Opinión

Game Over Susana

Miles de socialistas y afines se van al paro en Andalucía. Más de 600 solo en la primera semana del relevo. Pero Susana dice que ella no, que ella no se va

  • Susana Díaz en la noche electoral.

El implacable reloj sigue con su tic tac… La cuenta atrás llega a su final y en cuestión de horas todo habrá terminado. Game over Susana, el juego que empezó en mayo de 1982 toca a su fin y, después de 37 años, aquel PSOE de Felipe y Alfonso, se verá obligado a dejar el poder andaluz porque sus electores de toda la vida le dieron la espalda. Y, paradojas de la vida, le ha tocado bajar la persiana a Susana Díaz Pacheco, una mujer sin oficio ni beneficio, amamantada desde su adolescencia en las cocinas del partido, la que vestida de luto, como en su penúltimo mensaje de fin de año en Medina Azahara, le toca ejercer de enterradora de una etapa gloriosa del socialismo español. Miles de socialistas y afines se van al paro, más de 600 solo en la primera semana. Pero ella, dice, que no se va porque hace caso a las trompetas del Apocalipsis de los de Vox, dispuestos cargarse la ‘legislatura del cambio’ tras sus primeros biberones.

Ella, la mujer que a punto estuvo de habitar el torreón de Ferraz de no haber sido por la militancia socialista que mayoritariamente la devolvió al viejo palacio de mareantes en Sevilla, vive con amargura sus últimas horas como presidenta en funciones de la Junta de Andalucía. Adiós Susana, adiós, ya no le quedan lágrimas, que –anda contando su lenguaraz bancario– solo ha derramado en la más estricta intimidad; se marcha cargando sobre sus espaldas todo lo malo de cuatro décadas de socialismo, fracasados sus esfuerzos por asumir solo lo sucedido en los últimos seis años, un gesto interpretado por muchos compañeros como de desprecio hacia a sus mentores, abandonados a su suerte durante el último año en un banquillo de la Audiencia de Sevilla. Alguno, cuando se dicte la sentencia de los Eres en primavera o más allá, hablará y dirá en público lo que solo han dicho en privado.

“Pepe, Susana nos ha matado”, frase de Chaves a Griñán cuando les obligó a renunciar el aforamiento. Si, en el drama del socialismo andaluz de estos últimos años, se han utilizado mucho las navajas, pura crónica negra, “a este lo quiero muerto esta noche mismo” le dijo a Francina Armengol cuando a Pedro Sánchez lo tuvo herido y contra las tablas.  Aquella batalla de Ferraz, vista con perspectiva, ha sido la principal causante de la caída de la jefa y del régimen socialista andaluz. Algunos de sus ‘máximos’ asesores de la época se reían (sobrados de sabiduría) cuando los cronistas vaticinábamos que nada bueno iban a traer para el PSOE andaluz aquellas largas ausencias de doña Susana en sus cruzadas por tierras de España, conspirando en ventas de carretera contra el secretario general del partido.

Un pie en Sevilla y otro en Madrid

Aquel fallido intento por hacerse con el control del PSOE fue un fracaso a la vista de los resultados obtenidos, entre otras razones porque la señora Díaz y sus asesores de cámara  creyeron que la militancia socialista del resto de España se podía comparar a la de Andalucía, donde casi treinta mil personas  formaban parte de la llamada “administración paralela de la Junta” o, lo que es lo mismo, los mimbres fundamentales de una red clientelar que ha permitido al Partido Socialista ganar elección tras elección desde 1982. Una red que los que ahora llegan dicen que van a eliminar, aunque muchos creen que simplemente la van a sustituir por otra de su cuerda ideológica. Más de lo mismo.

Fracasados sus esfuerzos por asumir exclusivamente lo sucedido en los últimos seis años, Díaz se marcha cargando con todo lo malo de cuatro décadas de socialismo

La dedicación de Susana Díaz a pelear por la Secretaria General del PSOE durante año y medio de su último mandato, querer irse a Madrid primero para volver después humillada y derrotada, envuelta  en un falso nacionalismo andaluz de cartón piedra, solo fue el final de un proceso de ambición personal que comenzó muchos años antes, justo cuando “alguien” filtró unos papeles que provocaron la caída del dirigente cordobés Rafael Velasco,  el número dos de Pepe Griñán en el partido como  vicesecretario general, siendo Susana  la tercera en la Secretaría de Organización.

