El conseller de Interior de la Generalitat, Miquel Sàmper, quiere rebajar el delito de agresión a los Mossos al de lesiones: “Intentaremos descargar de la carga punitiva los delitos de atentado y desobediencia reduciéndolos al de lesiones, porque, nos guste o no, estamos obligados”. Así pues, el grupo de violentos que se manifestaban en defensa de uno de los suyos, condenado a tres años y medio de trullo por agredir a un policía durante las manifestaciones del primer aniversario del 1-O, lo único que hacían era practicar deporte. Lanzamiento de sillas y mesas contra la BRIMO, calentamiento de piernas pateando a una mosso que había caído al suelo, empujones y palos a los policías que pretendían disolver la algarada, en fin, lo suyo.
Esto pasó en Vilafranca, tras una manifestación, y por ahí anduvo gente del mundo lazi como la presidenta de la ANC, lo que no quiere decir que participase de aquella orgía de palos, que ya sabemos que el procés es pacífico, sonriente y, sobre todo, participativo. El bloque lazi, léanse CUP, JxCat y ERC, habían exigido al Govern – es decir, a ellos mismos – que se retirasen del caso del condenado Adrian Sas, el de los y tres años y pico de manutención vía instituciones penitenciarias. Que de la ensalada de hostias, si me permiten la expresión, de Vilafranca salieran heridos dos policías, res a dir. Tampoco dijeron nada cuando se llenaban la boca con los miles de heridos que habían sufrido sevicias sin cuento en el 1-O y que nadie vio jamás, mientras quinientos policías fueron heridos, a pesar de que los medios intentaron taparlo.
Tampoco importa a los lazis que los de Vilafranca tuvieran la intención de asaltar el Ayuntamiento. Como los Mossos lo impidieron, empezaron a tirar de todo contra la fachada. Toni Castejón, portavoz del sindicato FEPOL, colgó vídeos de las agresiones contra sus compañeros diciendo: “Solo lesiones, y a ver si por la vía civil se arregla, no vaya a ofenderse nadie. ¿Atentado? ¿Dónde lo ven? Esperpéntico e indecente”. En la amargura de este policía radica el mal que nos amenaza. Los violentos cada vez tienen mayor impunidad, bien sean okupas que organizan narco pisos, bien sean kaleborrokistas, bien sean homenajeantes de asesinos etarras, bien menas que delinquen a plena luz del día. Es el imperio del crimen, como ya he dicho en alguna ocasión, solo que aquí, los criminales gozan de la sonrisa indulgente de los gobernantes. Yo, que pasé mi adolescencia recibiendo palos de los grises – “Algo haría usted”, me dijo un capitán de la Policía Armada y, sí, tenía razón, algo hacía – digo que menoscabar la poca autoridad que le queda a la fuerza policial es darle la puntilla al Estado de derecho.
El monopolio de la fuerza en la vía pública lo tiene la Policía. Y el derecho de manifestación no equivale al de agresión, destrucción de la propiedad pública o privada
El monopolio de la fuerza en la vía pública lo tiene la Policía. Y el derecho de manifestación no equivale al de agresión, destrucción de la propiedad pública o privada. Pero quienes gobiernan van fuertemente custodiados y no va a pasarles nada, ni Dios lo quiera. Si ya se indignan cuando les hacen una pintada a quilómetros de donde veranean y se ponen cual no digan dueñas, imagínenselos en un escrache como los que hacían a Cifuentes. Visto lo cual, pido que legalicen las Brigadas del Amanecer, las checas y el SIM. Gente hay en el Gobierno con el suficiente bagaje personal o familiar para reproducirlo. Y ya que Sánchez e Iglesias están a punto de dinamitar la independencia del poder judicial, tampoco estará de más que restablezcan el Tribunal Central de Espionaje y Alta Traición de la república, mucho más eficaz que los tribunales populares, que también asesinaban, pero más desordenadamente.
Que no sea delito comerse crudo a un policía, caramba, que se rinda culto divino a los etarras que, poquito a poco, van a ir paseándose de nuevo con más orgullo que Don Rodrigo en la horca por las calles en las que los deudos de sus víctimas vomitarán de puro asco moral. Que se enaltezca todo lo criminal, lo vil, lo ruin y lo inhumano.
Lo terrible es que la gente está pensando solo si por Navidades van a juntarse seis, diez o doce. Cuando una sociedad es tan pueril, los lobos se ceban en ella sin piedad.