Aunque sea el que más suene en las quinielas como candidato a la investidura, todo el mundo sabe que Jordi Turull es poco más que un nombre destinado a ser fungible, efímero y destinado al fast food político catalán. Siendo así, ¿por qué lo proponen los separatistas?
Del Caso Palau al juez Llarena no hay mucho trecho
El político nacido en Parets del Vallés ha sido, es y será siempre un hombre de la Convergencia moldeada por Jordi Pujol en aquellos años que se han definido acertadamente como de plomo. La sombra del mandamás nacionalista era muy poderosa y bajo ella se cobijaron todos los actuales dirigentes del PDeCAT, entre ellos Turull. Afiliado a las Juventudes Nacionalistas convergentes en 1983, licenciado en Derecho por la Autónoma de Barcelona, y político con cargo desde 1987, es un perfecto ejemplo del dirigente surgido de aquella Convergencia que imponía su criterio tanto a socialistas como a populares en Madrid, mientras que en mi tierra hacía su santa voluntad. Ya lo dijo el President Tarradellas “Si gana Pujol, instaurará una dictablanda en Cataluña”. Fue clarividente.
He ahí el primer hándicap que presenta como posible candidato el ex conseller de presidencia con Puigdemont. Las CUP se muestran renuentes a apoyar su candidatura, porque lo ven como un hombre de Pujol, de Artur Mas, del tres por ciento y de los tremendos recortes que el segundo, antes de descubrir la independencia, le pegó a todo el sistema público de bienestar en Cataluña. Tampoco los de Esquerra lo reciban en triunfo. Turull representa para ellos el lado más oscuro de la Convergencia implicada en el Caso Palau, un tremendo escándalo de corrupción, cobro de comisiones y financiación ilegal. Un dirigente muy próximo a Oriol Junqueras se está paseando, lo decimos literalmente, con fotocopias de la sentencia de dicho caso en la que aparece el nombre del mencionado Turull, repartiéndolas con mucha mala leche al primero que se le pone a tiro. “Mirad, mirad a quien quieren hacer presidente esos iluminados del de Bruselas”, dice.
Transcribimos una parte de la misma: “En la adjudicación de las obras de construcción de un pabellón de deportes en Sant Cugat no consta acreditado quienes formaban parte de la comisión técnica, pero en la mesa de contratación, además del teniente de alcalde de dicha localidad gobernada por CDC en coalición con UDC, formaba parte de la misma Jordi Turull Negre, militante de CDC, concejal desde 1991 en otra localidad cercana (…) Nuevamente, la vinculación entre mesa de contratación y órgano de contratación y la vinculación con CDC aparece diáfana”.
Estas son las cosas que hacen torcer el gesto a la cúpula de los republicanos, que bien pueden transigir con que uno de los suyos diga que los cargos a las mujeres deben ser asignados según el tamaño de sus mamas, pero se muestran renuentes cuando de la mordida se trata. Lo sustancial es lo dicho anteriormente, que sea justo la gente del partido de Junqueras la que esté haciendo labor de zapa. ¿No quedamos en que los de Puigdemont y los republicanos estaban de acuerdo en todo y que, según el hombre del patinete, Eduard Pujol, “esto ya está hecho”? ¿Por qué lo llaman acuerdo cuando la verdad es que andan a hostia limpia? ¿De donde sacan tanta vacilación y tanto nombre imposible o gastado y que sinrazón les mueve a llamarlo a todo política cuando no es más que estupidez?
Los eufemismos son los que causan este caos entre la gente normal, la que no entiende que se diga blanco, pero se proceda negro. Con lo fácil que resultaría salir en rueda de prensa, pero no como Torrent, que solo sabe decir que la culpa la tiene el estado, el gobierno y los jueces, sino reconocer con valentía que se han equivocado, que han cometido un error terrible, que son unos irresponsables y que no lo volverán a hacer. Lo hizo un monarca, eso que odian todos estos con todas sus fuerzas. Menos mal que son demócratas, republicanos, partidarios de la libertad. Nos ha jodido mayo con las flores.
