La primera votación de las primarias del partido demócrata en Iowa fueron un asunto caótico, mal organizado y peor resuelto. Los caucus llevan años siendo criticados por ser un sistema poco democrático, lleno de reglas arbitrarias que hacen que los resultados a veces parece que dependen más del azar que de una decisión política razonable.
El lunes, el partido demócrata de Iowa (porque las primarias presidenciales las gestionan los partidos estatales, no el partido nacional o algún gobierno) pifió sin discusión el recuento de voto, hasta el punto de que cuando escribo estas líneas (viernes por la mañana) aún no conocemos el resultado. Aunque el partido ha publicado lo que insisten que son resultados oficiales, analistas y observadores llevan varios días encontrando errores evidentes en los datos. El comité nacional del partido demócrata ha pedido un recuento oficial, aunque en vista de la incompetencia reinante, dudo que sean capaces de contar mejor si lo hicieran una segunda vez.
Las risas sobre la crónica incapacidad de la que proclama ser la mejor democracia de la tierra para celebrar elecciones sin hacer el ridículo aparte, los caucus de Iowa dejan un resultado que debería preocupar mucho al partido demócrata. Tras una campaña de primarias en las que el partido tenía una de las listas de candidatos más atractivas, ricas, y carismáticas que recuerdo en una presidenciales, los ganadores de esta primera votación presentan problemas evidentes de cara a noviembre.
Sería muy, muy difícil ir a las generales hablando de “poner a alguien competente y cabal en la Casa Blanca” y que tu candidato sea el equivalente político al alcalde de Cuenca
Pete Buttigieg es un político carismático, inteligente, con un talento tremendo que le ha llevado de ser un completo desconocido hace un año a uno de los favoritos en la carrera por la Casa Blanca. Aunque es un tipo brillante (habla media docena larga de idiomas, es culto, ágil en debates, y su campaña es una obra maestra en comunicación política) es difícil creer que esté remotamente preparado para ser el comandante en jefe del mayor arsenal nuclear del planeta. Es excepcionalmente joven para ser candidato a presidente (38 años), con una experiencia política raquítica de alcalde de South Bend, la cuarta ciudad más grande de Indiana y una pequeña temporada en Afganistán como oficial de inteligencia. Sería muy, muy difícil ir a las generales hablando de “poner a alguien competente y cabal en la Casa Blanca” y que tu candidato sea el equivalente político al alcalde de Cuenca.
Buttigieg, con todo su talento, está teniendo además problemas atroces para atraer el voto latino y afroamericano; fuera de Iowa, uno de los estados más “blancos” del país, tendrá complicado recabar apoyos. Eso hace de Bernie Sanders el mayor favorito en ganar las primarias.
La mayor virtud de Sanders es su consistencia: es un político que tiene un mensaje claro, definido y directo, y tiene el carisma para darlo de forma convincente. Su populismo es atractivo en esta época de pasiones Trumpistas en muchas zonas deprimidas del país, y ha sido capaz de generar una lealtad inaudita entre sus seguidores. El pequeño inconveniente es que Sanders es tan consistente que lleva repitiendo el mismo discurso desde 1980, y no deja de ser un “socialismo” sui generis (Sanders estaría en el ala moderada del PSOE en muchos temas, francamente) que está muy, muy, muy lejos del centro político en Estados Unidos. Bernie, además, es también un anciano de 78 años que sufrió un infarto el verano pasado, y alguien que a pesar de llevar media vida en el Congreso, no ha conseguido aprobar una miserable ley relevante.
