Opinión

La misma mentira en dos parlamentos

Este miércoles hubo sesión en el Congreso a la par que en el Parlament. En las dos cámaras se vio la misma pantomima

  • Parlament de Cataluña.

Aunque Pedro Sánchez interprete ahora el papel de hombre duro, de constitucionalista exigente, le falta convicción para que nos lo creamos. Subirse al atril a decir que, si los independentistas se portan mal, tomará medidas, es lo mismo que amenazar a un portaaviones con un cucharón de madera. ¿A quién pretende engañar? Si el presidente se tomase en serio lo que está sucediendo en Cataluña aplicaría el sentido común o, lo que es lo mismo, el artículo 155 de nuestra Constitución. Como mínimo, reasumiría las competencias de policía y orden público que están en manos hoy por hoy de un orate como Torra, que defiende la vía eslovena.

Como nada hay en Moncloa más que miserabilismo humano y codicia política, poco o nada puede esperarse de quien se aupó a hombros de batasunos, separatistas y partidarios del bolivarianismo para desalojar al anterior inquilino. Lo mismo podemos decir de su valido catalán, Miquel Iceta, que contemporiza, da largas cambiadas y dice que pasar, lo que se dice pasar, aquí no pasa nada. Una versión New Age de la vieja canción Sin novedad, señora baronesa. Como no lo creo un incapaz intelectual, a diferencia de su amigo Pedro, he de concluir que Iceta miente a sabiendas. Su atenttisme ha rebasado todas las líneas rojas, porque, aunque espere volver a ocupar algún despacho en la Generalitat, es ciertamente condenable negar la mayor, a saber, que aquí sí que pasan cosas gravísimas.

Que el riesgo es enorme y va en aumento cada día no lo dice servidor, lo dice el vocal del Consejo General del Poder Judicial don José María Macías Castaño

Que el riesgo es enorme y va en aumento cada día no lo dice servidor, lo dice el vocal del Consejo General del Poder Judicial don José María Macías Castaño. “Doy por hecho que, en un momento u otro, pasará alguna cosa irremediable”, declara, añadiendo que “Se están produciendo cada vez más ocasiones para que se registre la primera víctima mortal del proceso independentista. ¿Y quién será ese primer muerto útil? ¿Será un juez o un fiscal que tenga un mal encuentro con un descerebrado? ¿Será un manifestante o un simple transeúnte que se tropiece con los amos de la calle? ¿O será un soldado de la nueva patria convencido por los irresponsables que lo animan?”. Conste que todo esto lo vaticina con infinita tristeza alguien con una dilatada y brillante carrera como jurista que, además, fue propuesto por la extinta CiU en el 2013 para el cargo que ocupa, así que nadie puede decir que no sea una persona con sensibilidad catalanista.

A don José María no lo han debido escuchar ni los dirigentes socialistas ni su socios podemitas ni los independentistas, por descontado. La consigna consiste en repetir que esto va mejor que nunca, que Sánchez arreglará el problema separatista a base de diálogo y más diálogo y que la culpable de todo lo malo que acontece es la extrema derecha, que torpedea todas las buenas intenciones de este gobierno prócer y humanista.

Que sufraguemos con nuestros impuestos aberraciones como la Oficina para la Defensa de los Derechos Civiles y Políticos de la Generalitat, dirigida por el cupaire Adam Majó, y que tiene como objetivo atender lo que denomina agresiones contra los independentistas, léase actuar en contra de quienes retiran lazos amarillos de la vía pública, es normal, según Iceta y Sánchez. Como debe ser normal que la Consellera de Empresa y Conocimiento, Àngels Chacón, haya declarado que celebrar un consejo de ministros en Barcelona es “Una provocación, porque nos ahorraríamos muchos problemas e incidentes si eso no se produjera”.

Y ya puede Torra lloriquear en la cámara catalana pidiéndoles a las CUP que reflexionen sobre tirarle vallas a la policía, que tampoco nadie se lo va a creer. Escenifica la misma mala comedia que Sánchez. Ambos no quieren apearse de unos cargos que les van más que holgados, atendiendo a sus escasas luces. El de Moncloa, porque ocupa la silla en la que se sentó, verbigracia, Adolfo Suárez; el segundo, porque hace lo propio con la de Tarradellas. No les llegan ni a la suela del zapato.

Si la misma mentira, la de que aquí no pasa nada, se repite hasta la náusea es, mucho nos tememos, porque todos esperan que pase algo

Si la misma mentira, la de que aquí no pasa nada, se repite hasta la náusea es, mucho nos tememos, porque todos esperan que pase algo. Y ese algo no puede ser otra cosa que la víctima, el muerto, el cordero propiciatorio que les permita ir corriendo al altar y rasgarse las vestiduras hipócritas de las que se han revestido. Esa sangre que todos dirán que deploran es lo único que puede obligarles a mover sus reales posaderas y, si me apuran, acaso ni así saldrían de su paraíso construido a base del dinero de todos.

Son, además, unos perfectos cobardes. En la antigua Roma, César se vestía con una túnica roja en medio de la batalla para que todos supieran que era él quien estaba al frente de sus legiones. Nelson hizo lo propio en Trafalgar con su uniforme cuajado de medallas, lo que le costó la vida. No existe héroe en la historia que no haya tenido ese coraje físico, esa gloriosa disposición a asumir actos y consecuencias, a ponerse al lado de su gente, a estar con ellos en primera línea. Pero estos napoleones de guardarropía se esconden tras sus cargos, sus escoltas, sus retóricas de ropavejero, dejando que sean otros los que den la cara. Total, Waterloo está a dos pasos y Torra ya dijo que antes se iba al “exilio” que afrontar la cárcel.

Dos parlamentos, pero la misma ignominiosa insensatez de quienes juegan con nuestro dinero, nuestro país y, ahora, con nuestras vidas como si nada les importase. Y, por desgracia, así es.

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