El sueño de Isidro Fainé hecho realidad. Tres veces ha intentado el tycoon catalán zamparse al pez gordo madrileño. Primero planteando la operación La Caixa-Caja Madrid en 2012, Gobierno Rajoy, que frustró la presencia de Rodrigo Rato en escena. Un Rato Figaredo no podía aceptar figurar a la sombra de un Fainé Casas. Eso, y las ansias de fortuna de un hombre que había hecho millonarios a sus amigos con la privatización de los monopolios públicos que siguió al triunfo de Aznar en 1996 y que tras volver con el rabo entre las piernas del FMI se propuso hacerse rico. En consecuencia, optó por fusionar Caja Madrid con Bancaja para hacer algo too big to fail, y lo que estuvo en un tris de quebrar fue España entera, al punto de obligar a emplear 22.000 millones para sanear la resultante, Bankia. La segunda estuvo también cerca de concretarse en el último Gobierno Rajoy, Luis de Guindos en Economía. Se habló a finales de 2017 para llevarla a cabo en 2018. El inerme Rajoy dio su visto bueno, pero la salida del Gobierno de Guindos, la entrada de un ministro nuevo, y sobre todo la moción de censura del 31 de mayo dieron al traste con el proyecto.
A la tercera ha ido la vencida. Había que hacer algo con el “marrón” de Bankia, un banco que no gana dinero en un entorno de tipos de interés muy negativo para todo el sector. Una entidad a la que has enchufado miles de millones que se van a perder en su mayoría y que se ha convertido en una patata caliente para cualquier Gobierno, en particular para el que preside Sánchez, con un socio neocomunista cuyos sueños húmedos estatistas lubrica la creación de una banca pública. ¿Un banco público perdiendo dinero en el seno de la UE, con una autoridad bancaria única? Difícil saber quién ha pensado en estas cosas en un Ejecutivo como el que preside Pedro, aunque acertará quien diga que, por una vez, la razón y la necesidad de dar solución a un problema que amenazaba con explotar más pronto que tarde se han impuesto aquí a otros intereses, situación de la que era muy consciente un BCE –donde Guindos oficia como vicepresidente- que lleva tiempo metiendo presión, y en lo que coincidían Banco de España, FROB, accionista mayoritario de Bankia, y el propio Goirigolzarri, su presidente, y que, por fortuna, ha encontrado en Nadia Calvino a la fiel funcionaria de Bruselas dispuesta a imponer rigor en el seno del Gobierno. Todos, y un tipo extraordinario (“Fuera del orden o regla natural o común”), perseverante, camaleónico, huidizo, cardenal de la Iglesia Universal de la Oportunidad la Pintan Calva, apellidado Fainé, que ha sabido estar al quite donde otros miraban hacia otro lado.
“Con esta operación Fainé se libra del abrazo del oso que pretendió un separatismo que había colocado a Jordi Gual al frente de Caixabank para controlar el grupo y que ahora, gran derrotado, desaparece del mapa”
El Gobierno se libra del marrón de los 22.000 millones, patada a seguir, y acaba con las ensoñaciones de Iglesias de presidir un día un banco público, que es lo único que le falta a este país. Por lo demás, la operación ha sido recibida con aplausos por el supervisor en Francfort y también por los inversores: España mueve ficha, acaba con un problema cuya dimensión solo podía crecer y sanea su sistema bancario. Ha resulto un problema de tres: queda pendiente el Banco Sabadell y las pocas Cajas del viejo sistema que han seguido su propio camino y cuyo futuro está en el alero.
Curiosamente, ha sido también muy bien recibida en España, donde el efecto rebaño en los medios ha impedido ver la otra cara de la moneda de una operación más compleja de lo que a primera vista parece. En primer lugar, por el empleo, o los miles de trabajadores que se irán a la calle para dar la razón a quienes argumentan que, en un sector con los márgenes topados, la reducción de costes es el gran argumento de esta operación. Curiosa situación la de un Gobierno social comunista que en la peor de las coyunturas patrocina una fusión que va a enviar al paro a entre 10.000 y 15.000 trabajadores, ello en medio del atronador silencio sindical.
Los despidos, y la cuota de mercado, porque la entidad fusionada va a controlar el 25% del mercado bancario español, el 30% en algunas zonas geográficas (frente al 19% del Santander, en líder hasta ahora en ese ranking), lo cual, a la espera de lo que Competencia diga en su día, supone una excesiva concentración del riesgo en España, asunto delicado con el que tendrán que lidiar los rectores de la nueva entidad, y a su vez una amenaza para la competencia, quizá el argumento más serio de quienes objetan esta operación como nociva para los consumidores y particularmente negativa para esas pymes que verán reducido el abanico de sus opciones a la hora de buscar financiación.
Polémica en torno a la prima de fusión
Un punto delicado tiene que ver con el precio de la operación, asunto que parece estar dilatando el anuncio oficial de la misma. Aunque la ecuación de canje sigue siendo un misterio, se da por hecha una relación 75%-25% a favor de la entidad catalana, lo que ha provocado algunas invectivas por parte de los futuros competidores, Santander y BBVA en concreto, deseosos de encarecerle la mercancía a Fainé. Ellos y algunos más aducen que “el Estado ha regalado a CaixaBank un banco saneado con dinero público” que tiene la friolera de 12.000 millones de capital en balance, parte de los cuales servirán para financiar los despidos, junto al fondo de comercio negativo que resultará de comprar Bankia a un precio inferior a su valor contable. ¿Por qué el Estado –se preguntan-, a través del FROB, da por buena las cotización en bolsa y no exige una prima de fusión adecuada a lo que Bankia aporta a la fusionada?
