Albiol, candidato del PP a la alcaldía de Badalona, ha hecho un vídeo. Mejor dicho, lo han hecho sus conciudadanos. ¿Y qué dicen? La mayoría, socialistas, que no votan al PP pero que, a Albiol, sí le votarán.
Vivimos tiempos en los que siglas y colores parece pesan más que las personas. Quizá, y digo solo quizá, la salvación de esta ineptocracia en la que vivimos radique en valorar más a estas y menos a los aparatos propagandísticos que solo lanzan consignas, regalan etiquetas y hacen de nuestros partidos organizaciones más cercanas a una marca de refrescos que otra cosa. El auténtico calibrado del candidato se produce singularmente en los comicios municipales. La cartera ministerial tiene aparejada un distanciamiento respecto a los ciudadanos similar al de una estrella del pop con sus fans. Hay días de firma de discos, de fotitos, de recitales, de entrevistas, pero poco más.
Por otro lado, los guardaespaldas, los coches tintados, los automóviles que entran y salen velocísimos – un día habrá un accidente – sirven también de magnífico colchón ante el populacho. De ahí que, cuando uno ve un político pasearse sonriente por un mercado, una calle transitada o una plaza lo primero que piensa es “Debemos estar en campaña”. Total, para escucharlos repetir discursos encorsetados, repetitivos, machacones, escritos por una cohorte de estafermos. Qué vulgaridad, Dios mío.
Albiol, en cambio, es otra cosa. Es el político más injusta y abundantemente atacado de mi tierra, persona nada al uso, serio, cabal, sincero. Una rara avis, vaya, una excepción a esas normas que llevan a no pocos partidos a ser, si no vulgares estafas dignas de ser alfombras apolilladas expuestas en dudosos zocos, al menos unos emisores de plomo – dialéctico, se entiende – que contaminan terriblemente las inteligencias.
Albiol ha sacado un vídeo en el que sus conciudadanos hablan. No son los habituales elitistas culturetas firmantes de manifiestos izquierdosos ni tampoco son tránsfugas de otros lugares, ansiosos por cobijarse debajo de las siglas que más calientan. Son gente de la calle, como usted y como yo. ¿Y qué dicen? Pues tampoco es que hagan la enjabonada habitual que solemos escuchar en las pocas ocasiones en que los olímpicos políticos se dignan a conceder la palabra a eso que antes se llamaba el hombre de la calle y que ahora, por mor de la corrección de género, se llamará el hombre, la hombra o el hombres-hombras-hombros, supongo. Dicen, de entrada, que no son del PP, que son socialistas de toda la vida, que han votado a Sánchez, pero coinciden en algo: confían en ese gigantón llamado García Albiol.
Los que cuentan a la hora de hablar, los electores, dicen que, aunque sean de izquierdas, votan a Albiol
Albiol gana de calle en todos los barrios badaloneses, en la Badalona de Manolo Escobar, en la que cantase Serrat con su “Qué bonita es Badalona en invierno y en verano”, gana a las izquierdas caviar del PSC, que no se lo perdonará nunca, gana a los separatas exquisitos, gana a Dios y a su madre, porque se pasa el día en la calle hablando con los vecinos, escuchándoles, tomando nota, aguantando las críticas, pero siempre a su lado. Por eso la gente lo considera uno de los suyos, porque lo es. Badalona, ciudad obrera, humilde, con un solo barrio, el del Centro, en el que no gana Albiol porque es el de los pijos progres herederos de los ricachos de toda la vida, sabe que, a la hora de tener seguridad en las calles, que estén limpias, que los más necesitados tengan en el ayuntamiento una esperanza y no un mero expediente administrativo, hay que estar por Albiol.
Y como Xavi es serio y honrado, basa su campaña en esto. Ni que decir tiene que los del PP están más mosqueados que un pavo escuchando una pandereta. Eso de que voten a uno de los suyos, capaz de batir a socialistas y nacional separatistas en sus propios feudos consiguiendo el cariño, el respeto y los votos de quienes jamás votarán al partido, les pone en todos los estados. En lugar de mimarlo, de valorarlo en lo que de bueno tiene contar con alguien lo suficientemente leal como para no montar una candidatura por su cuenta – arrasaría igualmente, se lo digo yo -, arrugan el morrito y dicen “Albiol ha hecho un vídeo en el que se ningunea al PP”, ñi ñi ñi. Hace falta ser miope. En Francia, a Xavi lo considerarían, como dije en una ocasión, el Sarkozy catalán y le pondrían un piso con plaza de parquing y solárium. Aquí no.
Pero los que cuentan a la hora de hablar, los electores, dicen que, aunque sean de izquierdas, votan a Albiol. Y no porque sea ambiguo políticamente, sino porque es la mejor opción. Afortunadamente, el sentido común no tiene adscripción ideológica. Xavi es, más que un candidato de derechas o de izquierdas, una persona que sabe estar al servicio de la gente. Y la gente lo sabe. Lo que coloquialmente se conoce como un tío cojonudo, vaya. Ahí está la prueba.