La confianza interpersonal es un componente clave del capital social y de la cultura política. Ayuda a reducir costes de transacción y facilita la cooperación y los intercambios entre personas que no tienen vínculos primarios. Se mide a partir de las respuestas que los encuestados dan a la pregunta de si se puede confiar, generalmente, en la mayoría de las personas.
Según el barómetro de Opinión Pública y Política Fiscal publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) el pasado jueves 5 de agosto, el nivel de confianza interpersonal de los españoles ha mejorado respecto a los años anteriores. Mientras que en el avance de resultados de este año el 54’7% de los españoles encuestados declaraba que, por lo general, se puede confiar en la mayoría de gente, este porcentaje era hasta 4 y 10 puntos inferior en 2020 y en 2019 (ver gráfico 2), respectivamente. Si nos vamos a los datos de la European Social Survey para poder ver la evolución desde 2002, vemos un desarrollo similar (ver gráfico 1).
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de la European Social Survey.
Fuente: elaboración propia a partir de los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas.
Puede parecer contraintuitivo que, en mitad de una pandemia en la que se nos ha incitado a desconfiar de los demás e incluso a señalarles, la confianza interpersonal no sólo no haya disminuido sino que haya incluso aumentado. Sin embargo, es cierto que se trata de una actitud que, por término medio, es bastante estable a lo largo del tiempo y que, de fluctuar, no lo hace a corto sino a largo plazo.
Si además comparamos con los países de nuestro entorno, encontramos que España se encuentra en una posición intermedia, superada por países como Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega, pero por encima de países como Francia, Polonia o Portugal (ver gráfico 3).
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de la European Social Survey.
Satisfacción ante la vida
En The Civic Culture (1963), Almond y Verba señalan que la confianza interpersonal es un requisito necesario, aunque no suficiente, para la estabilidad democrática. Por un lado, porque permite la formación de asociaciones secundarias que posibilitan la participación política efectiva en democracia; y por el otro, porque permite el funcionamiento de las reglas del juego democrático. Una de estas reglas es el respeto a la oposición y la aceptación de los resultados de las elecciones. Confiamos en que cuando los adversarios ostenten el poder, no van a reprimir a la oposición, y que, cuando pierdan las elecciones, entregarán el poder a los nuevos ganadores. Puesto que "sólo es racional confiar en los demás cuando una cultura posee normas eficientes de reciprocidad que se respetan rigurosamente". (Inglehart, 1988: 49). Aun con todo, la confianza social no es suficiente para mantener la estabilidad democrática. También se requiere un compromiso a largo plazo con las instituciones democráticas. Un indicador que se suele utilizar para medir este compromiso es la satisfacción ante la vida, que también está vinculada con el apego a la comunidad local o la confianza en las instituciones políticas. Como señala el propio Inglehart en Cultura política y democracia estable (1988), la evidencia empírica que disponemos parece indicar que, efectivamente, las naciones que tienen unos niveles más elevados de satisfacción ante la vida, son también las que mayoritariamente adoptan y mantienen en el tiempo, instituciones democráticas. En España, este indicador es relativamente alto. Según datos del INE para 2013 y 2018, un 63% y un 74% de españoles, respectivamente, indican tener un nivel de satisfacción alto con su vida (se colocan en posiciones iguales o superiores a 7 en una escala de 0 a 10).
Son en su mayoría las sociedades tradicionales las que tienden a presentar niveles de confianza interpersonal más bajos. Un ejemplo de ello son los países de América Latina
Aunque actitudes como la confianza social o la satisfacción ante la vida pueden fluctuar a lo largo del tiempo, las poblaciones de algunas sociedades manifiestan de modo sistemático unos niveles más altos de confianza y satisfacción que otras, como pudimos ver en el gráfico 3. Según Inglehart, este conjunto de actitudes interrelacionadas suele estar unido a la presencia de instituciones democráticas estables. La persistencia de sistemas de valores distintos en diferentes poblaciones parece reflejar que la cultura es dependiente del camino. Esto es, que se trata del resultado de un proceso que depende, no de lo que ocurre en un momento concreto, sino de los acontecimientos que se han ido sucediendo y de las decisiones que se han ido tomando a lo largo de la historia. Por ejemplo, períodos largos de bienestar económico.
Redes de ayuda mutua
Por último, la confianza interpersonal es también un componente, y una condición, del capital social. En palabras de Robert Putnam en Bowling Alone (1995), se trata de "las características de la organización social, tales como las redes, las normas y la confianza, que facilitan la coordinación y la cooperación para un beneficio mutuo". En concreto, Putnam diferencia entre tres tipos de capital social: el capital social vínculo (bonding social capital), el capital social puente (bridging social capital) y el capital social de red (linking social capital). El primero tiene lugar en los grupos de pares (familia, amistades y personas cercanas como los vecinos); el segundo ocurre entre pares menos cercanos (compañeros de trabajo y conocidos); el último se da entre personas desconocidas. En nuestro caso, la confianza interpersonal hace referencia sobre todo a los dos últimos tipos de capital social, un capital social más presente en las sociedades modernas que en las tradicionales, que basan sus lazos en las relaciones de parentesco y proximidad. De hecho, son en su mayoría las sociedades tradicionales las que tienden a presentar niveles de confianza interpersonal más bajos. Un ejemplo de ello son los países de América Latina. En ese sentido, es esperable que en períodos de crisis, una población con altos niveles de confianza interpersonal, y capital social puente y de red, responda mejor que una población con menores niveles. Por ejemplo, a través del surgimiento de redes de ayuda mutua. Y puede que precisamente la pandemia del coronavirus nos haya enseñado que en España, donde muchas veces se señala la debilidad de nuestra sociedad civil, estos vínculos están más presentes y son más fuertes de lo que creemos. Así, que los niveles de confianza interpersonal no dejen de aumentar, debe ser siempre un motivo para ser optimistas.