Eduard Pujol, portavoz adjunto del PDeCAT, lo ha dicho. Hay que echarle un par.
El exdirector de la emisora RAC1, tanto o más separata que Cataluña Radio, habla del tremendo problema sanitario en Cataluña y lanza una sentencia con la solemnidad que solo un tonto puede poseer. Eduard Pujol, el hombre que ve agentes del CNI persiguiéndolo en patinete, dice que, ojito, “a veces nos distraemos con cuestiones que no son esenciales. Que si 85 días de espera, que si 82. Nos estamos peleando por migajas y tenemos que ir a la resolución real del problema”. ¿Y cual esa panacea? El visionario del patinete lo deja claro: “Esto pasa por que Cataluña decida su futuro para huir del estrangulamiento a la que la tiene sometida el Estado”
Hace falta tontería, en efecto, para decir esto, pero también se precisa mucho cinismo, mucha barra, que decimos en catalán, mucha jeta, mucha cara dura. Ahora resulta que si Artur Mas le pegó un tijeretazo a la sanidad pública catalana de más de mil quinientos millones fue por culpa de España. Y que si Puigdemont y Torra han agravado más su paupérrima situación es por causa de la España opresora, la justicia parcial, los partidos unionistas, la baja calidad democrática, la monarquía, el 155 y los casetes de Camela. Y el tío se queda tan pancho, sin inmutarse, como el que habla del tiempo.
Ahora resulta que si Artur Mas le pegó un tijeretazo a la sanidad pública catalana de más de mil quinientos millones fue por culpa de España
Lo triste es que tales declaraciones no son sorprendentes ni será la última vez que las escuchemos en boca de alguno de los profetas de la gralla, la ratafía y el lacito amarillo. Toda ocasión es buena para lavarse las manos de su política de derecha pura y dura y echar las culpas a los otros. Ellos, unos santos, oiga, que si hacen lo que hacen es por obedecer un mandato popular. Que este hombre haya llegado al Parlament y sea portavoz de la neoconvergencia lo dice todo acerca de lo que es realmente este proceso separatista, basado en la mentira, la mezquindad, la nula empatía con la gente y el más total y absoluto concepto autoritario de la política.
Pujol se cura en salud, nunca mejor dicho, cuando también dice que comprende la crítica de los médicos. Claro, uno nunca sabe cuándo tendrá que ir de urgencias a que le hagan un apaño y a ver quién es el guapo que se mete en un hospital después de haber dicho que eso es una cafetera rusa al lado de la república catalana. Da igual. Los profesionales del asunto lo atenderían con la misma solicitud y profesionalidad que a cualquier otro enfermo, pero ese no es el caso. Lo grave es que Pujol diga que las listas de espera son “un enorme fracaso de país” añadiendo que si existen es “porque no hay medios y no lo tendremos nunca si no hacemos el salto a la república”. O sea que, de entrada, el fracaso es del país y no de las políticas ultraliberales y covachuelistas de Convergencia, que lo privatizaba todo, entregándole el botín a sus compinches. ¡En qué mal momento se decidió ceder a las comunidades autónomas las competencias en sanidad, en educación y en policía! Lo que nos ahorraríamos todos si eso se hiciera planificadamente desde el Estado, garantizando los mismos derechos sanitarios a cualquier ciudadano en cualquier punto de la geografía española y no como ahora. Eso, por no hablar de lo que supondría comprar material o fármacos para todos los centros de España y no cada uno por su cuenta. No quiero ni imaginarme los millones y millones que íbamos a pagar de menos en la factura sanitaria anual.
Toda ocasión es buena para lavarse las manos de su política de derecha pura y dura y echar las culpas a los otros
Por cierto, ¿sabe el tal Pujol el dinero destinado a la mandanga del proceso a lo largo de todos estos años? ¿Sabe lo que se ha invertido en subvencionar todo lo subvencionable para acallar conciencias, tapar bocas y comprar complicidades? ¿Sabe, ya que estamos, lo que cuestan las embajadas? Eso seguro que no, porque ni en el Parlamento se sabe, y eso que Ciudadanos ha pedido miles de veces que se hagan públicas las cifras del Diplocat. Pero la Generalitat se niega a decirlo, como si se tratase de un secreto de Estado. Hace falta echarle morro al asunto. Sean las cifras que sean, de cualquier modo, si todo ese dinero salido de nuestros bolsillos se hubiera destinado a contratar médicos, ahora no habría quejas acerca del poco tiempo que tienen para atender a los pacientes. Porque seguro que hablamos de cientos y cientos de millones de euros destinados a la más pura y grosera propaganda. Solo con lo invertido en esa máquina de embustes llamada Corporación Catalana de Medios Audiovisuales se podría paliar el déficit de plazas de médicos en Cataluña. Lo que sucede es que, a ojos de los neoconvergentes, es más imprescindible tener a la Rahola dale que te pego en todos los programas posibles, a Toni Soler cada día con su programa sectario, a panfletos como el Preguntes Freqüents o la tertulia del 324 que habilitar quirófanos, dotar de medios a los CAP, potenciar la investigación o hacer de la meritocracia el elemento básico en la promoción en lugar del lameculismo y el “sin novedad, señora baronesa”.
Esa es la obra de gobierno nacionalista, gastárselo todo en ocultar la verdad, en sueldos millonarios para ellos y en ponerles un piso a sus amigos. Qué coño les importa a esta harka la sanidad o la educación como no sea para disimular con la primera y colgar lazos amarillos en los colegios.
Lo importante es ganar la república y ante tamaña gesta no hay ni enfermos ni leches que puedan frenar el imparable camino hacia la arcadia feliz en la que, por fin, los patinetes serán sempre nostres.