El siempre denostado Aznar tenía razón al reconocerle a Casado que "ninguno de tus antecesores lo tuvimos tan difícil". Este domingo quedó demostrado. El PP pierde casi cuatro millones de votos y 71 diputados. Una hecatombe, "el peor resultado de la historia". Para colmo, Ciudadanos, al que algunos daban por amortizado, "la bisagrita", como lo llamaba Rajoy, asciende 25 escaños y se queda a tan sólo 200.000 votos del PP. La antesala del sorpasso.
Los listillos hacen ahora su diagnóstico. Casado se equivocó al derechizarse, al mimetizarse con Vox, decían unos. Pablo se equivocó al desatender a su electorado 'pata negra', al recuperar a Mariano para la campaña, a tontear con el centro, apuntaban otros. La realidad es bien distinta. Y diabólica. El PP ha perdido papeletas a chorros por los dos lados. Una media de 1,2 millones por ambas partes. A babor y a estribor, casi lo mismo, según las cifras del propio Casado.
¿Qué hacer? Los espíritus más desapasionados lo contemplan de este modo: está en juego el liderazgo de la derecha. Si se pierde el 26-M, el PP desaparece. Bye, bye. Una pugna feroz se ha adueñado del tablero político. La supervivencia de Casado y, por ende, del PP, está en primer plano, por encima de los pactos a los que llegue o deje de llegar Pedro Sánchez, que ha vuelto a meterse en la cueva.
Se mueven los barones sorayistas, se agitan los amigos de Rajoy, amaga el gallego Feijóo y hasta Ana Pastor, que tuvo muy mal resultado en Pontevedra, lanza a sus peones
Casado está ahora atrapado entre una derecha cañí y un partido con pretensiones de liderar la derecha sin ser de derechas. Un panorama imposible. De postre, se perciben ya los primeros movimientos internos para desestabilizar al jefe. Se mueven los barones sorayistas, se agitan los amigos de Rajoy, amaga el gallego Feijóo y hasta Ana Pastor, que tuvo muy mal resultado en Pontevedra, lanza a sus peones.
El combate por el timón de la nave de la derecha ha estallado. Albert Rivera se siente fuerte. La apuesta por Arrimadas y la ruptura con el PSOE le ha salido redonda. Ha ganado al PP en Andalucía y Madrid, dos zonas clave. Ahora quiere inundar de naranja el resto del mapa nacional.
La gran batalla del 26-M
Casado, malherido y con un equipo débil y discutible, va a plantarle cara. De momento, ha fumigado a Maroto, porque alguna cabeza tenía que rodar, y ha virado al centro. Se supone que remontará en las autonómicas. La estructura regional de los populares es poderosa. Ganó en 2.445 municipios, Ciudadanos en 415 y Vox en 72. "Más no se puede bajar y Vox no se presenta en todas las plazas. Subiremos. Casado es joven, acaba de llegar, sólo ha perdido una vez, otros ya han palmado cuatro, tiene mucho recorrido". Hasta entonces, hasta la nueva cita con las urnas, habrá mucho braceo discursivo, proclamas y arrebatos. Y alguna bofetada sonora: "Esos líderes que hacen política de delegado de curso, de concurso de debates". El PP se juega su existencia, Ciudadanos su permanencia y Vox parte de su esencia.
Rivera ya tiene impresas las tarjetas de visita con el cargo de 'líder del centroderecha' mientras el rocoso Sánchez prepara el Falcon y el colchón para disfrutar cuatro añitos más en La Moncloa
Génova empieza a oler a UCD. Y la UCD necesitó quince años hasta que, luego de renovaciones, refundaciones, baile de candidatos y apuestas varias, logró convertirse, ya con las siglas del PP, en el líder de la casa común del centroderecha.
"Esa reunificación sólo se logrará desde el poder, cuando lleguemos a la Moncloa", insiste Casado. No dispone de quince años. Apenas, de quince días. Ha llegado a la cúspide del PP hace apenas nueve meses y ya le quieren mandar a su casa. Desde dentro, la vieja guardia recalcitrante y los purgados de las listas le toman la medida. Sobredosis de rencor. Desde fuera, Rivera, que ya se ve el 'macho Alfa' del bloque, tiene impresas las tarjetas de visita con el cargo de 'líder del centroderecha'. Mientras tanto, el rocoso Sánchez, mucho más hábil de lo que pensabais, prepara Falcon y colchón para pasarse cuatro añitos más en la Moncloa.