Porque no pare más la burra, aducen los expertos implicados en la operación: “La rentabilidad sobre recursos propios de Bankia está en poco más del 3% frente al 8% de CaixaBank, y aquélla podría ganar en un entorno comercial normalizado entre 300/400 millones frente a los 1.705 millones (con un ERE que costó casi 700) que en 2019 se apuntó la catalana. ¿Cómo hacer entonces una relación de canje distinta? Creo sinceramente que ese 75-25 es un éxito para Bankia. Hay que recordar, además, que no se trata de una operación en cash sino en acciones, lo que permite augurar retornos futuros ahora no contemplados. Ocurre que Santander y BBVA, que nunca creyeron que esta fusión fuera a llevarse a cabo sin llamar antes a su puerta, están preocupados y tratan de meter presión en áreas del Gobierno y particularmente de Podemos”.
El eterno amo de La Caixa, 78 años, podría haber encontrado al fin un sucesor al frente de su imperio en Goirigolzarri, un hombre por el que siempre ha sentido un gran respeto profesional
Ana Botín lleva tiempo diciendo que con el Popular ha tenido bastante. Aunque desde el punto de vista de los costes le han salido los números, la tarea de poner la nueva red a competir cuchillo en boca como es norma de la casa está resultando muy ardua, de modo que no quiere saber nada de invertir un euro más en España en futuras consolidaciones, y otro sí dice Carlos Torres en el BBVA, una entidad enfrascada en sus propios problemas, que no son pocos. Tanto una como otro rechazan de plano, por lo demás, cualquier operación de salvamento que implique meter al Estado en el capital. A esos condicionantes ha estado atento Fainé, predicador del tamaño como criterio básico de competencia, deseoso por crear un gran banco que, sobre la base de una adecuada gestión, le permita maximizar el dividendo que recibe la Fundación que preside y que después dedica a obra social.
Pero quizá el argumento más resbaladizo tiene que ver con la desconfianza profunda que el nacionalismo ha introducido en las relaciones económicas entre Cataluña y el resto del país, Madrid en particular. Aunque Fainé reaccionó al desatino del referéndum del 1-O trasladando la sede social a Valencia, tanto la sede operativa como los servicios centrales han continuado en Barcelona, donde se siguen tomando todas las decisiones. Quizá fue todo lo que pudo hacer en aquel momento. Razón de más para que en la meseta algunos argumenten que “el poder de la fusionada se va a quedar en Cataluña”. “Tonterías”, replica un personaje con criterio, “con esta operación Fainé se libra del abrazo del oso que pretendió un separatismo que había colocado a Jordi Gual al frente de Caixabank para controlar el grupo y que ahora, gran derrotado, desaparece del mapa”. El nacionalismo apenas ha abierto la boca. “Es que no se ha enterado de lo ocurrido”, sostiene la misma fuente. Como el viernes musitaba discretamente otro importante banquero catalán, “esto ha sido una peineta en toda regla a los de la barretina”.
La clave de la Fundación La Caixa
Es cierto que el 30% del capital de la nueva entidad va a quedar en manos de la Fundación Bancaria La Caixa, en cuyo consejo hay gente como Francesc Homs, consejero de la presidencia entre 2012 y 2016, cuya responsabilidad en la deriva de Artur Mas hacia el separatismo está fuera de duda, o como Juan José López Burniol, un notario nacido en Tarragona de padre castellano que, como en el caso de Rufián y tantos otros tontos útiles, juega un papel clave en la liturgia separatista: el del catalán exquisito que va de ilustrado y racional y que quiere seguir siendo español pero no encuentra motivos para ello, pues que el nacionalismo tiene razón y de “Espanya” sólo llega el palo y tente tieso. A cambio, el señor notario no para de hacer caja con cargo en cualquier cosa que tenga que ver con el “procés”. La mayoría de ese consejo, sin embargo, caso de César Alierta, Javier Solana o Javier Godó, poco o nada tiene que ver con el separatismo. Dicho lo cual, no cabe duda de que quien controle en el futuro esa Fundación controlará a su vez la entidad resultante, lo que abre un interrogante que solo los acontecimientos irán despejando.
De momento manda Fainé, como ha venido ocurriendo desde la creación de CaixaBank a pesar de las protestas en contrario del BCE. El eterno amo de La Caixa, 78 años, podría haber encontrado al fin un sucesor al frente de su imperio en Goirigolzarri, un hombre por el que siempre ha sentido un gran respeto profesional, que ocupará la presidencia del nuevo banco y no será “un presidente florero”, condición impuesta por el aludido, si bien las líneas de gestión quedarán en las exclusivas manos de Gonzalo Gortázar como CEO, un director financiero, nacido en Madrid y fan del Real Madrid, perfectamente adaptado –como Carlos Torres en BBVA o José Antonio Álvarez en Santander- a la condición de consejero delegado. Con Goiri y Gortázar al frente de la nave, la gestión profesional parece más que asegurada, cosa que no será fácil, porque, además de con el 30% en manos de la Fundación La Caixa, ambos tendrán que lidiar con ese 15% del capital en poder del Estado, una situación insólita para cualquier gestor independiente, que obligará a la pareja a complejos equilibrios dependiendo de la “calidad” del Gobierno de turno. ¿Una victoria de la razón en la España más irracional? El tiempo dirá.