Puigdemont volvió a ser candidato en unas elecciones en España. Ése sería el resumen más apropiado de la noche electoral, a pesar de la previsible victoria de los socialistas. El principal responsable del último golpe de Estado en nuestro país podría haber presidido el próximo gobierno autonómico de Cataluña. Y evidentemente, lo más probable es que vuelva a pisar suelo español sin haberse sometido a juicio. La amnistía del PSOE obrará el milagro. El mayor delito posible contra una democracia -usar los propios mecanismos políticos para anular el mismo concepto de oposición y para modificar radicalmente las leyes mediante la voluntad y la fuerza- habrá sido recompensado después de casi siete años. Todo esto será posible por tres motivos. El primero es el PSOE. El segundo es que se trató de un golpe distinto al del 81, sin tanques, sin bigote y sin “Arriba España” (algo así habría sido desactivado tras el primer grito). El tercero es que el golpe se produjo en una de las dos regiones españolas que cuentan con eso que se llama “una historia propia” y por lo tanto con reglas distintas a las del resto de autonomías.
País Vasco y Cataluña son las dos regiones que más condicionan -y más tiempo llevan condicionando- la política nacional. Las dos han celebrado elecciones en circunstancias muy parecidas. El PSOE ha contribuido a normalizar algo que en cualquier otra región -en cualquier país decente- sería impensable: unos presentan a terroristas en sus listas, los otros a golpistas. Las dos regiones han sufrido dos espejismos: el abrazo entre Redondo Terreros y Mayor Oreja en 2001 y la victoria de Ciudadanos en las elecciones autonómicas de Cataluña en 2017. Esos dos momentos podrían haber dado paso a un cambio real; nada cambió. Por eso hoy en Cataluña vemos rasgos sociales muy parecidos a los del País Vasco. El más importante es la normalización de una violencia de baja intensidad que se ejerce en las calles, en las plazas y en los campus universitarios contra cualquier manifestación política o cultural decididamente antisistema, desde Vox hasta S’ha Acabat. El procedimiento es sencillo. Las autoridades políticas, educativas y culturales ponen el nombre: anticatalanes, fascistas, colonos, ñordos, cayetanos, provocadores. Las juventudes políticas, estudiantiles y culturales ponen las piedras. Todo eso también forma parte de la historia propia. Las reglas particulares.
Ha votado usted Cataluña, progreso y cultura; éste es el precio. Desastre educativo. Historia falseada. Amnistía. Hostilidad institucional contra España y lo español
El pacto que salga de las urnas es lo de menos. Cataluña no es una región más, sino un sistema político propio. Es un ecosistema en el que el nacionalismo y la izquierda se sirven de la política, la educación, la cultura y la violencia para perpetuarse no en el poder, sino en el ser. En el parlamento no se debaten leyes, se veneran esencias. La Cataluña sagrada exige que la escuela trate al castellano como a una lengua extranjera y apestada. Ante esto, titulares contundentes e iniciativas estériles que conducen a la frustración y al fracaso. Tenemos un ejemplo reciente en El Mundo, hace tan sólo unos días. “Las familias se rebelan contra el desplome educativo en Cataluña”. Nada de eso. Las familias, a la hora de la verdad, apoyan todo eso en las urnas. Votan ese desplome. El reportaje adquiere hoy su significado correcto.
Sería interesante acompañar cada voto a los partidos del sistema -PSC, Junts, ERC- con una factura, como se propuso hacer con la sanidad. Ha votado usted Cataluña, progreso y cultura; éste es el precio. Desastre educativo. Historia falseada. Amnistía. Hostilidad institucional contra España y lo español. Inseguridad en las calles. Enhorabuena. Esto es lo suyo. No se avergüence.
Cataluña, como el País Vasco, es un ecosistema político, social y moral. Las cosas aquí son distintas. El PSOE autonómico, como decía Eneko Andueza, es el que decide. Y como en el País Vasco, el PSOE decidió hace tiempo. No cabe oposición a la violencia normalizada, no se puede cuestionar la inmersión, no queremos extranjeros (españoles). Salvador Illa ha ganado las elecciones, pero cometió un error imperdonable. Llamó ‘Lérida’ a Lérida. Se le escapó por el cansancio. Se disculpó. Remató por si había dudas: “Lleida és Lleida”. Y Cataluña no es España.
Comenzábamos con Puigdemont y terminamos con un resumen alternativo. Con más del 50% del escrutinio PSC, PP y Vox sumaban 68 escaños. Mayoría absoluta. Una suma que sólo podía sonar a broma, porque el PSOE es el PSOE.
Playero
En español es Lérida
vallecas
Muy de acuerdo. El 80% de los Catalanes son anti-españoles, No digo independentistas. Nada ha cambiado. Ecosistema propio donde se odia a España pero no a su dinero. Los Catalanes lo han vuelto a hacer. Quien piense que el PSC es un partido Español es un necio. Cuando Sánchez recibe al Rey con las manos en los bolsillos. en Cataluña gana votos. Cuando Sánchez lleva al límite la convivencia en España, en Cataluña gana votos. El PSC no ha parado el "proces", lo perpetúa. Nos van a seguir torturando durante décadas y décadas.