Todo el pescado, efectivamente, estaba vendido desde hace tiempo en Madrid. Ni el único debate a seis, ni la espantada de Pablo Iglesias tras el choque con Rocío Monasterio, ni la campaña a la desesperada de Edmundo Bal por entrar en la Asamblea y mucho menos los bandazos de última hora desde Moncloa con Ángel Gabilondo… El resultado de las elecciones del 4-M casi se podía haber acertado –escaño arriba, escaño abajo- hace cuatro semanas. Salvo si eres el CIS pagado con dinero público (¿cuándo se van a depurar responsabilidades por lo que está haciendo Tezanos?).
Tal vez, en las próximas elecciones, nos podíamos ahorrar la campaña electoral: mucho menos gasto de dinero público (ahora que nos va a hacer falta hasta el último euro para intentar hacer frente a la ruina pospandémica) y, sobre todo, mucho más descanso para todos: sin piedras volando, balas por correo y mensajes mononeuronales que solo convencen a quien ya está sobradamente convencido. Desde hace más de un mes, se adelantaba que Ayuso iba a arrasar. Desde hace más de una semana, que no necesitaría más que la abstención de Vox. Y que la participación iba a ser histórica. Todo se ha cumplido.
El 4-M se vendió desde hace meses como un choque nacional entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la punta de lanza de la oposición del PP en la Comunidad de más peso: el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, aquella IDA que acabó convertida por la prensa gala en la "Pasionaria de derechas" y de la que muchos –también en su propio partido- se reían en el invierno de 2019 y hoy, por obra y gracia de Miguel Ángel Rodríguez, se ha convertido en la clave de bóveda sobre la que Pablo Casado va a intentar reconstruir el maltrecho edificio nacional del PP.
El binomio Ayuso-MAR –“la persona que más me inspira”, asegura públicamente la presidenta de la Comunidad de Madrid- deja más cerca lo que muchos lanzaban como un eslogan sin convicción hace meses: “Madrid será la tumba del sanchismo”. Y los resultados de este 4-M –que solo José Félix Tezanos cuestionaba en sus CIS, para escándalo de la mayoría de demóscopos con pedigrí- no hacen más que alentar esa posibilidad que ahora se empieza a acariciar con los dedos desde Génova: el declive de Pedro Sánchez y una nueva oportunidad para que la derecha –machacada por los casos de corrupción del pasado cercano- vuelva a intentar el asalto a Moncloa.
Ayuso, Aguirre y el 'reino' de Madrid
Ayuso gobernará apoyada en Vox, por dentro del Gobierno o por fuera. En Madrid, el partido de Abascal ha visto frenado su crecimiento precisamente porque el PP de la líder madrileña es el que menos espacio deja por su derecha al partido de Abascal. Es el mismo modelo que llevó a Esperanza Aguirre –pregonando su liberalismo a ultranza sin complejos, su ‘madrileñismo’ castizo que era motivo de burla para la izquierda- a ‘reinar’ en Madrid hasta que la corrupción de sus delfines y la ambición desmedida cuando los poderes mediáticos le susurraron al oído que debía lanzar su asalto al PP nacional y descabalgar a Mariano Rajoy, acabaron por provocar su suicidio político en el congreso de Valencia de 2008.
Solo si Ayuso y quienes la rodean escuchan los cantos de sirena mediáticos y, seguro, empresariales para que intente su asalto al liderato nacional podría trastocarse la estrategia de Génova
Ayuso –y MAR- harían bien en aprender de los errores del pasado y de la historia reciente del PP. El modelo de la presidenta de la Comunidad de Madrid no es exportable al resto de España. Como en su día Aguirre, Ayuso despierta fuera de la región mucho rechazo –la ‘madrileñofobia’ en esta pandemia ha calado hondo-. Ni siquiera en el propio PP es vista con buenos ojos por los ‘barones’ que se sienten sobrepasados por el fenómeno Ayuso, desde Alberto Núñez Feijóo a Juanma Moreno Bonilla.
Precisamente, en el diseño del asalto a Moncloa, el próximo peldaño en el que piensa Génova –tras Murcia, donde empezó a cambiar la estrella de Redondo/Sánchez, y Madrid con el triunfo de Ayuso- es Andalucía. Adelantar las elecciones –tocarían en diciembre del año próximo- es una tentación demasiado golosa: los sondeos mantienen disparado a Moreno Bonilla, hundido al PSOE y al partido de la rosa, además, en una lucha fratricida entre el candidato de Sánchez y una expresidenta de la Junta, Susana Díaz, que no se da por vencida y a la que el tropiezo de Sánchez y Gabilondo en Madrid da alas para plantear batalla.
Con este panorama, el plan de Génova es convencer a Moreno Bonilla de adelantar las elecciones andaluzas a este otoño/invierno, aprovechar la imagen actual de la gestión del PP en la Junta y la debilidad del PSOE y dar un nuevo golpe al sanchismo. Con Madrid garantizado hasta mayo de 2021, Murcia ‘pacificada’, Galicia con mayoría absoluta –Feijóo sabe que pasó su tiempo de dar el salto a Madrid-, una nueva mayoría con Vox y los restos de Ciudadanos en Andalucía –allí, la colaboración con Juan Marín marcha viento en popa- la cúpula de Génova entiende que la ola acabará ahogando a Sánchez.
El calendario electoral juega a favor de Casado: Ayuso se centrará en ganar otra vez en 2021 y Casado llegará al adelanto de las generales con el viento de cola de Murcia, Madrid y Andalucía. Y él cuenta con dar la última paletada de tierra al sanchismo.
Sobre todo, porque ahora llegan las exigencias de Bruselas, las subidas de impuestos, los ajustes en los sueldos públicos y, quizá, hasta las pensiones. Y todo sin Pablo Iglesias en el Gobierno: ya no tendrá que sujetar las calles en las previsibles protestas contra los recortes.
Con este panorama, en Génova sonríen cuando leen que el triunfo de Ayuso es un problema para Casado. En la planta séptima de la sede nacional aún en venta del PP recuerdan que “Isabel fue una obsesión personal de Pablo”. Y, junto a Almeida –el ‘Gallardón’ de la época de Aguirre- sus dos grandes aciertos en una época de palos continuos para el sucesor de Rajoy. Solo tropezar dos veces en la misma piedra –y que Ayuso y quienes la rodean escuchen los cantos de sirena mediáticos y, seguro, empresariales que ahora se producirán para que intente su asalto al liderato nacional- podría trastocar la estrategia de Génova.
El calendario electoral, sin embargo, juega a favor de Casado. “Hay unas elecciones otra vez en Madrid a la vuelta de la esquina –mayo de 2023- y Ayuso se centrará en volver a ganarlas y, a ser posible, con mayoría absoluta. Y antes habrá elecciones generales porque Sánchez no podrá aguantar sin convocar hasta diciembre de ese año”, insisten en Génova. Y dan por sentado que Casado llegará a esas generales con el viento de cola de Murcia, Madrid y Andalucía. Y él cuenta con dar la última paletada de tierra al sanchismo. O ese, al menos, es su plan. De momento, en Murcia y Madrid se ha cumplido. Siguiente estación, Andalucía.