Opinión

Vidas enterradas

Afortunadamente no hay que lamentar víctimas, pero en sólo tres días centenares de personas lo han perdido todo, sus casas, sus recuerdos, sus tierras y su modo de vida bajo

  • Imagen de la erupción del volcán de La Palma. -

Afortunadamente no hay que lamentar víctimas, pero en sólo tres días centenares de personas lo han perdido todo, sus casas, sus recuerdos, sus tierras y su modo de vida bajo la lava del volcán. Vidas enterradas que seguimos en directo, atónitos frente a la pantalla viendo cómo los palmeros nos están dando toda una lección de vida, de entereza, de contención de la rabia, de gestión del drama, de solidaridad. De ayuda ejemplar entre vecinos prácticamente olvidada en una sociedad cada vez más individualista.

Probablemente, los angustiados habitantes de la isla es la primera vez en su historia que reciben a tantos periodistas, nacionales e internacionales, que están transmitiendo segundo a segundo la angustiosa situación, ejercicio necesario para despertar la solidaridad de la ciudadanía. Nadie duda de que el conocimiento y la información son básicos en una situación como la presente, son un servicio público y como tal debemos exigirle el máximo rigor, seriedad y empatía ante el drama ajeno. Es la hora de lo público en mayúsculas, de dar ejemplo con la información rigurosa, sin espectáculo, sin hacer drama del drama sino trasladando una realidad devastadora con la profesionalidad que la sociedad se merece. Gran ejemplo de ello el de la televisión canaria, no es fácil estar al pie del desastre, sin caer en lo morboso, en la frivolidad del espectáculo ante aquellos que lo han perdido todo. Ser ejemplares es una obligación en la manera de informar, en el fondo y en las formas.

El drama exige respeto

Si los expertos hacen recomendaciones a la ciudadanía, como protegerse con gafas, mascarilla, protegerse la cabeza, etc, los primeros que deben dar ejemplo son las autoridades desplazadas y los periodistas que aparecen en pantalla. No se puede estar al pie del volcán a pelo. El periodista debe informar, debe arriesgar sin ser temerario, sin dar mal ejemplo. Debemos mostrar quiénes se están realmente jugando la vida haciendo su trabajo, debemos facilitar las cosas en lugar de generar más caos, no estorbar los movimientos de los sanitarios, los bomberos, la policía y los militares, sin creernos ni considerarnos los protagonistas, no lo somos, aunque algunos así lo crean. El drama reclama respeto, periodístico y político. Nuevamente falta unidad frente al drama, bien hubieran podido desplazarse juntos el presidente y el líder de la oposición, pero esto en política es una falacia. La política sigue siendo una carrera de fondo para copar el poder sin importar el drama humano.

No obstante, a excepción de las desafortunadas declaraciones de la ministra de Turismo sobre el llamamiento al turisteo para asistir al espectáculo del volcán, el servicio público en estos primeros días de desastre natural parece estar funcionando, el Gobierno y la oposición parecen estar a la altura de las circunstancias. Eso sí, los canarios los primeros que nos están dando un gran ejemplo. Porque ahora es momento de estar, de dar soluciones, de gestionar lo público en mayúsculas, de unidad entre los gobiernos el canario, el central, de la Unión Europea para que cuando el volcán duerma pueda empezar a despertar La Palma.

No despertemos periodísticamente la crítica, despertemos la capacidad del servicio público para gestionar esta catástrofe humana

De momento se han perdido más de 300 casas, más de 5.000 personas han sido desplazadas, pero cuando en un mes aproximadamente el volcán deje de vomitar será hora de actuar, de reconstruir, de la solidaridad humana acompañada de dinero y para ello es necesaria la unidad de acción y la rapidez a la que apela el líder del PP, Pablo Casado. Como también lo es la frase que va a acuñar la vida de este Gobierno porque todos los representantes no dejan de pronunciarla y es la de “No vamos a dejar a nadie atrás”.

La naturaleza va a seguir su curso. La ciencia lleva dos años dándonos una gran lección, no es momento de culpar a los que edificaron en lugares que quizás no se debía. No despertemos periodísticamente la crítica, animemos la capacidad del servicio público para gestionar esta catástrofe humana. No dejar a nadie atrás conlleva, de verdad, que lleguen las ayudas lo antes posible para ayudar a miles de familias que no tienen ni lugar donde vivir, ni tierra para trabajar y subsistir. Tiempos duros para la isla bonita. Esperemos que las promesas que todos anuncian ahora se cumplan. No cabe jugar con personas que ya no tienen nada que perder. Cuídense. 

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