Opinión

El puto amo

Verse sepultado una tras otra por decenas de leyes es ya algo que fuerza a descartar la soberana imagen instaurada por Puente para sustituirla por la del pelele rodeado de títeres

  • Carles Puigdemont interviene tras su regreso -

No puedo estar de acuerdo con las críticas que, incluso desde dentro de propio partido, está recibiendo Puigdemont. No ignoro, no, la petulancia, en fin la chulería, que está derrochando a diestro y siniestro el forajido, pero tampoco seré yo quien le reproche al fanfarrón la jactancia cuando le oigo referir, en plan Tarradellas, el detalle de su aventura incluidos los detalles del plan con que supo darle carrete a esos biempagados mossos que cobran por su trabajo bastante más que los guardia civiles o policías a los que ETA daba matarile. “No necesité maletero. Me senté en un coche y me llevaron a la frontera”: ¿cabe cuestionar el rigor a ese altivo reconocimiento de su delito --acaso la única verdad que se ha podido escuchar a las burladas autoridades-- con que el trapacero se ajusta el laurel sobre la frente? La verdad es que desde Jorge Semprún nadie había exhibido con tanto coleto el “complejo de Pimpinella”.

A ver quién es, en realidad, “el puto amo” proclamado por el ministro Puente, sino el que desde su costeado palacete de Waterloo maneja los hilos del guiñol sanchista

Bien, pero ¿ahora qué? Pues ahora resulta que Sánchez tendrá que acudir al Congreso más desnudo que nunca teniendo en cuenta que allí se ha de encontrar con una veintena de leyes pendientes de aprobación que, o Puchi levanta el pulgar o no habrá una sola que quepa por el ojo de esa aguja. Ah, se me olvidaba, y un Presupuesto pendiente a la espera del mismo placet. A ver quién es, en realidad, “el puto amo” proclamado por el ministro Puente, sino el que desde su costeado palacete de Waterloo maneja los hilos del guiñol sanchista.

Para alcanzar esa categoría no es preciso poseer la mirada fulminante que la leyenda atribuye al Rey Prudente ni el poder hipnótico que algún nostálgico ha atribuido a Hitler pero sí, al menos, la capacidad de mantenerse en el machito sin necesidad de abrir cada mañana la bolsa a los chantajistas. No poder sacar adelante un Presupuesto ni siquiera otorgándole una amnistía a golpistas  y malversadores, resulta sin duda grave, pero verse sepultado una tras otra por decenas de leyes es ya algo que fuerza a descartar la soberana imagen del “puto amo” para sustituirla por la del pelele rodeado de títeres que ni siquiera comparece cuando el país se debate bajo la dana, fracasa con estrépito el scalextric de Renfe o las cuadrillas proetarras se cachondean de autoridades y víctimas en el País Vasco y en Navarra homenajeando en masa a los asesinos de antaño. ¿“Puto amo” Sánchez? Aquí no hay hoy por hoy –ni quién sabe si para pasado mañana-- quien se merezca ese histórico mote más que él.

El manirroto despilfarrador

Aún se debate entre los temerosos, a pesar de tanta evidencia, la posibilidad de que un trilero manirroto como Sánchez acierte a tentar generosamente la ambición del fugitivo tal como hasta ahora hizo para lograr el apoyo de los separatistas, de los post-terroristas de Otegui o de los donnadies que las mareas arrojaron a la orilla de este desconcierto. Pero ni a estos precavidos acaban de salirles a estas alturas unas cuentas de las que Bruselas le pide el pie, un día sí y otro también, al manirroto despilfarrador.  ¿Quién es de momento el “puto amo”, a ver, el que mendiga el imprescindible apoyo o el que, mientras exhibe provocador su exclusiva potencia, deshoja presuntuoso su azarosa margarita? Que el proclamado Sánchez disimule en su escondrijo a pesar de la que está cayendo obliga a reconocerle la dudosa primacía al fuguista más caro que registran los anales de nuestra delincuencia política.

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