No había realmente tiempo para nada, faltaba menos de un mes para la convención y necesitaban un candidato ya porque Trump se había puesto a cinco puntos de distancia. Solo tenían a Harris, que además estaba mostrando más vigor que nunca, atrayendo donaciones y lo más importante, haciendo que paulatinamente los sondeos remontasen. No había vuelta atrás. En dos semanas, consiguió el número suficiente de delegados como para garantizarse la nominación, cosa que acaba de conseguir. Lo que aún está por ver es que este empuje lo mantenga durante los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones.

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  • T
    tinotron

    No quieran presentar como mérito personal de la candidata un aparente "incremento de popularidad" que es fruto EXCLUSIVO de la maquinaria bien engrasada del mastodonte mediático que es el partido demócrata de los USA.

    A esta señora no la conoce nadie ni la ha votado nadie. No ha dado una ni una sola entrevista, ni una sola rueda de prensa. Por lo menos a Biden los aguerridos periodistas le preguntaban cuál era su sabor de helado favorito. A Kamala Harris ni eso, sencillamente porque no da opción para ello.

    Ahora mismo la señora Harris no tiene programa electoral publicado. Solo sabemos que vive por y para el teleprompter y que se carcajea constantemente, venga a cuento o no. Y que es partidaria de una política militar intervencionista que hará las delicias del complejo militar-industrial. En otros tiempos a cualquier otro político, demócrata o republicano, lo habrían despellejado vivo. A ella, no.

    Trump no puede ganar porque representa el pasado y se está equivocando en todo. Tuvo oportunidad de ser como Reagan, pero con su falta de humildad característica ha cometido el error tremendo de desperdiciarla. Su campaña no tiene la frescura ni el empuje que tenía en 2016. Este mes además ha renunciado expresamente a la causa provida, tomando la deriva abortista de los centristas europeos, que en EEUU no funcionará.

    Kamala será mala para EEUU y nefasta para el mundo, pero es lo que hay.

  • P
    Procusto

    Hasta ahora prácticamente todo el mundo obvia el detalle no menor de que por primera vez en la historia habría una presidencia de distinto sexo a todas las anteriores. Eso implica dar por hecho la inexistencia de cualquier resabio patriarcal significativo en en el electorado. Los sociólogos sabrán, pero de momento se abre la misma pregunta que resonó al final del franquismo: ¿Estamos preparados para el cambio?.

  • V
    Variopinto

    Mientras tanto, se están produciendo estos dias otros movimientos políticos que aún está por verse como afectarán para lo de noviembre. Por ejemplo, ayer el político con apellido Kennedy (eminente poder interno en el Partido Demócrata, o sea, el de la candidata Kamala) retiraba su candidatura independiente a la Casa Blanca, pero lo hacía expresando su apoyo público al candidato Trump (del Partido Republicano). El resto de miembros demócratas de la familia Kennedy no han tardado en lanzar un comunicado en el que califican lo de su familiar como una "traición".

    Cuesta entender desde fuera de ese país la rapidez con la que se inflan y se desinflan los globitos de los nombres entre la opinión pública americana, pero casi todo los analistas (los serios, los de allí) hablan de contienda muy abierta hasta que se recuente el último voto.

  • S
    Susanam

    Es todo una campaña

  • N
    nataliany

    Kamala Harris es,mucho más probablemente, la misma que era antes de que fuese considerada, por su partido,el mal menor. Lo que resulta abrumador es el despliegue mediático en vestir de seda a la mona,especialmente cuando se trata de medios europeos, que lo hacen con un entusiasmo conmovedor e inquietante.

  • T
    Tragacete

    ESta es otra MONTERO morena y pasada por la tv

  • V
    vallecas

    Kamala es Yolanda. Los Demócratas lo saben y no la querían "ni en pintura" pero como dice el columnistas, no hay tiempo, no tienen otra cosa.
    Que Yolanda sea la Vice es una tragedia para España, que Kamala sea la Presi de USA, una tragedia para el Mundo. O sea......
    El próximo Presidente de USA va a ser Trump o Yolanda-Kamala-Díaz
    ¡¡Que Dios nos asista ¡¡

  • P
    Perhaps

    Y además el próximo premio Nobel de la paz será para ella. Me juego una cerveza.

  • T
    Tintin

    Más que la salvadora del Partido Demócrata, es el clavo ardiendo al que se han tenido que agarrar -ante la derrota segura que aguardaba a Biden-, dado que sólo ella podía disponer de la pasta ya recaudada.
    Transcurrieron 3 largas semanas en que no hubo un dia en que Biden no reiterase que de ningún modo iba a ceder a las presiones de los donantes millonarios y los peces gordos del partido, porque a él le respaldaban 14 millones de ciudadanos. Pero eso a los demócratas les dió igual. Detallitos sin importancia.
    A partir de ahí, cierre de filas total, y una gigantesca campaña de marketing político para construir artificialmente un respaldo entusiasmado a Harris que sólo existe como objetivo de los estrategas de campaña, pero que es un castillo de naipes. No tiene carisma ni capacidad, y nada de eso se crea con una bonita sonrisa y la imitación de los gestos de Obama.
    Detener la tercera guerra mundial que impulsan el PD y Harris es suficiente motivo, para muchos, para votar a Trump.