Opinión

La irresponsabilidad de los políticos y la responsabilidad de las empresas en el MWC

Esos hoteles y alojamientos que perderán negocio, esos taxistas que tendrán menos clientes esos días, esos restaurantes que estarán vacíos entre semana, esos locales de ocio nocturno, esos empleados de

  • Adacolau, alcaldesa de Barcelona, y Roger Torrent, presidente del Parlament

Esos hoteles y alojamientos que perderán negocio, esos taxistas que tendrán menos clientes esos días, esos restaurantes que estarán vacíos entre semana, esos locales de ocio nocturno, esos empleados de los operadores y fabricantes subcontratados para el evento, esa red de ferrocarriles sobre la que se mueve el AVE, esos bancos que expenden dinero en los cajeros, esas tiendas de barrio en la que al volver a los hoteles muchos compran agua y hasta la cena, esos jóvenes artistas contratados para eventos dentro de los pabellones del Mobile World Congress (MWC), esos estudiantes que esos días orientan a los profesionales por los pasillos de la feria, esos guardias de seguridad que velan porque todo salga bien... Todos echaremos de menos al MWC si deja de celebrarse en Barcelona.

Los días de feria son siempre movidos. Todos los años. Y este no ha sido menos. La cosa es que no ha sido precisamente por las novedades presentadas. Los políticos han removido mucho el arroz. Demasiado.

Todo empezó con la alcaldesa Ada Colau y el presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent y sus respectivos plantes a la inauguración oficial. Que sí, que se puede pensar que la Monarquía se debe replantear, es totalmente lícito, pero su forma de actuar no cuadra con el amor que se le presupone por Barcelona por el momento que eligió para cuestionarla. Esos días todos nos jugábamos mucho. De entrada, los 450 millones de euros que se calcula que mueve la feria. Eso son negocio y puestos de trabajo. Muchos.

Peligra el Mobile World Congress (...) Algunos quieren aprovechar las circunstancias para llevarse la feria a otro país y otros se lo están poniendo fácil"

Así que la ausencia de Colau y Torrent a la recepción protocolaria y su silencio en torno a las caceroladas previas al evento por la presencia del Rey Felipe VI encendieron la mecha. Álvaro Nadal, el responsable de la cartera de Energía, Turismo y Agenda Digital, sopló sobre ella un poquito más al día siguiente. "Peligra el Mobile World Congress", decía en la inauguración. Estaba en su salsa. "Algunos quieren aprovechar las circunstancias para llevarse la feria a otro país y otros se lo están poniendo fácil", añadía. Por un puñado de votos, sería la película. ¿De verdad que este teatrillo era lo mejor para asegurar la continuidad del Mobile World Congress en España?

Al final, lógico, se generó un incendio. El clima político eclipsó por momentos las novedades en torno al 5G o a la Realidad Virtual. En la feria, sin embargo, contrastaba el interés de las startups y empresas españolas por mostrarle al mundo lo que pueden ofrecerle. Por crecer, generar negocio y puestos de trabajo. Empresas y empresarios centrados en lo suyo.

La preocupación llegó a operadores y fabricantes, que comenzaron a pasarse cubos de agua. A levantar cortafuegos. En los corrillos, en las cenas y llamadas para elaborar nuestras piezas informativas, la respuesta era uniforme. Daba igual a quién llamaras o con quién hablaras: Telefónica, Vodafone, Huawey, Samsung... "Vamos a tratar de rebajar todos el tono un poco, por el bien de la feria y de su continuidad. Es importante que templemos gaitas para que las aguas vuelvan a su cauce". Cordura. Responsabilidad.

Vamos a tratar de rebajar todos el tono un poco por el bien de la feria y de su continuidad aquí. Es importante que templemos gaitas para que las aguas vuelvan a su cauce"

Lógicamente, las empresas españolas y las filiales de compañías internacionales con sede en España son las máximas interesadas en que la feria siga en nuestro país, claro está. Hay menos gasto en logística, conocen al dedillo Barcelona, tratan con proveedores nacionales... No es menos cierto que los políticos antes citados deberían haber tenido, pero sobre todo demostrado, ese mismo interés.

Los operadores y fabricantes cerraron filas. Apostaron por la continuidad inamovible del Mobile World Congress en Barcelona. Quitaron hierro a las cosas. Apagaron mechas. Se dedicaron a construir.

Es una prioridad que debería haber estado también en el discurso político. En unos años nadie se acordará de los gestos de Colau ni de las declaraciones de Nadal, pero si llega el día en que la feria abandona Barcelona -la GSMA la acaba de refrendar en el corto plazo-, de lo que nos acordaremos con total seguridad es de que hubo un tiempo en que el MWC se celebró en España.

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