Carisma y experiencia
Los tres candidatos restantes tienen problemas distintos, pero no menos graves. Elizabeth Warren y Amy Klobuchar, las dos senadoras aún en liza son cada a su manera candidatas más que competentes. Warren (la candidata que apoyo -estoy en New Hampshire de voluntario en su campaña ahora mismo, de hecho-) es progresista, pero sin los devaneos fantasiosos de Bernie. Es carismática, capaz de explicar temas complejos con una simplicidad apabullante y conectándolos con los problemas cotidianos de la gente. Su programa de gobierno es larguísimo, ambicioso, pragmático y detallado. Klobuchar, mientras tanto, es más moderada y quizás algo menos efectista que Warren, pero tiene años de experiencia como legisladora, una probaba capacidad para sacar leyes adelante, y ha demostrado poder ganar elecciones en lugares donde su partido no gana nunca, incluyendo zonas muy conservadoras en su estado, Minnesota.
Desafortunadamente, Warren quedó tercera en Iowa a siete puntos de Bernie y Pete, y Klobuchar quinta, con apenas un doce por ciento del voto. Aunque sobre el papel ambas son mucho mejores candidatas que los dos favoritos, los medios americanos están repitiendo su ya tradicional doble rasero con los candidatos femeninos, marcándolas mucho más de cerca cuando cometen errores, exigiendo una perfección que no exigen a candidatos varones, y pasando de ellas del todo cuando sacan resultados muy por encima de lo esperado en las encuestas, como sucedió en Iowa. El mayor problema del partido, sin embargo, es Joe Biden.
Biden debería ser el gran favorito en estas primarias. Fue vicepresidente de Obama, un político adorado dentro del partido demócrata. Es conocido, moderado, tiene toneladas de experiencia y sabe sacar leyes adelante. Por desgracia, es un candidato absolutamente espantoso que tiene una campaña presidencial desorganizada, caótica e improductiva, no ha recaudado apenas dinero, y comete errores infantiles continuamente cuando tiene un micrófono delante.
Tener un mal candidato no es un problema cuando queda cuarto en Iowa, se queda sin dinero y empieza a parecer claro que no alcanzará la nominación, pero la presencia de Biden es, me temo, lo que ha provocado que los dos favoritos sean Buttigieg y Sanders.
El resultado es que los dos favoritos ahora son, probablemente, dos de los candidatos más flojos en unas generales entre los 17-18 demócratas que empezaron la campaña
Durante todo el 2019 Biden iba líder en las encuestas, en no poca medida porque era el candidato más conocido por el gran público. Su mera presencia hacía que el resto de los candidatos moderados estuvieran a su sombra, con problemas para darse a conocer o ganar peso en los sondeos. Buttigieg fue el único que se escapó de su campo gravitatorio, en parte por lo único de su historia (“el alcalde gay de South Bend, Indiana”) pero gente como Cory Booker, Kamala Harris, Jay Insley, Julián Castro o Beto O´Rourke se quedaron sin espacio.
Esto ha provocado que a Iowa llegaran dos candidatos de izquierdas (Bernie y Warren), peleándose por el mismo electorado, y tres moderados, Pete, Biden, y Klobuchar, que sigue en liza porque es demasiado testaruda como para retirarse. La insistencia del exvicepresidente de salirse del medio y aceptar que quizás es hora de dejar que otros aspiren a la presidencia vació la campaña de muchos candidatos que eran mejores que él. El resultado es que los dos favoritos ahora son, probablemente, dos de los candidatos más flojos en unas generales entre los 17-18 demócratas que empezaron la campaña.
El problema de los demócratas, ahora mismo, va más allá de su incapacidad de manejar una hoja de cálculo para contar votos en Iowa. El problema que tienen es que de los cuatro o cinco candidatos viables que quedan, dos de ellos son potencialmente muy vulnerables en unas generales.
PD: sí, estoy descartando a Michael Bloomberg. Por mucho que Bloomberg pueda gastar una cantidad infinita de dinero en su campaña, es alguien que era republicano hasta hace dos días, apoyó a Bush, es un megamillonario en un partido de izquierdas, y dividiría a los demócratas de tal manera que no quiero ni imaginar el espectáculo que armarían los seguidores de Bernie en la convención.