Lo malo de esta sociedad de plexiglás y ambientador con olor a pino no es que se haya cargado de un plumazo a la figura del héroe. Lo profundamente inquietante es que también ha eliminado al villano con clase, ese que llevaba capa, antifaz, fumaba en boquilla de ámbar tabaco turco que le fabricaban especialmente para él con negligente indolencia, sabia distinguir la paleta de pescado entre la cubertería, acostumbraba a tener título nobiliario y había estudiado, lógicamente, en colegios suizos de postín. Ah, sí al menos tuviésemos a un Fantômas o a un Fu Man Chú que interrumpiese las emisiones de TVE – siempre sería una mejora – y con voz cavernosa nos avisase que, o entregamos un millón de libras, o harían saltar el Parlamento por los aires. Yo me indigno, señoras y señores. Me hace hervir la sangre enterarme por boca de la Chiqui Ministra de Hacienda de que el gobierno no ha bajado el IVA de las mascarillas hasta ahora por no sé qué chorrada de la UE. O que me de las últimas consignas falsas acerca de la pandemia el ministro Illa. ¿Acaso al Gobierno se le han acabado las ideas? ¿No agradecería mucho más el personal que esas informaciones se las facilitase algún gentleman cambrioleur tipo Arsène Lupin o Raffles?
¿Y qué me dicen de madame Budó, tartavoz del Govern, que aparece mohína para comunicarnos que se les ha caído la web en la que los autónomos podían, teóricamente, solicitar ayuda de esa administración tan cara como inútil llamada Generalitat? ¿No apreciarían mucho más que la web hubiera caído por culpa, no sé, de Hydra, de Spectra, de Cráneo Rojo o del Si-Fan? No creo que sea pedir demasiado algo de calidad en las villanías que hemos de soportar, al parecer inevitablemente, los ciudadanos de a pie. Ruego, pues, a los diferentes gobiernos que empiecen a cuidar esos extremos que, aunque puedan parecer baladíes, no lo son puesto que de ilusión también se vive y, al paso que vamos, de eso tendremos que vivir la mayoría de españoles.
Pero como deseo ser de utilidad, que no todo han de ser críticas ni menciones genealógicas con desafuero, tengo algunas recomendaciones para el Gobierno de España. Para empezar, debe abandonar este nombre
Pero como deseo ser de utilidad, que no todo han de ser críticas ni menciones genealógicas con desafuero, tengo algunas recomendaciones para el Gobierno de España. Para empezar, debe abandonar este nombre. Cámbienlo por algo tipo “La Hermandad de la Calavera”, “El Círculo Rojo” o “La mano que aprieta”; celebren los consejos de ministros, ministras y ministres vestidos con túnicas y capuchas negras a la luz de muchos cirios gruesos y un esqueleto. Que igual ya pasa, por la cosa de Bildu, pero no me consta al momento presente. Una vez hecho esto, podrían pasar a la segunda fase. En lugar de enviarnos los avisos de pago de tributos como siempre, sustituyan esos formularios adocenados y fríos por notas intimidatorias firmadas por “Los Sicarios de Kali”, “La Banda Escarlata” o con una mota negra, como en la Isla del Tesoro, que eso molaría mucho. Y amenacen en serio, caramba, no con la ley esa de control de los medios. Dígannos a los periodistas que nos han secuestrado el canario y que nos enviarán su oreja cortada como no digamos esto o aquello. A buenas horas le iban a poner peguitas al Doctor Muerte los gacetilleros en su Reino de Latveria, donde todo el mundo es feliz bajo pena de ejecución si osa no serlo. De verdad, qué poco se lo curran para ser los malos de la película.
La verdad es que, puestos a elegir, uno preferiría la arrogancia elegante y pulcramente uniformada de Rupert de Hentzau, el más delicioso de todos los, villanos que en la ficción han sido, capaz de secuestrar al rey de Zenda, a la de esos groserotes y vulgares sujetos que pretenden mantener mudo al monarca español. O la pérfida, maquiavélica y refinada inteligencia del todopoderoso profesor Moriarty a la de Redondo. O los laboratorios subterráneos repletos de matraces, alambiques, terrarios con arañas y serpientes venenosas y rayos de la muerte del primer doctor oriental que salga al paso que las cocinas de Tezanos.
Hay que rendirse a la evidencia. Se ha perdido la elegancia y el glamour hasta entre los villanos. Esto se hunde, señoras y señores.