Ya se puede decir del ministro Castells lo que él dice sobre el conocimiento: está en internet. Hay, eso sí, una diferencia importante entre ambos: la ausencia a partir de ahora del primero en la política española será imperceptible. El académico pasó por el ministerio de Universidades como su modelo de alumno perfecto: sin hacer ruido, haciendo como que hace algo y recibiendo elogios por ello. No es de extrañar que el presidente Sánchez, gran ejemplo de alumno modélico castellsiano, haya declarado su admiración por el catedrático tras su paso por el Gobierno.
De Manuel Castells se dice que es un sociólogo de talla mundial, una institución en lo suyo y autor de una trilogía imprescindible; todo eso está en internet, así que debe de ser verdad, y no sé si esto dice mucho sobre la importancia del propio Castells o sobre el estado actual de las ciencias sociales. La gran idea-ocurrencia del experto en redes y comunicación es que los estudiantes españoles deben olvidarse de la memoria y trabajar la creatividad, una idea que compartía también Isabel Celaá, ministra de Educación hasta hace poco. Parece un detalle menor dentro de lo que ha sido este Gobierno, pero hemos tenido al frente de las escuelas y las universidades a dos personas que desprecian el conocimiento y que pretenden sustituirlo por la superchería pedagógica. Algo así habría supuesto un escándalo constante si no fuera porque las ideas de Castells y Celaá no son algo revolucionario, sino la biblia de una buena parte de los docentes y pedagogos con influencia.
La cuestión es que, en cierto sentido, los dos tienen razón. Sí, todo está en Google. Y ‘todo’ incluye tanto lo relevante como lo accesorio, tanto lo verdadero como lo falso, tanto el relato de los hechos como el relato propagandístico. Nada más oportuno que acudir a un caso reciente para comprobar qué significa ese ‘todo está en Google’ arrojado a los estudiantes.
Allí vería quién fue el tal Antonio Troitiño: condenado a más de 2.000 años de cárcel, implicado en al menos 22 asesinatos, autor del atentado en la plaza de la República Dominicana de Madrid con 12 guardias muertos"
Hace unos días fallecía en Irún Antonio Troitiño. Para la mayor parte de los adolescentes españoles el nombre no despierta nada en la memoria, como es normal. Alguno de esos adolescentes podría ser una persona curiosa, y tal vez buscaría el nombre en el móvil. Allí vería quién fue el tal Antonio Troitiño: condenado a más de 2.000 años de cárcel, implicado en al menos 22 asesinatos, autor del atentado en la plaza de la República Dominicana de Madrid en el que 12 agentes de la Guardia Civil fueron asesinados. Si el alumno es aplicado además de curioso, es posible que haya dado con otro nombre en su búsqueda: Lorenzo Mendizábal Iturrarte. Lorenzo Mendizábal era carnicero en Irún, y fue asesinado en 1983 por Antonio Troitiño. Mendizábal, la primera víctima del etarra palentino, tenía 34 años. A Troitiño se lo ha llevado el cáncer, una enfermedad, a los 64.
Todo este conocimiento está al alcance de cualquier alumno español, sí, pero el alumno puede tener mala suerte. Porque es posible que en lugar de buscar quién fue Troitiño, entre directamente en la web de EITB. Por cercanía, por costumbre, porque es lo que se hace en su casa o por la razón que sea. El caso es que si lee en la página del medio público vasco la noticia sobre el fallecimiento, verá que Troitiño era un “expreso y exmiembro de ETA”. Verá que la información del ente dependiente del Gobierno autonómico procede de Etxerat, como es habitual, y que la noticia apenas añade algo a las palabras de pésame de la asociación de familiares de presos de ETA y del sindicato abertzale LAB. Entre esas palabras se encuentran expresiones como “cruel política penitenciaria”, “cariño y solidaridad a sus familiares”, “impunidad a quienes han puesto en práctica la violencia estatal” o “presos políticos vascos”. No aparece, en cambio, ninguna mención a los 22 asesinatos ni a la plaza de la República Dominicana. No aparece Lorenzo Mendizábal. Sólo Antonio Troitiño, expreso muy querido por sus amigos y familiares.
En Google está todo, pero hay que saber qué se busca y hay que tener criterio, porque si no puedes acabar informándote mediante EITB y entonces es mejor no enterarse de nada. Tal vez esto es lo que hay detrás de algunos análisis sobre los pasos y gestos de la izquierda abertzale. Se decía hace un par de semanas que la salida de Rufi Etxeberria de los puestos de dirección de Sortu era un paso más en la buena dirección, una ruptura de Bildu con el pasado, del que ya sólo quedaba Otegi no se sabe si como residuo, como anormalidad o como veloz expreso reconvertido rápida y convenientemente en hombre de paz. Llevamos ya muchos años leyendo análisis similares y siempre parece que Sortu está a punto de anunciar el fichaje de alguna persona decente, alguien que realmente entienda cuál ha sido el papel de ETA y de la izquierda abertzale en la sociedad española. Pero lo que llega siempre es la realidad: al parecer, Sortu va a colocar en puestos de dirección a David Pla, uno de los últimos jefes de la banda terrorista.
Esto lo contaba Alberto Lardiés hace unos días en estas páginas. También contó la semana pasada que la sección juvenil de Sortu, Ernai, volvía un año más con su campaña de gestos navideños. La izquierda abertzale es muy tradicional para algunas cosas. Todos los años ponen en Galdácano una mesa en Nochebuena y Nochevieja con tantos platos como etarras del pueblo están en la cárcel. Sobre los platos, las fotos de esos vecinos. Entre ellos, la de Jon Bienzobas y la de García Gaztelu, ‘Txapote’. Este año, contaba Lardiés, los chavales han decidido adelantar los gestos y publicaron un mensaje con las cartas que han enviado a las prisiones en las que cumplen condena y un mensaje claro: “Os queremos”.
Éstos son los gestos, que son los mismos de siempre. “Os queremos” a los etarras más sanguinarios. Exposiciones con sus obras artísticas. Puestos importantes en la dirección de Sortu. Todo eso está en internet, al alcance de cualquiera. Pero el mensaje que importa, el que ilustra a la perfección la relación entre la información disponible y el conocimiento -y la relación entre la política y la ética- es el que sintetizó Patxi López en una entrevista reciente mediante una sola palabra: “¿Y?”