Los viernes milagro y juez Llarena
Por si todo este tinglado fuese poco, y omito piadosamente analizar los por qué Turull es inepto de toda ineptitud para desempeñar el cargo de presidente de la Generalitat, el juez Llarena ha decidido cerrar la instrucción por el caso de delito de sedición o rebelión, cosa aún por especificar. Sea como fuere, y según prevé el artículo 505 de la Ley de enjuiciamiento Criminal, a los implicados se les cita para que comparezcan este próximo viernes ante Su Señoría. Es el paso previo al juicio oral. Ojo, y al eventual ingreso en prisión.
Allí se juntarán Carme Forcadell, Raül Romeva, Josep Rull, Dolors Bassa y Marta Rovira junto al señor Turull. Todos en libertad bajo fianza, recuerden. Llarena ya ha demostrado ser poco o nada proclive a dejar sueltos a los que participaron de una forma u otra en el intento de golpe de estado separatista, véase el reciente caso del ex conseller de interior Joaquim Forn, del que el fiscal solicitaba por razones de humanidad la puesta en libertad, - padecería una tuberculosis contraída en prisión - negándose el magistrado a ella.
Debido al carácter del juez, no son pocos los especialistas en derecho que vaticinan un nuevo ingreso en la cárcel para muchos de los requeridos, entre los que podría tener bastantes números Turull. Esa es la razón de mayor peso para que su candidatura fuese inviable, como lo han sido las del fugado de Bruselas o la de Jordi Sánchez, que ya ha dejado claro que abandonará escaño y política. Pero, aunque no fuese encarcelado, todavía pesaría sobre Turull la posibilidad de ser inhabilitado, como ya le pasó en su día a su ex jefe de filas Artur Mas. Caso de que se le invistiese en el próximo pleno del Parlament, si es que Roger Torrent, el presidente de la cámara, no encuentra un nuevo subterfugio para hurtar a la oposición la posibilidad de decir en sede parlamentaria lo inútiles que son estas gentes, sería Pipino el Breve, porque su inhabilitación sería cosa de semanas.
Me atrevo a decir que, aunque Turull estuviese libre de cargas legales, sin problemas con la justicia y con la capacidad de actuación que se requiere para ostentar la representación de presidente, su nombre continuaría siendo poco más que un brindis al sol. Turull y su generación de convergentes nacieron para chalanearle al estado, para la componenda, para gobernar poco menos que una mancomunidad como la de Prat de la Riba, y ni siquiera eso. Son personas de vuelo gallináceo y política de campanario, ajenas a lo que se le exige hoy a la gente que ocupa un sillón oficial.
Estos que fueron en su día cachorritos convergentes no han aprendido más que acudir a TV3 para que les hagan entrevistas con final feliz, a sermonearnos a todos acerca de lo malos catalanes que somos, comparados con ellos, depositarios de las esencias patrias, y, eso sí, constituirse en comisionistas de determinados grupos económicos, a los que han sabido defender muy bien a lo largo de todas estas décadas. Mucho nos tememos que entre todos no hay ni uno solo que tenga el mínimo necesario que se precisa actualmente para ser President de todos los catalanes, incluso de los suyos.
Turull es gris, sin capacidad ni de gestión ni de hacer política con P mayúscula. Sustituyó a Neus Munté cuando esta y otros Consellers prefirieron alejarse del monumental batacazo que se veía venir, pero poco más. Solo es un chico de los recados que se ha creído algo más de lo que era en realidad. Subido en los tacones del proceso, su destino, que en otras circunstancias no habría pasado de ser un simple miembro de la Diputación de Barcelona, ha devenido en el de mártir, en el de héroe, en el de patriota. Poca cosa, porque esos honores se los disputan el fugadito bruselense, los que aún están en la trena o los que aspiran a emperadores de un reino que jamás existió.
No pasará a los anales de la historia más que como lo que es, un señor de la derechona carpetovetónica que jugó a revolucionario sin la menor idea de lo que estaba rompiendo. Un tonto a las tres. Decimos esto con la sana intención de alejarnos de eufemismos que llaman libertad al totalitarismo o candidato a la presidencia a uno más que sacrificar en el altar de las vanidades de cuatro. Tonto, eso es.