Sevilla, Andalucía en general, tiene un color especial y todos los que hayan visto atardeceres desde Cádiz, Huelva, al Cabo de Gata pasando por la Alhambra de Granada o por alguna bodega de Jerez de la Frontera saben de esta luz cautivadora que, tras el 19J, ha dado su confianza y apuesta al azul, dejando aparcado el rojo, en standbye el verde y apagando por completo el naranja.
Un día, hace relativamente poco, el naranja se convirtió en una marea ilusionante, que irrumpió con fuerza en España con una plataforma llamada Movimiento Ciudadano con la que Albert Rivera recorrió España, a modo que quiere hacerlo Yolanda Díaz, para ir sumando adeptos, ilusión y ansias de cambio bajo un lema general basado en transformar España, en palabras textuales del líder que abandonó la formación. “España hay que reformarla, no romperla”, era el paraguas de ilusión bajo el que se presentó en Madrid, en el Teatro Goya, un octubre de 2013 (por cierto, existe una imagen de ese día en que en el teatro está sentado Rivera y a un par o tres de asientos Santiago Abascal que aún buscaba partido) para llegar a Andalucía con fuerza y presentar a un ciudadano, que pocos conocían en 2015, a las autonómicas de aquella comunidad.
Brillaba entonces el naranja, emocionaba e ilusionaba con un discurso de ansia de servicio público, de gestión, de dar carpetazo a la corrupción, de aires nuevos, y el color de este partido no empezó a apagarse con Inés Arrimadas, con Juan Marín o con las mociones de censura sino que inevitablemente empezó a apagarse cuando Rivera decidió no prestar su apoyo a Pedro Sánchez, en verano de 2019. Luego, en las generales, el partido se quedó en diez diputados y Rivera se fue a su casa. Ese día, ese 11N, empezó a apagarse el naranja tras 13 años de liderazgo del catalán. Era lunes, esa comparecencia en la que Rivera anuncia que dejaba la política me pilló en Al Rojo Vivo por lo que me tocó analizar una situación muy difícil. Conocía muy bien al candidato y cuando acabó el programa, coincidí en la estación del AVE en Atocha -yo dirección Barcelona, él rumbo a Sevilla- con Juan Marín, que acababa de salir de la ejecutiva en la que se quedaron sin líder.
Le dije entonces a Marín y a los que le acompañaban que no tenían un panorama fácil a lo que con optimismo me respondió que había partido más allá de Rivera. Si lo hay, no me corresponde a mi ponerlo en duda, pero cuando se analiza la situación es evidente que el naranja empezó a eclipsarse ese día. Luego se fueron pesos pesados de la construcción interna del partido como Fran Hervías, de gestión como José Manuel Villegas a los que se le suman una lista importante de personas relevantes que dejaron al partido para coger con pinzas bajo la responsabilidad de Arrimadas. Quizás el éxito cosechado en poco tiempo por Juan Marín le permitía entonces asegurar que Ciudadanos tendría la fuerza suficiente para resistir.
El panorama ahora es bien distinto, se demandaba gestión, de estabilidad, de utilidad, sensatez. La sociedad andaluza ha optado por la utilidad de votar al PP
Sólo era cuestión de tiempo para ver que no. Si no no se entienden los resultados de total desaparición de C’s en el Parlamento andaluz, pese a la buena gestión de Marín reconocida por el mismo Juanma Moreno, haciendo gala de los cambios en materia fiscal que juntos, PP y C’s, han propiciado en Andalucía. No ha sido suficiente el trabajo, es cuestión de transmitir la utilidad de tu partido amen de ilusionar, como se hizo en su día con Movimiento Ciudadano. En la Andalucía de 2015, cuando Marín entró en el Parlamento sin creérselo, había ganas de cambio, de romper con el bipartidismo. El panorama ahora es bien distinto, se demandaba gestión, de estabilidad, de utilidad, sensatez. La sociedad andaluza ha optado por la utilidad de votar al PP para frenar a la ultraderecha por lo que ha conseguido que el partido popular haya recogido esos votos que un día apostaron por el naranja, y aquellos que un día abandonaron al PSOE y confiaron en C’s. La oportunidad política tiene un tiempo, la confianza en lo nuevo también. Tras ello viene la necesidad de demostrar la utilidad para mantenerse en el cargo, el ser indispensable por encima de los demás.
Para Marín “ya es hora de volver a casa” de donde sé que le costó salir en su día para hacer una campaña electoral desde cero. Montó un equipo en tiempo récord, se lanzó a la piscina sin flotador, impulsado por el proceso liderado por Rivera y la ilusión por iniciar un cambio que se extendería por toda España. Un cambio bestial en tan solo siete años. De existir, a morir. El PP andaluz no descarta incluir en sus filas a algunos entre sus filas. Ahora, queda claro que ha llegado el momento de “trabajar, trabajar y trabajar” como decía en su discurso tras la victoria Moreno Bonilla mientras la izquierda decide recomponerse y quién sabe si algún día poder demostrar que saben unir, aglutinar, sumar, de igual manera que se dividen al igual que hacen los independentistas. Divide y vencerás decía Julio César. No falto de razón. Cuídense.
Edu S. Bueno
"La sociedad andaluza ha optado por la utilidad de votar al PP para frenar a la ultraderecha" Madre de Dios, vaya fumada más grande. Dice la periodista que los que han dejado de votar al PSOE, a Podemos, a Ciudadanos y al conglomerado de izquierdas lo han hecho ¡con la motivación de frenar a Vox! El periodista no dice que Vox ha incrementado sus votos un 25% que existe una gestión nacional del PSOE y sus socios de la que muchos de sus ex-votantes abominan. ¿No será que muchos han votado al PP con la intención de consolidar un rumbo que les aleje de lo que hoy representa la izquierda? Como analista no tiene precio, si la intención es difundir un argumentario que justifique fracasos bochornosos como el de Ciudadanos/Marín, lo ha bordado.