El tuit dice textualmente “Parece que el Supremo no sabe que el Ayuntamiento – el de Barcelona – está en medio de muchas calles pequeñas, que hay mucho tráfico y que los sábados esto está lleno de gente paseando y que mucha de esta gente tiene las gónadas llenas”. Las reacciones no se han hecho esperar. La cofradía del lazo amarillo ha empezado a sumarse a la iniciativa dicha, pero no dicha, al desgaire, solo la puntita. Un estilo muy del proceso, lo hago, pero no lo hago, y si lo hago y me dices que lo hice diré que no lo he hecho.
Así, uno propone concentrarse desde la noche anterior – de hecho, hay convocada una manifestación este sábado para “acompañar” a Forn cuando acuda a tomar posesión de su escaño como concejal -, otro sugiere la creación de murallas humanas, otro, bloquear con gente las calles adyacentes al recinto municipal, en fin. Som pacífics i democràtics. Y todo ello acompañado de los gritos de ritual, naturalmente. Ya saben, guanyarem, ho tenim a tocar, els carrers serán sempre nostres y tal. Solo un tuitero advertía acerca de que estas cosas se hacen, pero no se publican. Natural. ¿Imaginan a Vladimir Ulianov, Lenin, anunciando en Twitter “Mañana vamos a tomar el Palacio de Invierno, y que se jodan los Romanoff”? Claro que no.
Eso no quita que exista un grave y fundamentado riesgo de tumultos callejeros y que los amigables y sonrientes CDR no hagan lo de siempre, a saber, rotura de cristaleras comerciales, incendio de cajeros y containers, desperfectos en el mobiliario urbano y, si la ocasión se presentara, asustar a alguna novicia. Es evidente que montarán el pollo porque, sin él, carecen de sustancia, de vida, de impulso. Al defender la nada, se corre el riesgo de convertirse en ella, de ahí su empeño en fabricar héroes, mártires, causas. El separatismo contiene, más que ninguna otra ideología, el horror vacuii más terrible: el intelectual.
Que el Supremo no sepa donde se ubica la Casa Consistorial barcelonesa tendría un pase; que no lo sepan el ministro Marlaska y la señora Cunillera, delegada del Gobierno, ya es harina de otro costal
Que el Supremo no sepa donde se ubica la Casa Consistorial barcelonesa tendría un pase; que no lo sepan el ministro Marlaska y la señora Cunillera, delegada del Gobierno, ya es harina de otro costal. Porque habrá que desplegar a la fuerza pública y ojito con los Mossos, que con los cambios recientes uno nunca puede saber si van o vienen, y conste que no lo digo por los profesionales de uniforme sino por aquellos que tienen que darles las órdenes oportunas.
Todo esto debe sentar como un tiro entre aquellos que, desde Esquerra, pretenden moderar el asunto para poder negociar con Sánchez. Pero la neo convergencia está descabalgada, y Puigdemont azuza a Torra desde Waterloo para que sea más cupaire que las CUP, lo que ya es meritorio tratándose de un abogado católico, conservador y que estuvo trabajando en la Winterthur muchos años. Seguro que a Junqueras nada de esto le parece ni oportuno ni serio. Es más, lo ve peligroso y en eso habrá que darle la razón. Convergencia, refundada mil y una veces, ha acabado convirtiéndose en una fuerza de extrema derecha con los mismos tics que cualquier otro partido europeo de este tipo. Poco o nada de parlamentarismo – ayer mismo, Alejandro Fernández, líder popular en el Parlament, afeaba a Torra que no le había respondido a ninguna pregunta, añadiendo que el president actuaba más como oposición que como Ejecutivo –, supremacismo, desprecio a la legalidad y a la igualdad y mucha acción callejera, mucho follón, mucho lío. Es el totalitarismo sin mayor disfraz que una estelada por encima que, a fuerza de ser izada y arriada según vayan los jueces, presenta los suficientes desgarros como para vislumbrar qué hay debajo de ella.
Sépanlo, pues, aquellos honestos y democráticos ciudadanos que tuvieran o tuviesen intención de darse un garbeo por Ciutat Vella este sábado: los estelados piensan colapsar las calles. Si, además, lo saben en el gobierno de la nación y tienen a bien tomar decisiones que mantengan el orden público y la ley, impidiendo a los de siempre joder la marrana a la mayoría de catalanes, sería la leche.
Aparte de que, conociendo a Quim Forn, dudo mucho que quisiera fugarse cobardemente. Les recuerdo que volvió de Bruselas voluntariamente para dar la cara. En eso, y en muchas otras cosas, tiene una autoridad moral infinitamente superior al muchacho de Waterloo.