La dimisión forzada de Velasco supuso la vía libre para que Díaz se colocase en el lugar idóneo en el momento oportuno, ganándose la confianza total de un Pepe Griñán que sabía de casi todo, excepto de cuestiones orgánicas del partido. Sin olvidar que Susana estuvo siempre apoyada desde la poderosa e influyente agrupación del PSOE de Sevilla, donde llegó a ser la mano derecha del hoy procesado en los Eres José Antonio Viera.

Conforme la juez Alaya avanzaba en la instrucción de los Eres, el cerco se iba cerrando sobre Manolo Chaves y Pepe Griñán, provocando la dimisión precipitada de este último que, previamente, nominó heredera en la presidencia a Susana Díaz, a la sazón consejera de la Presidencia en un gobierno de coalición del PSOE (47) con IU (12) nacido de las elecciones de marzo de 2012 y que, por vez primera, ganó el PP (50), con Javier Arenas de candidato.

La amiga socialista del IBEX35

Una vez sentada en el sillón presidencial, Susana diseñó su particular hoja de ruta marcando sus tiempos políticos y tomando decisiones como la de romper el pacto de gobierno con IU, adelantar elecciones, hacerse muchas fotos y firmar convenios con los jefes del Ibex 35, entre otros con los los presidentes de BBVA, Santander, Caixabank, Telefónica y Endesa, una ofensiva de imagen que una irritada IU calificaba como ‘derechización del PSOE andaluz’ de la mano de su dirigente más españolista y cañí. El descenso del PSOE en casi cinco puntos en las elecciones de 2015, con la irrupción de Podemos con 15 escaños y de Cs con 9, no encendieron las alarmas en la calle San Vicente, sede regional del partido puesta a disposición de la agenda personal de la presidenta Díaz, que presumía entonces de tener línea directa con el hoy Emérito y de ahí para abajo.

Fue una etapa en la que el Gobierno de Andalucía brillaba solo cuando su principal estrella salía al escenario. Paradójicamente se hablaba de su intención de irse a Madrid, pero aquí nunca apareció la persona de recambio. Sonaba en do menor el nombre de María Jesús Montero, simples chismes de periodistas y pare usted de contar.

La que prometió imitar a Felipe, Almunia o Rubalcaba si no remontaba en las urnas, yéndose a su casa, reapareció el viernes para anunciar que volverá a ser la candidata

Fue sin duda una de las cosas que más sorprendieron durante la ofensiva madrileña de Susana, que no había un recambio en el supuesto de que sonase la flauta en las primarias; el nombre de Chiqui, el obediente vicepresidente Jiménez Barrios, era solo eso, un buen manijero en San Telmo sin carisma en el partido.

Mientras, durante ese tiempo de espera impaciente por asaltar los cielos federales, el discurso político de Susana fue durísimo contra los de su izquierda –Podemos e IU–,  al tiempo que disfrutaba de las ventajas de un apoyo incondicional de Ciudadanos, oculto tras un denominado ‘pacto de investidura’. Ni la presidenta ni sus asesores fueron capaces nunca de intuir que quienes tanto le ayudaron a mantener todo igual que siempre durante algo más de tres años, Ciudadanos, llegadas las urnas representarían mejor que ellos una política de centro restándole electores (Los de Vox se los han quitado al PP).

Así, la dirigente que prometía imitar a Felipe, Almunia, Zapatero y Rubalcaba si no remontaba en las urnas yéndose a su casa, reapareció el viernes como una lapa, recurriendo nuevamente al argumentario de Vox para anunciar que ante una posible repetición de elecciones ella volverá a ser la candidata.  Una nueva provocación al sanchismo. Gómez de Celis se ha limitado a recodarle que eso, llegado el caso, lo decidirán los 40.000 militantes del partido, muchos de los cuales se quedan ahora en el paro.

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