Uno de los mayores éxitos de la propaganda socialista durante la época de Rajoy fue sellar en el imaginario público la idea de que el país había sido sometido a unos recortes brutales y a una austeridad intolerable. Todavía sigue hablando de ello a estas alturas la vicepresidenta Calvo, cuya indigencia intelectual la hace esencialmente corrosiva. Pero como suele ser frecuente, los hechos revelan la falacia.
España es el estado de la Unión con el déficit público más alto, y el único que debe recurrir a más deuda para financiar la del pasado. La causa es que, durante la etapa del exministro Montoro, el gasto social siguió manteniendo su peso sobre el PIB de forma permanente. A Montoro, andaluz de Jaén, no le daba lecciones de socialismo nadie, y por eso se ocupó a fondo de que el sufrimiento para enderezar la economía comatosa que había dejado Zapatero fuera el menor posible.
Pero las plañideras de la izquierda y el coro mediático que las acompaña consiguieron convencer a la opinión pública de que se había sufrido una masacre y un recorte de derechos insoportable, y de eso todavía viven. De manera que las políticas puestas en marcha por el presidente Sánchez tras la moción de censura se dirigieron a reparar aquel presunto crimen.
Una de ellas fue la colosal subida de un 22% del salario mínimo. Se adujo al respecto las diferencias que nos separaban de Europa, y la necesidad de que los trabajadores recuperasen poder adquisitivo, que vendría muy bien para impulsar la demanda interna. Lo cierto, sin embargo, es que la demanda interna ya estaba siendo pujante, gracias a los puestos de trabajo creados por la reforma laboral, que las exportaciones se han comportado hasta ahora fastuosamente gracias a la devaluación de los precios y de los salarios que produjo la citada reforma, y que el país estaba registrando unas notorias ganancias de productividad.
Pero la izquierda siempre tiene un argumento poderoso para malversar la realidad y justificar su razón de ser, que es el combate contra lo que llaman la hegemonía neoliberal. Este fue que la recuperación no estaba llegando a todos; más aún, que las desigualdades habían aumentado y que la pobreza, sobre todo la pobreza infantil, estaba creciendo. Nada de esto, ni era ni es cierto, pero da igual. Lo que cuenta en estos tiempos que vivimos es la eficacia del ejercicio de la posverdad, es decir, la pericia y la capacidad de los agentes políticos de hacer pasar por hechos incontrovertibles lo que sólo son bulos, repetidos, eso sí, con una perseverancia granítica.
Manipulación de la izquierda
Aunque en estos momentos España es el país que continúa registrando el mayor crecimiento de la eurozona, está, paradójicamente, en peores condiciones de afrontar una eventual recesión que Grecia, Irlanda o Portugal. Y cito estos tres estados porque, si están mejor que nosotros, comparativamente hablando, es porque los tres fueron rescatados por la Unión Europea, y por tanto tuvieron que sufrir, en esta ocasión con sus atroces consecuencias temporales, las condiciones draconianas impuestas por los ‘hombres de negro’, al punto que ahora gozan de unas economías más sanas y menos atenazadas por el apalancamiento que la española.
Cuando a veces se escribe en nuestro país sobre el milagro portugués, hay que aclarar que éste nace exclusivamente de la intervención de las autoridades comunitarias y de las rigurosas medidas exigidas como contrapartida a regar Portugal del dinero público que necesitaba a fin de no quebrar e infectar gravemente de paso la vida del euro. Por eso estas tres economías tienen superávit primario -si se descuenta el pago de los intereses de la deuda pública- mientras España sólo prevé alcanzarlo este año, algo que se presenta cada vez más difícil dada la evolución de la economía internacional.
La conclusión es que Rajoy fue realmente un héroe al resistir y evitar la intervención de nuestra economía -exceptuando las ayudas recibidas por el sector financiero-, pues de lo contrario los españoles habrían padecido lo que es un ajuste genuino y severo de sus condiciones de vida; pero también que la obscena manipulación de la izquierda le ha hurtado cualquier mérito al respecto. Al contrario, pasará a la pequeña historia que fabrican los mezquinos que pueblan la nación como el protagonista del mayor ‘austericidio’ jamás cometido, y Montoro como un patán sin escrúpulos.
La subida del salario mínimo, al margen de cualquier vínculo con la productividad, está destinada a socavar el crecimiento y a provocar desempleo a medio plazo
Recuerdo estas evidencias porque ahoya ya tenemos datos de sobra como para temer los nocivos efectos que tendrá la subida del salario mínimo del 22% decretada en su día por el presidente por accidente Sánchez a fin de reparar la presunta injusticia retributiva. De momento los costes laborales se han disparado un 2,4% en el segundo trimestre del año, impulsados también por el inconveniente aumento de las cotizaciones obligatorias a la Seguridad Social.
Tal grado de velocidad es muy superior al del resto de los países de la UE, y la clave de las enormes ganancias de competitividad de la economía española durante los años de Rajoy fue precisamente esa: que nuestros costes laborales crecían sensiblemente menos que los de nuestros competidores, o que no crecían, o que incluso bajaban. Por eso la subida del salario mínimo al margen de cualquier vínculo con la productividad está destinada a socavar el crecimiento y a provocar desempleo a medio plazo, sobre todo entre los jóvenes y los trabajadores con menor cualificación a los que se pretende falsamente proteger.
Nada de lo escrito parece conmover a los socialistas de Sánchez, que aspiran a ganar más diputados en las próximas elecciones con ocurrencias parecidas a las que nos han impedido reducir el déficit público y sanear la economía como han hecho la maldita Grecia, Irlanda y Portugal, o sea engañando a los votantes haciéndoles creer que hay margen para aumentar el gasto social descuidando la obligación de mimar la productividad y la competitividad del sistema. Sánchez y los corifeos mediáticos que lo han apoyado y lo apoyarán en la próxima campaña electoral en pos de restaurar la justicia social en el sentido más peronista del término -recuerden la expresión de Evita: allí donde hay una necesidad nace un derecho-, están jodidamente locos.